5 de octubre +Santoral
Santa Flora, Virgen Hija de padres nobles, ingresó muy temprano como religiosa en la hospedería de los Caballeros de San Juan de Jerusalén para cuidar de los enfermos y peregrinos.
  Devociones marianas en el mundo

nov2022

Estatua Ecuestre de San Nuno Álvares Pereira – Monasterio de Batalha, Portugal
Artículo de portada
San Nuno de Santa María
Nacido el 24 de junio de 1360 en Palacio do Bonjardim o Flor da Rosa, Nuno era hijo de don Álvaro Gonçalves Pereira, caballero de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y Prior de Crato, y de doña Iria Gonçalves de Carvalhal, doncella de la Corte...

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Palabras del Director   V

 

Estimados amigos:

La figura de san Nuno Álvares Pereira (1360-1431), noble caballero, estratega militar y monje carmelita, siempre gozó de una notable fama y estima en tierras portuguesas. Héroes y santos, aunque a diversos títulos se les rinda culto, admiración o pleitesía, parecerían a simple vista términos contradictorios, ya que tales predicados no podrían coexistir en una misma persona. Sin embargo, he aquí un caso incontestable.

Poseedor de una gran fortuna, Nuno fue apodado en vida como “el santo condestable”, al haber sido nombrado Condestable de Portugal —es decir, comandante en jefe del ejército— por el rey Juan I. Reconocido como héroe nacional, al vencer a los castellanos en diversos enfrentamientos armados, particularmente en la célebre batalla de Aljubarrota, en la que demostró su genio militar. Con ello se consolidó la independencia portuguesa, firmándose el tratado de paz de Ayllón.

Querido y venerado por sus soldados, se alejó de la vida militar, repartió sus cuantiosos bienes y se hizo carmelita. A su muerte fue llorado por todo el reino. Beatificado en 1918, fue canonizado por el Papa Benedicto XVI como san Nuno de Santa María, el 26 de abril de 2009.

En su tumba, en el Carmen de Lisboa, se grabó el siguiente epitafio: “Aquí yace aquel famoso Nuno, el Condestable, fundador de la serenísima Casa de Braganza, excelente general, beato monje, que durante su vida en la tierra tan ardientemente deseó el Reino de los Cielos, y después de su muerte, mereció la eterna compañía de los santos. Sus honras terrenales fueron incontables, pero les dio la espalda. Fue un gran príncipe, pero se hizo humilde monje. Fundó, construyó y dedicó esta iglesia donde descansa su cuerpo”.

Deseándoles una grata y provechosa lectura de cuantos artículos componen el presente número de su revista Tesoros de la Fe, me despido.

En Jesús y María,

 El Director

Estimados amigos:

La figura de san Nuno Álvares Pereira (1360-1431), noble caballero, estratega militar y monje carmelita, siempre gozó de una notable fama y estima en tierras portuguesas. Héroes y santos, aunque a diversos títulos se les rinda culto, admiración o pleitesía, parecerían a simple vista términos contradictorios, ya que tales predicados no podrían coexistir en una misma persona. Sin embargo, he aquí un caso incontestable.

Poseedor de una gran fortuna, Nuno fue apodado en vida como “el santo condestable”, al haber sido nombrado Condestable de Portugal —es decir, comandante en jefe del ejército— por el rey Juan I. Reconocido como héroe nacional, al vencer a los castellanos en diversos enfrentamientos armados, particularmente en la célebre batalla de Aljubarrota, en la que demostró su genio militar. Con ello se consolidó la independencia portuguesa, firmándose el tratado de paz de Ayllón.

Querido y venerado por sus soldados, se alejó de la vida militar, repartió sus cuantiosos bienes y se hizo carmelita. A su muerte fue llorado por todo el reino. Beatificado en 1918, fue canonizado por el Papa Benedicto XVI como san Nuno de Santa María, el 26 de abril de 2009.

En su tumba, en el Carmen de Lisboa, se grabó el siguiente epitafio: “Aquí yace aquel famoso Nuno, el Condestable, fundador de la serenísima Casa de Braganza, excelente general, beato monje, que durante su vida en la tierra tan ardientemente deseó el Reino de los Cielos, y después de su muerte, mereció la eterna compañía de los santos. Sus honras terrenales fueron incontables, pero les dio la espalda. Fue un gran príncipe, pero se hizo humilde monje. Fundó, construyó y dedicó esta iglesia donde descansa su cuerpo”.

Deseándoles una grata y provechosa lectura de cuantos artículos componen el presente número de su revista Tesoros de la Fe, me despido.

En Jesús y María,

 El Director

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