En cada una de las miles de formas en que desea ser representada en sus imágenes, la Santísima Virgen nos transmite una enseñanza. Con el hacha clavada en su cuerpo, nos recuerda el odio de los enemigos de Dios contra todo lo que Ella representa. Iván Rafael de Oliveira Palco de grandes acontecimientos históricos, Viena, la capital de Austria, está repleta de museos, palacios y, sobre todo, de iglesias que recuerdan las incontables glorias de un país donde floreció la civilización católica. Entre imponentes edificios, monumentos que ilustran gloriosas batallas contra los musulmanes, iglesias cuyo esplendor muestra la devoción de sus habitantes, un peregrino auténticamente católico no podría ignorar una de las más singulares representaciones de la Santísima Virgen. Su imagen preside el altar mayor de la iglesia de San Jerónimo —quien tradujo las Sagradas Escrituras del griego y del hebreo al latín por encargo del Papa san Dámaso— que pertenece a los frailes menores, por lo cual es llamada Franziskanerkirche (iglesia de los franciscanos). Tallada en la región de Bohemia en madera de tilo, con aproximadamente 2,20 metros de altura, la imagen estaba originalmente en el monasterio de Grünberg, hoy Zelená Hora, en la actual República Checa. Según una piadosa leyenda, alrededor de 1330, un matrimonio sin herederos recurrió a ella y recibió la gracia solicitada. La mujer dio a luz a un varón, el futuro san Juan de Nepomuceno (1350-1393), uno de los santos más famosos de Europa Central, lo que explica la popularidad y la alta estima de que gozaba esta imagen en aquella región. Hoy en día, desde lo alto de su trono en Viena, entre los fieles que acuden a su templo, pocos distinguen el singular hecho de que lleva una gran hacha clavada en su brazo izquierdo. ¿Por qué razón el hacha golpeó a la Virgen? Veamos qué nos señala su historia. La desventurada familia de los Sternberg A principios del siglo XV, el monasterio de Grünberg, en cuya capilla permanecía esta imagen de la Madre de Dios, fue incendiado por Jan Žižka, jefe militar de la secta de los husitas. Después de ser reconstruido, el monasterio se convirtió en un castillo, donado a los Sternberg, una importante familia noble de Bohemia. La hermosa imagen permaneció intacta al fuego, y continuó en su altar durante muchos años, incluso después de que los propios Sternberg se hubieran adherido al protestantismo. En 1575, cuando el castillo pasó a manos de Andreas von Sternberg, un protestante que odiaba ferozmente a la Virgen, la imagen fue retirada de la capilla. Para sorpresa de Andreas, al día siguiente, esta reapareció en su altar sin que nadie la hubiera sustituido. Para evitar que se repitiera el milagro, Andreas mandó quemar la imagen. Ello fue en vano, pues las llamas no pudieron hacerle ningún daño. Entonces, movido por un odio creciente, este testarudo protestante entregó la imagen al capataz para que la destruyera a golpes de hacha.
En ese momento, la Virgen quiso dejar sentado para las generaciones futuras hasta dónde puede llegar la impiedad humana. Una vez asestado el primer golpe, el hacha nunca más se desprendió de la milagrosa imagen. El brazo del capataz quedó paralizado y murió repentinamente esa misma noche. A su muerte le siguió unos días después la de Andreas von Sternberg, que se había vuelto completamente loco y había escondido la imagen en una antigua bóveda. Cuando Ferdinand, el segundo hermano de Andreas, recibió algún tiempo después la visita de dos músicos, estos descubrieron la imagen y la sacaron de la bóveda. Los sirvientes de Sternberg intentaron de nuevo quemarla, pero el prodigio se repitió y el fuego no la dañó. Tan solo consiguieron arrancarle una de las manos y devolvieron la imagen a su escondite. Ferdinand también enloqueció y, después de asesinar a su propia madre, se suicidó. El sinuoso camino hasta Viena Finalmente, el castillo pasó a manos de Ladislao, el menor de los Sternberg. A diferencia de sus hermanos, Ladislao era católico y restituyó a la Virgen en su altar. En 1603, al partir a Hungría para luchar contra los otomanos, llevó consigo la milagrosa imagen para que le protegiera y asistiera. En efecto, el 26 de setiembre de aquel año, en la festividad de san Wenceslao, se libró una gran batalla en la ciudad de Nové Zámky (hoy en Eslovaquia), que terminó con una brillante victoria de los católicos y con un saldo de 12.000 otomanos muertos. Muchos atribuyeron el éxito militar a la intercesión de la milagrosa imagen de Ladislao, despertando un gran interés por ella. No se conoce el motivo exacto, pero Ladislao acabó perdiendo su posesión en una apuesta con el barón polaco Peter von Turnoffskhy, cuya esposa era protestante. Tal vez por ello, el barón la llevó a Viena y se la confió al ferviente sacerdote Buenaventura Daumius, que en 1607 la colocó finalmente en la iglesia de San Jerónimo, donde permanece hasta hoy con el hacha clavada en su cuerpo. Muchos milagros le fueron atribuidos en los años siguientes; solo entre 1628 y 1648 se registraron 308. Un libro publicado en 1740 recopila 227 milagros. Naturalmente, muchas de estas gracias eran de protección en los peligros, especialmente del fuego. También se le atribuye la victoria de los austriacos católicos contra los prusianos protestantes, en la batalla de Kolín, en 1757. Los piadosos peregrinos que llegan hasta allí podrían preguntarse por qué la Santísima Virgen no destruyó el hacha antes de que la tocara, prefiriendo mantenerla clavada en su brazo. Seguramente con esto quiso recordar a sus hijos que, a pesar de sus inmensas gracias, hay muchos en este mundo que la odian, y que hacen todo lo posible por destruir su devoción. En el libro del Génesis, estos son los descendientes de la serpiente: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón” (Gn 3, 15).
Fuentes.- https://www.geschichtewiki.wien.gv.at/Maria_mit_der_Axt. https://www.atterwiki.at/index.php?title=Maria_mit_der_Axt.
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