|
Devociones marianas en el mundo |
San Miguel arcángel venciendo a Lucifer, Francesco Maffei, 1656 – Óleo sobre piedra, Museu Nacional d’Art de Catalunya |
Artículo de portada
Presencia diabólica en el mundo de hoy En nuestro mundo cada vez más paganizado, crece deplorablemente el número de los que buscan una solución para sus problemas en las fuerzas ocultas y en la superstición... |
Palabras del Director V
Estimados amigos:
La influencia demoníaca en la historia humana siempre fue constante e intensa. Es el empeño satánico por llevar a los hombres a la perdición, como sucedió con nuestros primeros padres en los orígenes de la humanidad, cuando bajo la apariencia de una serpiente el demonio los tentó, sugiriéndoles que si comían del “fruto prohibido” serían “como dioses”.
Adán y Eva cayeron en la tentación, cometieron el pecado original y perdieron el estado de inocencia. Toda su descendencia sufrió las consecuencias de tal pecado, quedando en adelante sujeta a la acción del demonio.
La acción diabólica se presenta de modo cada vez más avasallador en los diversos sectores de la sociedad neopagana en que vivimos, siendo numerosas las prácticas incentivadas por los demonios para poseer a las personas.
Nuestro Tema del Mes presenta ejemplos de diversos medios que utiliza el Maligno —como el ingenuo “tablero de Ouija”— para hacer caer a las personas en las redes del espiritismo e iniciarlas así en las prácticas ocultistas.
El rock satánico es otro medio por el cual el demonio se apodera de las almas, según la opinión de connotados exorcistas. También la práctica del aborto atrae demonios, pues estos desean que se les inmolen vidas humanas.
Frente a este terrible cuadro, el autor recomienda alejarse de supersticiones y de cosas esotéricas, procurar los auxilios de la Iglesia y, sobre todo, recurrir a la Santísima Virgen, invocada como “Terror de los demonios”.
Ella nos protegerá en esta época de tribulaciones, como enseña el apóstol san Pablo, “contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires” (Ef 6, 12).
Deseamos a nuestros amables lectores una provechosa lectura de este relevante tema, que no debemos pasar por alto.
En Jesús y María,
El Director
Estimados amigos:
La influencia demoníaca en la historia humana siempre fue constante e intensa. Es el empeño satánico por llevar a los hombres a la perdición, como sucedió con nuestros primeros padres en los orígenes de la humanidad, cuando bajo la apariencia de una serpiente el demonio los tentó, sugiriéndoles que si comían del “fruto prohibido” serían “como dioses”.
Adán y Eva cayeron en la tentación, cometieron el pecado original y perdieron el estado de inocencia. Toda su descendencia sufrió las consecuencias de tal pecado, quedando en adelante sujeta a la acción del demonio.
La acción diabólica se presenta de modo cada vez más avasallador en los diversos sectores de la sociedad neopagana en que vivimos, siendo numerosas las prácticas incentivadas por los demonios para poseer a las personas.
Nuestro Tema del Mes presenta ejemplos de diversos medios que utiliza el Maligno —como el ingenuo “tablero de Ouija”— para hacer caer a las personas en las redes del espiritismo e iniciarlas así en las prácticas ocultistas.
El rock satánico es otro medio por el cual el demonio se apodera de las almas, según la opinión de connotados exorcistas. También la práctica del aborto atrae demonios, pues estos desean que se les inmolen vidas humanas.
Frente a este terrible cuadro, el autor recomienda alejarse de supersticiones y de cosas esotéricas, procurar los auxilios de la Iglesia y, sobre todo, recurrir a la Santísima Virgen, invocada como “Terror de los demonios”.
Ella nos protegerá en esta época de tribulaciones, como enseña el apóstol san Pablo, “contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires” (Ef 6, 12).
Deseamos a nuestros amables lectores una provechosa lectura de este relevante tema, que no debemos pasar por alto.
En Jesús y María,
El Director
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino