La Palabra del Sacerdote Las manifestaciones públicas en honor al Santísimo Sacramento

PREGUNTA

Me ha encantado ver la procesión del Corpus Christi por las calles de Roma, con el Papa León XIV en persona llevando el ostensorio. Eso me hizo recordar una discusión que tuve el año pasado con un catequista sobre las procesiones y el congreso eucarístico que se celebró en Estados Unidos.

Esta persona decía que una minoría del episcopado se había manifestado en contra de estas grandes manifestaciones públicas de fe, alegando que desviaban el dinero de las acciones sociales prioritarias y la atención de los fieles a la celebración eucarística. También alegaba que los congresos eran inventos de los clérigos para lucirse y poder viajar a las grandes ciudades o al extranjero con el dinero de los fieles.

Me sentí aliviado al ver al Papa en procesión, pero quisiera tener otros argumentos para poder defenderme y utilizarlos cuando sea oportuno.

RESPUESTA

Padre David Francisquini

Desconozco el lugar donde se formó su amigo catequista, pero debe haber sido en un curso muy superficial y con malos profesores. Porque sus argumentos contra las procesiones y los congresos eucarísticos son carentes de fundamento, tanto desde el punto de vista teológico como histórico.

La primera objeción al dinero gastado en estas grandes manifestaciones fue la misma que presentó Judas cuando María Magdalena derramó un bálsamo precioso sobre los pies del Señor: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. La respuesta de Jesús fue perentoria y sigue siendo válida para nosotros: “Déjala en paz: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12, 1-11).

Por eso, el propio san Francisco de Asís, a pesar de vivir con extremo desapego material, exigía lo máximo en belleza y reverencia para el culto, simbolizando que lo mejor se ofrece a Dios, incluso en los detalles de la liturgia: vasos, paramentos, espacio litúrgico. Y el santo Cura de Ars repetía constantemente que “en el altar siempre debe haber algo que exprese la gloria de Dios”, lo que reflejaba su desvelo por mantener celebraciones dignas, a pesar de la pobreza que lo rodeaba.

Tampoco es válida la objeción de que la adoración de las Sagradas Especies fuera de la santa misa desvía la atención de la celebración eucarística. De hecho, en la Iglesia primitiva, la adoración al Santísimo Sacramento se limitaba principalmente a la misa y a la comunión, como todavía ocurre en cierta medida en los ritos católicos orientales. Pero en Occidente, después de que Berengario de Tours declarara en el siglo XI que la presencia de Jesús en las especies consagradas no era real ni permanente, sino tan solo simbólica, la Iglesia se vio obligada a formular de manera más clara la doctrina eucarística. Esto tuvo como efecto, entre los fieles, una veneración cada vez más exaltada de la Sagrada Eucaristía también fuera de la misa.

Santa María Magdalena unge los pies de Nuestro Señor, Firs Zhuravlev, s. XIX – Mosaico de la Catedral de la Resurrección de Cristo, San Petersburgo, Rusia

En el siglo XIII, para mayor glorificación del Santísimo, se introdujeron la fiesta del Corpus Christi y la llamada “procesión teofórica”, que se realiza en la tarde del Viernes Santo en la catedral de Braga, Portugal. En esta impresionante procesión, el Santísimo Sacramento, encerrado en un féretro cubierto con un manto negro, es llevado por las naves de la catedral —de ahí el nombre de procesión teofórica (que transporta a Dios)—, y posteriormente se coloca en una capilla lateral donde se expone a la veneración de los fieles.

En el siglo XIV surgió la práctica de la Exposición del Santísimo Sacramento. La costumbre de la procesión anual del Corpus Christi fue defendida y recomendada calurosamente por el Concilio de Trento. Se dio un nuevo impulso a la adoración de la Eucaristía mediante las visitas al Santísimo Sacramento, introducidas por san Alfonso María de Ligorio, y la adoración perpetua difundida por san Pedro Julián Eymard y retomada por numerosas órdenes y congregaciones dedicadas a ella. Esta evolución contribuyó a mantener viva la fe en Aquel que dijo: “Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 21).

Una piadosa mujer seglar en el origen de los congresos eucarísticos

Los congresos eucarísticos fueron un paso más en el desarrollo de la piedad eucarística. Contrariamente a lo que dijo el catequista a nuestro consultante, no fueron iniciados por clérigos deseosos de viajar y darse a conocer. Por el contrario, fueron fruto del desvelo apostólico de seglares piadosos. Y alcanzaron rápidamente un enorme éxito, con gran beneficio pastoral, a diferencia de otros congresos internacionales católicos que hasta entonces no habían atraído a mucha gente ni habían producido grandes resultados. Es una hermosa historia que merece ser conocida.

A mediados del siglo XIX, Francia atravesaba un período de reacción contra el jansenismo y se vivía un renacimiento generalizado en el pueblo de una verdadera devoción católica por la Sagrada Eucaristía. El venerable Léon Papin-Dupont (1797-1896), más conocido como “el apóstol de la Santa Faz” y como “el santo hombre de Tours”, acababa de introducir en su ciudad la adoración nocturna al Santísimo Sacramento.

La hermana Rosa de Bonlieu, norbertina, fundó una archicofradía para promover las “misas de reparación” por los sacrilegios cometidos contra Nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento. En este contexto se inscribe la admirable figura de Marie-Marthe-Baptistine Tamisier, conocida como Emilia María Tamisier.

Emilia nació el 1º de noviembre de 1834 en Tours y desde muy temprana edad mostró una profunda devoción al Santísimo Sacramento, considerando que un día sin la sagrada comunión era como vivir un Viernes Santo. En 1847 ingresó como alumna de las religiosas del Sagrado Corazón en Marmoutier, donde permaneció durante cuatro años, período en el que profundizó aún más su piedad eucarística.

La misa en Bolsena, Rafael Sanzio, 1512 – Pintura al fresco, Museos Vaticanos. La pintura representa un prodigio ocurrido en 1263 con un sacerdote de Bohemia que dudaba de la doctrina de la transubstanciación. Celebró una misa en Bolsena, durante la cual la hostia comenzó a sangrar.Este milagro llevó a la institución de la fiesta del Corpus Christi por el Papa Urbano IV en 1264.

Aunque no se sentía particularmente atraída por la vida religiosa, Emilia intentó infructuosamente ingresar en tres congregaciones diferentes. Su tercera tentativa fue en las Siervas del Santísimo Sacramento, congregación fundada por san Pedro Julián Eymard, quien la consoló diciéndole que, incluso fuera de la vida consagrada, ella seguía perteneciendo a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Un cuarto intento de fundar una comunidad de adoración con el apoyo de una acaudalada señora también fracasó.

Después de la muerte de san Pedro Julián, en 1868, Emilia se mudó en 1871 a Ars, en busca del preciado discernimiento junto a la tumba del Santo Cura, que había sido amigo de su recientemente fallecido director espiritual. Necesitaba una luz sobrenatural para entender su vocación, en medio de las decepciones y las esperanzas frustradas. El 29 de junio de 1873, asistió en Paray-le-Monial a la consagración de Francia al Sagrado Corazón realizada por el padre de Belcastel.

“Entonces tuve como una visión —observa ella— de que Dios me llamaba para dedicarme a la salvación de la sociedad a través de la Eucaristía”. Inspirada por el legado de san Pedro Julián, concibió la idea de promover peregrinaciones de reparación a santuarios marcados por milagros eucarísticos, como forma de reavivar la fe en el Santísimo Sacramento.

Milagros del Santísimo Sacramento: incentivo para los congresos eucarísticos

Emilia se dedicó entonces intensamente a difundir la devoción eucarística a través de viajes y correspondencia. Bajo la dirección del beato Antoine Chevrier, fundador del Instituto del Prado, y con el apoyo de Mons. Gaston de Ségur —piadosísimo hijo de la conocida autora de cuentos infantiles—, así como de Mons. Richard de la Vergne, obispo de Belley (diócesis donde se encuentra el pueblo de Ars), en 1873 comenzó a organizar las primeras peregrinaciones eucarísticas a lugares marcados por milagros del Santísimo Sacramento.

San Pedro Julián Eymard (1811-1868), Apóstol de la Eucaristía, fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento

La primera se celebró con éxito en Aviñón, el lunes de Pascua de 1874. ¿Por qué en aquella antigua ciudad de los Papas? Por el famoso milagro que allí tuvo lugar en 1433, en la capilla de los Penitentes Grises. Durante una inundación del río Ródano, dos miembros de su cofradía fueron a la capilla para salvar la custodia que contenía el Santísimo Sacramento.

Al llegar frente a la capilla, vieron que las aguas —que habían subido en la iglesia hasta una altura de casi 1,80 metros— se habían dividido a la derecha y a la izquierda del altar, formando dos especie de muros, dejando el altar y la custodia completamente secos y bien protegidos.

A esta primera peregrinación a un lugar eucarístico le siguió otra a Douai, ciudad del norte de Francia, donde tuvo lugar un milagro eucarístico en 1254: mientras distribuía la comunión, un canónigo dejó caer una hostia consagrada. Al agacharse para recogerla, esta se levantó sola y volvió a colocarse sobre el corporal del altar.

Los miembros de la congregación vieron sobre la hostia, algunos al Niño Jesús, otros a Jesús sufridor y unos cuantos a Cristo en gloria. La hostia del milagro todavía se venera en la iglesia de San Pedro de Douai tres veces al mes. ¡Esta peregrinación organizada por Emilia atrajo nada menos que a 100.000 devotos!

Después de una peregrinación en París en 1875, tres años más tarde organizó otra peregrinación a la iglesia abacial de Faverney, en Borgoña, donde en 1608 un ostensorio con dos hostias consagradas en la víspera de Pentecostés permaneció suspendido en el aire durante 33 horas, antes de volver al altar, ante mil testigos presentes en la misa.

Histórico ostensorio que contiene las partículas del milagro eucarístico, en la iglesia abacial de Faverney, en Borgoña (Francia)

Para esta peregrinación, Emilia recibió el apoyo del recién elegido Papa León XIII, lo que dio mayor visibilidad a su movimiento eucarístico e impulsó aún más su misión. Con el entusiasmo del Papa y el creciente número de fieles involucrados, Emilia intentó organizar, esta vez no una peregrinación, sino un congreso.

Con ese motivo, visitó a Mons. Gaspar Mermillod, entonces obispo de Lausanne, a quien le dijo: “Deberíamos pensar en realizar un congreso eucarístico. Hoy en día, nada se hace en el mundo de la ciencia, el comercio, el trabajo, la industria… sin un congreso. Para despertar a las masas, acercarlas a Jesucristo y salvarlas, necesitaremos congresos eucarísticos”.

Con la bendición del futuro cardenal suizo, intentó organizar un congreso en la ciudad belga de Lieja, donde se originó la fiesta del Corpus Christi en el siglo XIII, pero la agitación política en el país —debido a una disputa relativa a la enseñanza religiosa en las escuelas— lo hizo imposible. Entonces organizó el primer congreso eucarístico de la historia en la ciudad francesa de Lille, del 28 al 31 de junio de 1881.

Este evento marcó el inicio de una nueva etapa en el apostolado eucarístico, consolidando su obra como instrumento eficaz de renovación de la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

La expansión de los congresos eucarísticos: una gracia inmensa

Menos de dos semanas antes de la apertura del Congreso, Mons. de Ségur fallecía, el 9 de junio, pero el objetivo de todo ello había sido maravillosamente expresado por el prelado con estas palabras:

“Es bastante evidente que los grandes males de la actualidad, no solo en Francia, sino en todo el mundo cristiano, se atribuyen a la negación de Jesucristo. La secularización ha sido la consigna de los enemigos de Dios y su propósito ha sido mantener la religión y lo sobrenatural lejos de los corazones de los hombres. Nuestro propósito es abrir un camino hacia el corazón del hombre a fin de que Jesús entre en él, y este propósito solo puede alcanzarse por medio de la Sagrada Eucaristía”.

Cerca de tres mil fieles participaron en este primer Congreso Eucarístico, en representación de nueve nacionalidades. Al día siguiente, se creó la Comisión Permanente de los Congresos Eucarísticos. Un año después, en 1882, se celebró el segundo Congreso Eucarístico Internacional en Aviñón, al que asistieron seis mil personas, mientras que más de diez mil fieles acudieron al tercer Congreso Internacional, celebrado en Lieja en 1883.

En el duodécimo congreso, celebrado en agosto de 1899 en Lourdes, Emilia fue llamada “Juana de Arco del Santísimo Sacramento”, pero su nombre no fue asociado públicamente a los congresos hasta después de su muerte. Desconocida, pero tan activa y fervorosa como siempre, la señorita Tamisier continuó desempeñando su papel de liderazgo durante casi 30 años. Falleció el 20 de junio de 1910, mientras Montreal se preparaba para acoger el 21º Congreso.

Philibert Vrau, el generoso empresario que financió los congresos eucarísticos

Pero el éxito del primer Congreso en Lille fue asegurado por la ayuda de otro seglar, hoy poco conocido: Philibert Vrau, “el santo hombre de Lille”. Industrial y heredero de una próspera marca de hilo cuya producción multiplicó en pocos años, se convirtió en 1854 y eligió el celibato para servir mejor a la Iglesia. En 1857 fundó la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento en Lille. Deseando santificar su ciudad, apoyó obras de piedad y ayudó a Emilia Tamisier en la organización del primer congreso eucarístico.

Biografía de Philibert Vrau, mecenas de los congresos eucarísticos y fundador de la Universidad Católica de Lille, publicada en 2002 por Xavier Théry

Para obtener el beneplácito de Roma, Philibert Vrau fue a visitar al Papa León XIII junto con el marqués de Damas, director de peregrinaciones, y el padre Picard, nuevo superior general de los asuncionistas.

“Así fue como sucedieron las cosas”, escribió en una carta a su cuñado Camille Feron-Vrau. “El Santo Padre se acercó a mí. Yo sostenía en mi mano la petición para el Congreso Eucarístico. Me postré a sus pies y sentí sus manos reposar sobre mi cabeza. Permanecí allí, sin levantarme, durante un buen rato, mientras el padre Picard, testigo de mi aturdimiento y de mi emoción, comenzaba a explicar el propósito de nuestra petición.

“Oí al Santo Padre responder en italiano que tal proyecto solo podía ser largamente alentado y bendecido. Y entonces lo vi, que, extendiendo los brazos, lentamente me dio su solemne bendición. Me levanté y finalmente me armé de valor para pedirle, mientras le entregaba la petición, que, si lo deseaba, para animar a los promotores y organizadores del congreso, pusiera una palabra en su mano, como una preciosa señal de su aprobación”.

De hecho, no era una palabra, sino un breve, una carta formal, enviada por el Santo Padre al presidente de la obra. Este también quería que un sacerdote de Roma fuera delegado para participar en el congreso.

Otra importante contribución de Philibert Vrau fue facilitar al congreso su base logística para alojar a los invitados extranjeros en la Casa Alberto Magno, que él había donado a la naciente Universidad Católica de Lille, donde se celebró el congreso.

Vrau fue, si no el pilar, al menos la eminencia gris de los congresos hasta su muerte. Así, Delcourt-Haillot, secretario general de los congresos en aquella época, escribió al obispo Baunard el 15 de julio de 1905: “Desde el punto de vista de la obra eucarística, siempre he oído decir que el difunto Sr. Vrau fue el fundador de nuestra organización…

“El Sr. Champeaux fue secretario general durante mucho tiempo. Cuando estaba demasiado cansado para seguir desempeñando sus funciones, el Sr. Vrau fue a buscar al Sr. de Pèlerin a Nimes para sustituirlo; luego, cuando este, casi ciego, tuvo que encontrar un sustituto, fue nuevamente el Sr. Vrau quien vino a buscarme y me llevó a Lieja para presentarme a Mons. Doutreloux (obispo de Lieja y presidente de la organización).

Procesión eucarística en Indianápolis (EE. UU.) durante uno de los días del Congreso Eucarístico celebrado entre el 17 y el 21 de julio del año pasado, con la participación de decenas de miles de fieles

“Mientras tanto, seguía ocupado reclutando miembros para el comité, y casi todos los miembros diligentes y trabajadores fueron elegidos por él. La correspondencia muestra que, en los pocos meses que antecedieron a su muerte en 1905, Philibert Vrau, ya postrado en cama, seguía preocupándose por los congresos.

“Desde el punto de vista financiero, prestó su apoyo y, sobre todo, garantizó los gastos incurridos. Hasta 1893, la secretaría general estaba situada en Lille; se trasladó a París cuando Champeaux cedió su puesto al Sr. de Pèlerin”.

El cardenal Vannutelli, prefecto de la Sagrada Congregación del Concilio, signatario del decreto de san Pío X sobre la comunión diaria, fue cinco veces legado papal en los congresos eucarísticos. En el prefacio de un libro de Paul Feron-Vrau sobre los primeros veinticinco congresos eucarísticos, el cardenal escribió:

“En el origen de esta inmensa obra, cómo no percibir el papel decisivo de Philibert Vrau, quien, en su relación íntima con Jesús Eucaristía, había aprendido tan perfectamente la humildad para esconderse por completo en Dios, y la abnegación para sacrificarse por la salvación de sus hermanos, y la manera de abordar sin vacilar, cuando la gloria de Dios estaba en juego, las empresas más considerables y las más arduas”.

Y añade un poco más adelante: “No obstante, sigue siendo cierto que Philibert Vrau fue el instrumento de Dios para llevar a cabo efectivamente esta gran iniciativa: fue él quien aseguró prácticamente la celebración del primer congreso eucarístico internacional en Lille; fue él quien … acudió a poner en manos del Papa León XIII el destino de esta obra, ahora mundial.

Emilia María Tamisier (1834-1910), concibió las peregrinaciones de reparación a los lugares marcados por milagros eucarísticos y organizó los primeros Congresos Eucarísticos Internacionales

“¿Acaso Dios no quiso subrayar la importancia del papel que había desempeñado su buen servidor en aquellas circunstancias, cuando eligió, para recordar a Philibert Vrau, un aniversario del día en que León XIII había firmado el ‘breve’ aprobando explícitamente la obra de los congresos eucarísticos internacionales?”.

El organismo responsable se encuentra ahora en Roma y se denomina Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales, que ya ha celebrado 53 eventos, el último de ellos el año pasado en Quito, Ecuador.

Desde su creación en 1881, el entonces Comité para los Congresos Eucarísticos estableció una red de comités nacionales locales que abarcaba a los países católicos. Su objetivo era difundir el mensaje de los congresos internacionales e involucrar a los fieles en un movimiento de fe y amor a la Sagrada Eucaristía mediante la celebración de congresos locales.

Esta organización funcionó hasta mediados del siglo XX, cuando los comités locales comenzaron a desaparecer debido al cambio de rumbo de la pastoral, más centrada en cuestiones sociales que en la promoción de la piedad popular, y al consiguiente debilitamiento de aquel movimiento de devoción eucarística que era el alma de Emilia Tamisier y Philibert Vrau, así como de la gran aventura de los Congresos.

Pidamos a la Santísima Virgen que el ejemplo dado por el Papa León XIV anime a los comités nacionales a organizar muchos eventos como el X Congreso Eucarístico Nacional de los Estados Unidos, que en julio del año pasado reunió en la ciudad de Indianápolis a más de 1.600 seminaristas, sacerdotes, obispos y cardenales, de modo que la procesión de apertura de la misa final duró 25 minutos, con la presencia de aproximadamente 50 000 fieles.

San Teodoro el Estudita En las costumbres de la Iglesia, reflejos de su santidad
En las costumbres de la Iglesia, reflejos de su santidad
San Teodoro el Estudita



Tesoros de la Fe N°287 noviembre 2025


Santuario universal por las almas del Purgatorio
Palabras del Director Nº 287 – Noviembre de 2025 La más hermosa de todas las oraciones después del padrenuestro El discreto resurgimiento del catolicismo en Europa Nuestra Señora de Montligeon Necesidad de los recursos de la Iglesia para nuestro “último viaje” San Teodoro el Estudita Las manifestaciones públicas en honor al Santísimo Sacramento En las costumbres de la Iglesia, reflejos de su santidad La bendición del campo en 1800



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