Daniel Martins Nuestro Señor Jesucristo “no vino a apagar la mecha que aún humea”, dice el Evangelio.1 Aunque los países que en otro tiempo fueron católicos están, en gran parte, cubiertos por las cenizas de la apostasía, de la inmoralidad y de la indiferencia, una pequeña llama de fe aún arde. Esta brasa que observamos en varias partes de América está mostrando su luz y su calor también en Europa, pero gradual y discretamente. En el viejo continente, el caso más paradigmático es el de Francia. A comienzos de marzo, las redes sociales se llenaron de referencias a la Cuaresma y a la práctica de la penitencia. En la misa del Miércoles de Ceniza, los párrocos de todo el país se vieron sorprendidos por la afluencia de numerosos jóvenes. Los medios de comunicación lo registraron con asombro: “Estas impresionantes escenas no son una excepción: desde Nantes hasta Niza, desde París hasta Burdeos, las parroquias se vieron inundadas por un número sin precedentes de personas para la misa del Miércoles de Ceniza, que marca el inicio de la Cuaresma. Una característica notable de la multitud fue la presencia masiva de jóvenes, catecúmenos o no, a menudo alejados de la Iglesia, que, contra toda expectativa, atravesaron las puertas de las iglesias”.2 En TikTok, la palabra clave “Carême2025” (Cuaresma 2025) tuvo un éxito sin precedentes. Con sus frentes marcadas con una cruz de ceniza, los jóvenes grababan videos animando a los espectadores a practicar los ejercicios cuaresmales de ayuno y abstinencia. Varios de estos clips acumularon decenas de miles de “me gusta”, preguntas en los comentarios y consultas. Père Danziec, seudónimo de un conocido sacerdote y periodista, resumió así lo sucedido: “Existe una verdadera búsqueda de lo sagrado; la gente necesita puntos de referencia. Las cenizas son un claro indicador de ello”.3 Alguien podría argumentar, con razón, que los fenómenos de las redes sociales suelen ser efímeros. El panorama religioso en Europa, y particularmente en Francia, sigue siendo alarmante. Mientras que el 11 % de los franceses asiste a misas destacadas como la de Navidad, solo el 2 % de la población cumple semanalmente con el precepto dominical. A finales de la década de 1950, más del 90 % de los niños eran bautizados antes de cumplir los tres meses de edad. Ahora, la tasa es inferior al 20 %. “Según la encuesta EVS (European Values Study) de 2018, ‘en cuarenta años, la afiliación declarada ha caído del 70% al 32% de la población’”.4 No obstante, el flujo discreto pero creciente de conversos, sobre todo jóvenes, demuestra que “al darse cuenta de que se ha vuelto minoritario, el catolicismo está recuperando su intensidad”, según el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Burdeos, Yann du Cleuziou.5 De hecho, la mayoría católica de los años 50 estaba en franco declive en cuanto al fervor religioso. Este enfriamiento llegó a su pico con la crisis conciliar y la revolución de la Sorbona. La mayor asistencia a misa en aquella época se mantenía por la fuerza de la inercia y de los hábitos sociales. En cambio, el actual resurgimiento del fervor religioso trae consigo el impulso propio de los conversos.
El padre Benoît Pouzin, de la diócesis de Valence, afirma que “hace 10 ó 15 años, era complicado conseguir que los jóvenes rezaran. Hoy en día, tienen muchas ganas de hacerlo. Cuando vamos a retiros, lo que más les impresiona es el tiempo de oración y silencio, cuando apagamos todos los celulares. La religión les ofrece cosas que les atraen, como la meditación, el bienestar interior…”.6 Es curioso observar que, tanto en Francia como en otros países europeos, la conversión se produce por tres motivos. En primer lugar, la sed de llenar un vacío interior creado por la vida moderna. En un segundo momento, la atracción por las prácticas tradicionales de penitencia, como es el caso del ayuno y la peregrinación, como medio para purificarse de los pecados y reconciliarse con Dios. Por último, la búsqueda de los sacramentos, en muchos casos en el rito tradicional. ¡Oh, qué misterio para quienes no tienen fe: jóvenes en busca de penitencia… para alcanzar la alegría que el hedonismo no les da! Por ejemplo, la peregrinación de París a Chartres, realizada para promover la misa tradicional en la fiesta de Pentecostés, atrajo a un número récord de jóvenes, que recorrieron 100 km a pie durante tres días.7 Los organizadores tuvieron que cerrar las inscripciones al legar a los 18.000, con miles más en la lista de espera. En la última Pascua se batió otro récord: más de 10.300 adultos y 7.400 adolescentes fueron bautizados, lo que supone un aumento del 45% con respecto a 2024. Según una conocida revista francesa, estas cifras confirman la tendencia observada en los últimos cinco años.8 En la noche en que la Santa Iglesia encendió el fuego pascual, rezamos, estimado amigo, para
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