No puedo persuadirme de que en esta petición pidamos solo algo temporal para sustento de la vida corporal, sino también algo espiritual para sustento del alma. Porque de estas siete peticiones, las tres primeras son para Dios, la santificación de su Nombre, su Reino y su Voluntad; y de las cuatro que pedimos para nosotros, solo en ésta, que es la primera, pedimos que nos dé algo; porque en las otras rogamos que nos libre de pecados, de tentaciones y de todo mal. Pues lo único que pedimos a nuestro Padre que nos dé, no ha de ser algo temporal, para el cuerpo; pues por el hecho de ser sus hijos y poseer un alma, no está bien pedirle cosas tan bajas y comunes, porque Él las da a las criaturas inferiores y al hombre sin que las pidan, y especialmente habiéndonos advertido Su Majestad que le pidamos primero las cosas de su Reino (que es lo que toca a nuestras almas), que de lo demás Él cuidará. Y por eso declaró por San Mateo “El pan nuestro sobresustancial dánosle hoy”. Suplicamos, pues, en esta petición el pan de la doctrina evangélica, las virtudes, y el Santísimo Sacramento, y finalmente todo lo que mantiene y conforta a nuestras almas para sustento de la vida espiritual. Pues a este soberano Padre, Rey y Esposo, considerémosle Pastor con las cualidades de los otros pastores, y con tantas ventajas cuantas Él mismo se pone en el Evangelio cuando dice: “Yo soy el buen Pastor, que da la vida por sus ovejas”. Así, vemos con cuánta eminencia están en Cristo las cualidades de los pastores excelentes, de que hace memoria la divina Escritura, Jacob y David. De David dice, que siendo muchacho luchaba con los osos y leones, y los desquijaraba, por defender de ellos un cordero. De Jacob dice que nunca fueron estériles sus ovejas y cabras que guardó, que nunca comió carnero ni cordero de su rebaño, ni dejó de pagar alguno que el lobo le comía, o el ladrón le hurtaba; que de día le fatigaba el calor y de noche el hielo, y que ni dormía de noche ni descansaba de día, por dar a su amo Labán buena cuenta de sus ganados. […] Este amor es el que quiere el Señor que aquí consideremos cuando comulgamos, y aquí deben de confluir todos nuestros pensamientos […]; y tal agradecimiento nos pide, cuando al comulgar, nos manda que recordemos que murió por nosotros, y bien se ve la gana con que se nos da, pues llama a este manjar pan de cada día, y quiere que se lo pidamos cada día; pero ha de advertir la limpieza, y virtudes que han de tener los que así le comen.
* Biblioteca de Autores Españoles - Escritos de Santa Teresa, M. Rivadeneyra Editor, Madrid, 1861, t. I, pp. 538-545, con ligeras adaptaciones.
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