La digitalización total de la actividad escolar contribuye a crear el escenario perfecto para una educación deplorable. En Suecia se vive Luis Dufaur Frente a los estragos causados en la mente de niños y jóvenes por su dependencia a los dispositivos digitales, centros educativos de Europa y Estados Unidos han redescubierto el valor del contacto personal, la importancia del salón de clases, la memorización, la escritura, los libros impresos y la propia caligrafía, según informes de prensa.1 Diversos estudios, libros especializados y muchas pruebas científicas han recomendado la desdigitalización masiva en los colegios. Una tendencia que ya ha comenzado en los países nórdicos y que podría imponerse en todo el mundo. En los países desarrollados, los hijos de familias con rentas bajas consumen casi el doble de tecnología que los hijos de familias con rentas altas. De ahí que se haya acuñado el término “ciberproletariado”: una masa de jóvenes mínimamente capacitados y mentalmente desfavorecidos, relegados por las escuelas a la condición de nuevos siervos debido al uso de las tecnologías digitales. La ministra sueca de Educación, Lotta Edholm, se pronunció en contra de esta degradación. Para ella, la digitalización de las aulas fue un experimento carente de crítica, en el que se aceptó la tecnología sin tener en cuenta el contenido ni los resultados. A su vez, las ciencias demostraron que los efectos han sido tan perjudiciales que ya es hora de dar marcha atrás, porque los alumnos reciben cada vez menos conocimientos y sufren un retroceso intelectual y cerebral. Apenas saben leer, su comprensión lectora ha caído vertiginosamente, se ha perdido la caligrafía y, sobre todo, la capacidad de mantener la atención. Suecia ha desistido de su plan de digitalización en las escuelas y el gobierno quiere que el aula funcione como un lugar de lectura y conocimiento. No se renuncia a la tecnología, pero la solución a los problemas de la educación exige no abandonar a los alumnos frente a una pantalla. “Desdigitalizar” es progreso
Investigadores y pedagogos constatan esta caída y se preocupan por la generación que, según UNICEF, creció sin saber cómo era la vida antes del smartphone y perdió el hábito de la lectura. Los cambios provocados por la digitalización a todos los niveles han deteriorado el cociente intelectual de esta generación. Los dispositivos digitales son un instrumento poderoso y, si se utilizan de forma exclusiva o abusiva, pueden causar innumerables perjuicios educativos y mentales. Por añadidura, la juventud está entrando en la era de la Inteligencia Artificial, llena de riesgos que ni siquiera los adultos son capaces de medir. Los expertos recomiendan que los niños solo tengan acceso a la tecnología cuando hayan aprendido a leer y escribir con fluidez. De hecho, ¿qué haría un joven que necesita escribir un mensaje de su puño y letra, pero que solo sabe digitar? Los científicos señalan que, en países como Estados Unidos, miles de escuelas públicas para niños desfavorecidos están saturadas de tecnología y se ha restado importancia al profesorado. Como consecuencia, los docentes son poco calificados, están mal pagados y hay escasez de maestros. Restaurar la enseñanza tradicional Ha surgido pues el escenario perfecto para una educación deplorable, fruto de la ausencia de la relación entre una persona calificada —el profesor— y el alumno, exaltada desde la antigüedad por los maestros de Grecia, por ejemplo. Un gran promotor de la digitalización, Steve Jobs, fundador de Apple, confesó el año 2001, en un reportaje titulado El aula del futuro: “Cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”. Si se busca una cultura democrática, esta no puede depender de un algoritmo —método ideal para una dictadura de ciencia ficción—, sino de los valores y conocimientos que el maestro transmite a sus discípulos En 2023, un centenar de colegios públicos de Seattle (EE. UU.) y 50.000 alumnos demandaron a empresas tecnológicas por los daños a la salud mental causados por apps como TikTok, Instagram, Facebook, SnapChat o YouTube. Restaurar la educación clásica es de la mayor urgencia. La ministra de Educación sueca ha recibido el apoyo de la ministra de Cultura, y los partidos conservadores aceptan el “cambio de paradigma”, aunque en un país como Suecia pueda parecer retrógrado. Los políticos piensan en la reacción positiva de los padres de familia, preocupados por el retroceso cultural de sus hijos. La historia registra la importancia de la lectura y de la escritura a una edad temprana. Los textos cuneiformes sumerios de hace 2.500 años insistían en que los alumnos perfeccionaran su caligrafía. Las escuelas sumerias tenían un “encargado del chicote” para quienes no cultivasen a la perfección el arte de escribir. Un gran educador y teólogo, el sacerdote jesuita Henri Ramière, fiel al estilo que elevó a la Compañía de Jesús a un nivel educativo superior, exigía a los alumnos una redacción personal primorosa de apenas una página, no solo sin errores ortográficos ni gramaticales, sino con perfección caligráfica, sin manchas, borrones u otras imperfecciones.2 Progresistas contra la ciencia A los detractores de la restauración no les gusta que las evidencias científicas desaprueben la digitalización de las clases. Es fácil encontrar estudios de pediatría, neurociencia y psicología que advierten de los perjuicios que puede acarrear el uso excesivo de las tecnologías digitales. El enfado de los modernistas se debe al hecho de que el gobierno sueco se apoye en “evidencias científicas”. Cuando la ciencia se opone a las utopías de la izquierda, vituperan a la ciencia, como lo manifiesta Critical Studies of Education & Technology.3 La mentalidad “moderna”, que se rebela contra la ciencia, exige una libertad irrestricta para que los alumnos naveguen por el mundo digital, pero poco le importa la formación de los jóvenes. Confirmación de un profesor portugués El profesor portugués Antonio Duarte 4 señaló que en quince años las aptitudes intelectuales de los alumnos suecos disminuyeron, su dependencia de la información disponible en Internet les privó de la voluntad de pensar y se volvieron cada vez más incapaces de expresarse, mientras que la lectura se redujo a lo básico. Las ministras suecas de Educación y de Cultura han anunciado el regreso de la enseñanza basada en libros y se plantean prescindir de computadoras y tablets en las escuelas. El desarrollo del cerebro y de la destreza manual son esenciales, pero si se llegaran a atrofiar por el uso indiscriminado de dispositivos digitales, volveríamos a las cavernas, iluminados, eso sí, por los reflejos de las pantallas encendidas. Es esencial una evaluación rigurosa, imparcial y honesta de la experiencia educativa de cada alumno por parte del profesor, para que nuestros niños y jóvenes no sean arrojados a un sistema que no ha dado buenos resultados y se encamina hacia el desastre de la civilización. Para ello, el gobierno sueco “destinará 60 millones de euros este año y 44 millones de euros anuales en 2024 y 2025, para acelerar el retorno de los libros a las aulas”.5 Según la ministra Edholm, “los nuevos descubrimientos de la ciencia cognitiva demuestran que los alumnos aprenden más cuando leen en un libro que en una tableta”. En su opinión, profesores y alumnos han acogido favorablemente la decisión: “Las respuestas son muy positivas. Tener libros es visto casi como un lujo y, sobre todo, muchos padres aceptan el cambio”.6
En mayo de 2023, se dieron a conocer los resultados del informe PIRLS 2021 (Progress in International Reading Literacy Study) que evalúa la comprensión lectora y las tendencias de aprendizaje de alumnos de 4º de primaria en 57 países del mundo. Suecia quedó en 8ª posición, y Brasil, el único país sudamericano participante, apenas superó a Irán, Jordania, Egipto y Sudáfrica. Equilibrio entre letra e imagen El profesor Plinio Corrêa de Oliveira, quien ejerció por varias décadas la docencia universitaria, defendía el equilibrio entre caligrafía e imagen. Citaba como ejemplo el arte miniado de los libros y pergaminos medievales. La letra capitular podía tener un pájaro cantando, una flor, una escena de la vida cotidiana, etc. La cultura medieval utilizaba muchos dibujos como parte de la caligrafía. Esta conjugación armónica en el aprendizaje, entre la letra y la contemplación de la imagen, era muy agradable y se perfeccionó con el tiempo, formando una generación que forjó la civilización occidental y cristiana.
Notas: 1. El Colombiano, http://surl.li/lhebc; 2. Folha de S. Paulo, http://surl.li/lhecl; 3. Criticaledtech.com, http://surl.li/lhedk;
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