Luis Dufaur El saludo del arcángel san Gabriel a la Santísima Virgen con motivo de la Anunciación en la casa de Nazaret es la oración mariana más antigua y sublime. Asimismo, es la que los fieles más rezan y rezarán hasta el fin del mundo: “Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. ¿Cuál es, sin embargo, la oración más antigua compuesta por los hombres dirigida a la Madre de Dios? Inesperadamente, ella ha aparecido inscrita en un pequeño y frágil papiro, redactada en griego, desenterrado de las arenas del desierto en el norte de África. Lo más sorprendente es que el manuscrito, después de casi dos mil años, se ha encontrado en estado legible. Ahora está cuidadosamente protegido entre dos cristales para evitar que se deteriore. Parecería como si los ángeles hubieran querido conservar el texto para revelarlo en estos días, en que tanto se blasfema contra los más insignes atributos de la bienaventurada Madre de Dios, a fin de despertar la fe de nuestros contemporáneos. El papiro habría desaparecido en el siglo III y fue hallado en 1897 en un vertedero de las ruinas de la desaparecida ciudad de Oxirrinco, en el norte de Egipto. Los arqueólogos ingleses Bernard Pyne Grenfell y Arthur Surridge Hunt recuperaron en el lugar una abundante colección de manuscritos, conservados actualmente en la Colección John Rylands de la Universidad de Manchester, en Inglaterra; los cuales recién se dieron a conocer en la década de 1930, sin que nadie los hubiera transcrito correctamente. Una meticulosa transliteración El filólogo español Felipe Gonzalo Hernández Muñoz, del departamento de Clásicas de la Universidad Complutense de Madrid, acudió en diciembre de 2022 a la Rylands Collection y llevó a cabo una transliteración correcta del griego y su traducción al inglés y al latín. Así pues, nos ofrece una primera versión concienzuda de la oración, que tiene algo de la famosa Salve Regina, pero mucho más sencilla. Es la siguiente: “Bajo tus / entrañas misericordiosas / nos refugiamos, / Madre de Dios. Nuestras / peticiones no des-/precies en el apuro / sino que del peligro, / líbranos, / solo tú santa, / la bendita”. El profesor Hernández nos explica: “Percibimos una escritura cuidada. Está toda en mayúsculas y en griego, la lengua más extendida entonces. Hay rotos en el papiro, pero las letras se pueden intuir sin problema”. Destaca del mismo modo cómo las palabras con que se inicia la oración —“bajo tus entrañas misericordiosas”— evocan a la Salve Regina y comparten similitudes con el Sub Tuum Praesidium (Bajo tu amparo). “Esto, probablemente, se perpetuó y explique por qué los creyentes se referirían a María como Madre de la Misericordia o también ‘ojos misericordiosos’. La conexión entre este texto tan antiguo y nuestra Salve es bastante emocionante”, sentencia el filólogo. La oración pide a la Virgen que nos libre de los peligros. Y uno de ellos era la persecución contra los cristianos perpetrada por el Imperio Romano.
Devoción temprana hacia la Virgen María ¿Por qué encontramos en este viejo papiro del año 250 d.C. la versión más antigua de una plegaria mariana que nos recuerda a la Salve Regina? Grandes santos marianos, como san Luis María Grignion de Montfort, enseñan que la devoción a la Santísima Virgen comenzó en vida de la Madre de Dios. Destacando la veneración que le tenían los propios Apóstoles, que acudían a su casa en Nazaret para visitarla y celebrar misa en un altar, hoy conocido como el Altar de los Apóstoles, que se conserva en la Santa Casa de Loreto, en Italia, a los pies de la imagen de Nuestra Señora.
En aquellos tiempos remotos, a causa de los vicios y debilidades de los neófitos que procedían del paganismo, la devoción a la Madre de Dios era revelada con discreción y prudencia. De hecho, al percatarse de su excelsa virtud, los paganos recientemente convertidos podrían haberla confundido con una diosa. Con la posterior consolidación del apostolado, esta dificultad desapareció y el culto a la Santísima Virgen se difundió libremente. El culto a Nuestra Señora en los primeros siglos de la Iglesia tuvo su aprobación magisterial en el Concilio Ecuménico de Éfeso, el año 431. En aquella ocasión María fue proclamada Madre de Dios (Theotókos, en griego). El paladín de esta proclamación fue san Cirilo (375 ó 378-444), patriarca de Alejandría en Egipto. En aquel famoso Concilio, por defender a la Santísima Virgen como Madre de Dios, san Cirilo fue acusado por el heresiarca Nestorio (patriarca de Constantinopla) y sus obispos cómplices, quienes lo tacharon de “monstruo, nacido y educado para la destrucción de la Iglesia”. Con similar odio, como de costumbre, en vano los protestantes impugnaron el origen histórico de la devoción a Nuestra Señora, arrancando de la Biblia las páginas en que se la menciona.
El progresismo le niega ciertos atributos Peor aún, en nuestros días, el llamado progresismo católico, que todo lo subvierte, se empeña en negar con el mayor furor los más excelsos atributos de la Santísima Virgen, como el de Mediadora Universal de todas las Gracias y su correspondiente título de Abogada nuestra.
Si la Virgen María es la Mediadora Universal, solo la Iglesia Católica es el único canal que nos conduce a Dios a través de Ella, abogada nuestra por excelencia, en quien podemos confiar con plena certeza. Pero ha sido en estos tiempos nuestros de negación empedernida, protestante o progresista, cuando la Divina Providencia se ha encargado de hacer reaparecer el histórico papiro que prueba que los atributos celestiales de la Virgen no son una invención tardía, sino que le han sido reconocidos durante casi dos milenios.
“Durante muchos años, este documento se ha dejado de lado. Puede que uno de los motivos sea que resultaba controvertido porque contiene a una oración a la Virgen María. El texto ha descolocado a varios teólogos porque aparece en la mitad del siglo III, antes de lo que nadie podía pensar”, afirmó el filólogo Hernández, que tradujo el papiro, confirmando lo que tantos habían intuido, unos con redoblado amor, otros con odio y rebeldía. “Podemos deducir que los cristianos entendieron desde el relato de la Pasión, cuando Jesús le dice a Juan: ‘Ahí tienes a tu madre’, que la Virgen no solo era la de Juan, sino también la Madre de toda la Iglesia y de todos los cristianos”, explica finalmente el doctor Hernández, haciéndose eco de la enseñanza unánime de la Iglesia. Las representaciones artísticas muy antiguas nos presentan a la Santísima Virgen como íconos, es decir, una figura plana. El más antiguo de ellos, cuya autoría se atribuye al apóstol san Lucas, se venera en el monasterio de las religiosas dominicas del Monte Mario, el punto más alto de Roma, y se conoce como la “Advocata” (Abogada). El culto a la Santísima Virgen como invención medieval carece de todo fundamento, pues las imágenes marianas precedentes a esta época, también nos hablan de un culto que se remonta a los tiempos apostólicos.
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La más antigua plegaria a la Madre de Dios “Bajo tus entrañas misericordiosas…” |
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