Fundadora de las Hijas de María Auxiliadora Suscitada por la Providencia Divina para secundar a san Juan Bosco en su apostolado con la juventud, fundó la rama femenina de los salesianos Plinio María Solimeo María Dominga Mazzarello nació en Mornese (norte de Italia), el día 9 de mayo de 1837, siendo la mayor de los diez hijos de José y María Magdalena Mazzarello. Como primogénita, desde niña ayudó a su madre cuidando de sus hermanos menores y de los quehaceres domésticos. Lo cual se reveló providencial, pues más tarde se encargaría de una gran familia religiosa. Maín, como era cariñosamente conocida en casa, sobresalía en las aulas de catecismo e hizo su primera comunión en 1850. Adolescente, ayudaba a su padre en las faenas del campo, trabajando en la viña. Con tantas responsabilidades sobre sus hombros desde la infancia, María no tuvo tiempo de ir al colegio. Sin embargo, poseía un carácter fuerte y espíritu de liderazgo. Durante toda su vida hizo un continuo esfuerzo para adaptarse a los demás y adquirir la suavidad de trato que después la caracterizó como superiora. Humilde comienzo de una gran obra María Mazzarello ingresó a los quince años en la Asociación de Hijas de María Inmaculada, fundada por el párroco local, Don Domingo Pestarino. Las asociadas se dedicaban a obras de caridad y atender a los niños. El grupo estaba formado por quince jovencitas; no tenían un reglamento escrito. Las chicas se reunían en la casa de una de ellas, para la lectura espiritual y trazar planes de acción. Aunque no pensaban formar un instituto religioso. Por aquella época (1854) en Turín, Don Bosco fundaba junto con otros sacerdotes la Sociedad de San Francisco de Sales, conocida como Salesianos, para cuidar de los jóvenes. Fue esta asociación la que con el tiempo se constituyó en el Instituto de María Auxiliadora, como veremos. A raíz de una epidemia de tifus, contrajo la temible enfermedad María Mazzarello tenía 23 años de edad cuando una epidemia de tifus se abatió sobre Mornese. La numerosa familia de unos tíos suyos fue una de las primeras en contraer la enfermedad. Aunque sabía que se exponía al contagio, María fue a atender a sus parientes. Una semana después los tíos sanaron, pero ella contrajo el tifus. Y quedó tan enferma que llegó a recibir los últimos sacramentos. Después se fue recuperando lentamente, pero ya no era físicamente la misma: se había adelgazado y debilitado tanto, que nunca más podría trabajar en la viña. Durante su convalecencia tuvo una visión: vio surgir en el campo un gran edificio y a muchas niñas jugando y riendo en su patio. Oyó entonces una voz: “A ti te las confío”. María quedó perpleja, sin saber bien lo que eso significaba. Más o menos por el mismo tiempo, Don Bosco también tuvo una visión de muchas niñas abandonadas en un patio. Una voz también le decía: “Cuida de ellas, son mis hijas”.1 Apostolado con un taller de costura y un orfanato Mientras tanto, María decidió, junto con su amiga Petronila Mazzarello (no eran parientes), aprender corte y confección para enseñar a las jóvenes del pueblo. Don Pestarino había conseguido para ellas una casa donde podían vivir en comunidad, como ensayo para la vida religiosa. Fue ahí que las dos jóvenes montaron un taller de costura y comenzaron a enseñar el oficio. Las alumnas acudieron. Otras asociadas también las fueron a auxiliar. Cierto día un señor, cuya esposa había fallecido recientemente, pidió a las jóvenes que cuidaran de sus dos hijas, porque estaba desempleado. Poco después aparecieron otras huérfanas. Al mismo tiempo, los días domingo, las Hijas de María Inmaculada comenzaron también a reunir a las niñas para entretenerlas con juegos y canciones, proporcionándoles así una distracción inocente. De ese modo, el apostolado con las chicas de Mornese fue progresando, las Hijas de María Inmaculada hacían con las niñas, sin saberlo, algo parecido a lo que Don Bosco hacía con los niños en Turín.
Todo eso no ocurrió sin muchas dificultades. Pues era necesario vestir y alimentar el número creciente de internas, así como mantener la escuela. Fue necesario recurrir a las limosnas, conseguir en el bosque la leña necesaria para cocinar y calentar la casa en el riguroso invierno europeo. Sin embargo, animadas por María Mazzarello, que se convirtió en el alma de todo este apostolado, las Hijas de María Inmaculada conservaban la alegría y la paz interior, y sobre todo el espíritu sobrenatural. Los rumbos de la Providencia en la obra de apostolado Mientras tanto, en Turín, Don Bosco buscaba un medio de fundar una obra también para las niñas. Pues, además de la visión que tuvo en ese sentido, en una visita al bienaventurado Pío IX, el Soberano Pontífice lo incumbió también de eso. Don Bosco aguardaba una oportunidad para esa nueva obra. Fue entonces que Don Pestarino, que estaba ingresando a los salesianos en Turín, comentó con Don Bosco todo el bien que la Asociación de María Inmaculada hacía con las jóvenes en Mornese. El santo se interesó mucho, y en 1867 fue allá con su banda de chicos, con el pretexto de reunir fondos para su Oratorio. Impresionado con lo que vio, Don Bosco tuvo una reunión con las chicas de la Asociación, en la cual les propuso formar una rama femenina de los salesianos, que haría por las jóvenes lo que los sacerdotes hacían por los jóvenes. La respuesta fue entusiástica. El Papa Pío IX aprobó el proyecto, y las quince jóvenes, lideradas por María Mazzarello, hicieron entonces, el día 31 de julio de 1872, su profesión religiosa en manos del obispo de Acqui, de Don Bosco y del Don Pestarino. Así surgió el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Don Bosco pidió a María Mazzarello que fuera la superiora, hasta que se hiciera una elección entre las nuevas religiosas, y así se hizo. Don Bosco determinó que les fuera destinado el colegio que la población de Mornese estaba construyendo para un nuevo oratorio. María Mazzarello vio realizarse así el sueño que tuviera. Expansión de la obra recién fundada Poco a poco nuevas postulantes vinieron a engrosar las filas de la congregación. Así, dos años después, un grupo de Hijas de María Auxiliadora fundó una casa de la congregación en Borgo San Martino. A pedido de Don Bosco, algunas de las hermanas viajan en 1877 como voluntarias a las misiones en América Latina. “Como rama femenina de la familia religiosa salesiana, las Hijas de María Auxiliadora [...] aportaron a su ministerio el genio femenino particular que se presta tan bien para educar, enseñar y alentar a las jóvenes a lo largo del camino de la salvación y del crecimiento personal”.2
Elegida Madre General del nuevo Instituto, Madre Mazzarello consideró la importancia del estudio para que ella y otras hermanas en la misma situación pudieran educar a las alumnas. Pues, a ejemplo suyo, varias de las hermanas eran aún iletradas. Decidió entonces que las más aptas no sólo aprendieran a leer y escribir, sino que aprobaran cursos superiores para que pudieran enseñar en sus escuelas. Ella se interesaba por el progreso espiritual e intelectual de cada una. Durante los siete años que permaneció como Superiora General hasta su muerte, Madre Mazzarello tuvo muy presente que había sido una campesina analfabeta, y por eso se esmeraba en tratar las otras hermanas con la más profunda humildad, comprensión y amor materno. Y todas veían que tenía un corazón de madre y alma de ángel, lo que las conquistaba. Las fundaciones fueron surgiendo no sólo en Italia, sino que traspuso el océano. Cuando las hermanas salesianas partieron para misiones en América del Sur, ella las acompañó hasta el puerto de Génova, donde tomó después un navío para visitar a las hermanas en Francia. Pero al llegar se sintió mal de salud, percibiendo que sus días estaban contados. Decidió entonces regresar a Italia, a fin de morir entre sus hermanas. El viaje de regreso fue doloroso y en etapas, debido a su precario estado de salud. En el camino se encontró por última vez con Don Bosco, a quien preguntó si iba a morir. A la respuesta afirmativa se limitó a sonreír, entregándose en las manos de Dios. Últimas y inspiradas recomendaciones En abril de 1881 Madre Mazzarello estaba de vuelta en Mornese. A mediados de mayo, comenzó a sentir las señales de la muerte. Dijo entonces a sus religiosas: “Temo que surgirán rivalidades entre vosotras después de mi muerte y la envidia de una joven hermana que podría ser colocada como superiora. Recuerden que la Santísima Virgen es la superiora de esta congregación. Obedezcan siempre a la que reciba la tarea de dirigir. Y, en segundo lugar, ayúdense siempre unas a las otras, pero dejen que su dirección espiritual esté en las manos de aquella designada para ese propósito”. Y, a las que ingresarían a la vida religiosa, ella alertó: “¡Las hermanas no deben dejar el mundo y después edificar otro mundo propio en la congregación!”. María Dominga Mazzarello entregó su bella alma a Dios el día 14 de mayo de 1881, a los 44 años de edad. Fue beatificada en 1938 por Pío XI y canonizada el 24 de junio de 1951 por Pío XII. Sus restos son venerados en la Basílica de María Auxiliadora, en Turín.
En 1936, el Papa Pío XI, al proclamar la naturaleza heroica de las virtudes de Madre Mazzarello, así se expresó: “¡Aquí tienen a una mujer de una simplicidad, de una extrema simplicidad; una simplicidad tan pura como la de los elementos más simples, tan simple y sin mancha como el oro sin aleación!”. Y añadió: “La nota característica de María Mazzarello es su humildad, una profunda conciencia y un continuo recuerdo de su modesto nacimiento, un sencillo estilo de vida y de trabajo. Ella no era más que una campesina, una costurera de aldea, dotada de la educación más elemental, que carecía de todos los refinamientos que generalmente asociamos al término. Había en ella apenas esa simplicidad que Dios había predispuesto en un alma tan elegida”.3
Notas.- 1. Cf. Mary Mazzarello, Salesian Sisters of St. John Bosco, disponible en http://salesiansisters.wordpres.com/mary-mazzarello; The Life Story of St. Mary Mazzarello (Mother Mazzarello), Salesian Family of Don Bosco, disponible en http://www.donboscowest.org/saints/marymazzarello. 2. Salesian Sisters of St. John Bosco, op. cit. 3. Salesian Family of Don Bosco, op. cit.
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