PREGUNTA ¡Estoy con miedo de todo eso que va a suceder! La profecía de Fátima habla de castigos del Cielo. ¿Es verdad que tendré que quedarme en casa cuando todo esté sucediendo? ¿No podré salir afuera cuando Jesús estuviese castigando a las personas? RESPUESTA Que la humanidad está apartada de Dios y provocando la cólera divina con toda especie de malas costumbres, vicios y pecados, cualquier persona en la cual quede un poco de sentido de moralidad y religiosidad lo percibe. Algunos, movidos por la gracia que actúa en sus corazones, dan un paso adelante y concluyen que todo ello clama por una intervención extraordinaria de la Providencia para restaurar todas las cosas según los principios del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Una intervención extraordinaria de la Providencia Divina se hace muchas veces por medio de un castigo, y en el caso del mundo moderno varias profecías lo anuncian, en particular las de Nuestra Señora en Fátima. Claro está que se trata de profecías particulares, que no obligan a la fe. Fátima, sin embargo, recibió de la Iglesia todas las aprobaciones posibles, y sería temerario negarla. Según el modo de proceder habitual de la Providencia, esas profecías son condicionadas a la correspondencia de los hombres. Es decir, si los hombres se arrepintiesen de sus pecados e hiciesen penitencia, apartarán de sí el castigo. De lo contrario, éste se desencadenará sobre la humanidad pecadora. Quien me escribe se manifiesta asustada con tal perspectiva y pide esclarecimientos sobre cómo proceder en las circunstancias concretas en que se diere el castigo. La gloria de Dios por encima de todas las cosas La primera consideración a hacer es que debemos colocar la gloria de Dios por encima de todas las cosas. Naturalmente, el instinto de conservación, que el propio Dios colocó en nosotros, nos lleva a querer salvar la propia vida. Pero el hombre debe comprender que, si hubo castigo, fue necesario para dar gloria a Dios, y así, conquistar la felicidad eterna en el Cielo. Ese es el pensamiento que llevaba a los primeros mártires del Cristianismo a entregar la propia vida para permanecer fieles. Y de ese mismo modo procedieron los mártires en todas las épocas de la Iglesia. Ahora, la profecía de Fátima anuncia una nueva era de persecución en nuestros días, declarando textualmente que “los buenos serán martirizados” (cf. segundo secreto). En nuestra ingenuidad y falsa seguridad, podríamos pensar que ese martirio se daría solamente entre los pueblos paganos. El martirio sería, pues, para los otros… ¡Ceguera total de nuestra parte! ¿No estamos viendo ser aceleradamente descristianizadas nuestras naciones, que otrora eran de hecho cristianas? Hace tiempo que el laicismo de Estado viene siendo preconizado, y ya quieren quitarnos hasta el derecho de hablar como cristianos… La perspectiva del martirio no se plantea sólo para los cristianos chinos que aún viven en un régimen comunista, sino para nosotros mismos, que vivimos en un ex-cristianísimo país. Preparémonos… Por supuesto que aún nos queda terreno para luchar, dentro de los marcos legales de un Estado de derecho aún no enteramente abolido. ¡Hagámoslo con todo el empeño, mientras aún nos quede ese pedazo de suelo! ¿Cómo se desencadenará el castigo previsto? Como es general en las profecías, la de Fátima no proporciona detalles pormenorizados del castigo que se desencadenará si los hombres no hiciesen la debida penitencia. Sabemos que “Rusia esparcirá sus errores por el mundo” (segundo secreto), pero muchos pensaron que después del colapso del comunismo ese peligro había pasado. Hoy vemos con temor que el comunismo se desliza en varios países del mundo, inclusive en nuestra América Latina. Ahora bien, el comunismo transformó el laicismo de Estado en ateísmo de Estado. Sólo que, mientras la palabra ateísmo aún asusta un poco, la malicia de la palabra laicismo pasa desapercibida. Pero el laicismo, llevado hasta sus últimas consecuencias, desemboca en el ateísmo. Delante de este panorama cargado de densas nubes, puede ser que se configuren los escenarios que la consultante coloca en su pregunta, y de los cuales hablan algunas profecías, por lo demás, no siempre autenticadas por la Iglesia: no salir de casa y no envolverse en conflictos de calle “cuando Jesús estuviese castigando a las personas”, como ella se expresa. Es lícito tomar tales cautelas, semejantes a las que el mismo Jesucristo anunció en el Evangelio de San Mateo (c. 24, vv. 15-21): “Cuando vean en el lugar santo la abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel —el que lea esto, entiéndalo bien— los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; el que esté en la azotea de su casa, no baje a buscar sus cosas; y el que esté en el campo, que no vuelva a buscar su manto. […] Porque habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás”. Castigos vividos en la alegría del triunfo que vendrá Según los intérpretes de la Sagrada Escritura, las profecías de Nuestro Señor sobre el fin del mundo se superponen a las diversas vicisitudes por las cuales pasará la Iglesia y la humanidad a lo largo de los siglos. Es lícito, por lo tanto, aplicarlas a las vicisitudes en que se encuentra la humanidad en nuestros días, a las cuales pondrán fin los acontecimientos previstos en Fátima. Leamos lo que dice San Lucas en el capítulo 21, vv. 28-33 de su Evangelio:
“Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está próxima vuestra redención. Y Jesús les hizo esta comparación: Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Del mismo modo, con palabras análogas termina el segundo secreto de Fátima: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Palabras éstas que, interpretadas a la luz de la visión profética de San Luis María Grignion de Montfort, indican el inicio de una nueva era para la Iglesia y la humanidad, marcada por un dominio especialísimo del Inmaculado Corazón de María sobre las almas, que el mismo santo denomina Reino de María: Ut adveniat Regnum tuum, adveniat Regnum Mariae — “Para que venga tu reino, venga el reino de María” (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, nº 217). Por lo tanto, los castigos deben ser vividos en la alegría del triunfo que vendrá. En su visita a Portugal en mayo del año pasado, el Papa Benedicto XVI auguró: “Que estos siete años que nos separan del centenario de las apariciones impulsen el anunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María para gloria de la Santísima Trinidad”. Por ello, a nuestra acongojada lectora le dirigimos estas palabras de aliento: Tenga confianza en la Virgen, pues a Ella se pueden aplicar las palabras del salmista: “Muchos son los flagelos del pecado, no obstante, aquél que espera en Nuestra Señora, será cercado de misericordia” (Cf. Sl. 31, 10).
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