Vidas de Santos San Hilarión, el Grande

Abad y Confesor

Iniciador y organizador de la vida monástica en Palestina —como lo había sido san Antonio Abad en el desierto egipcio—, san Hilarión se hizo muy popular en la Edad Media a causa de sus milagros. San Jerónimo, quien lo descubrió en Tierra Santa cuando allí vivía, escribió su biografía.

Plinio María Solimeo

The Catholic Encyclopedia, en su sección “Padres de la Iglesia”, transcribe la Vida de san Hilarión escrita por san Jerónimo, con la siguiente anotación: “La vida de Hilarión fue escrita por Jerónimo el año 390 en Belén. Su objetivo era promover la vida ascética a la que estaba consagrado. Contiene, entre muchas leyendas, algunas afirmaciones que la vinculan a la historia genuina y, en cualquier caso, es un curioso registro del estado de la mente humana en el siglo IV”.1

San Jerónimo afirma que se basó en una carta de san Epifanio, arzobispo de Salamina, quien conoció a Hilarión en sus últimos años de vida eremítica. El Martirologio Romano Monástico dice sobre este santo, el día 12 de mayo: “En el año del Señor de 403, san Epifanio, judío de Palestina, que se convirtió a Cristo y llevó una vida monástica durante treinta años cerca de su aldea natal. Elegido obispo de Chipre, conservó el hábito y las costumbres de un monje, gozando de gran prestigio entre sus fieles. Su erudición y su amor a la ortodoxia le llevaron a denunciar diversas doctrinas contaminadas por la herejía”.

En cuanto a la carta de san Epifanio sobre san Hilarión, Mons. Johann Peter Kirsh dice en su artículo, también publicado en The Catholic Encyclopedia, que “la carta no existe”. Preguntamos: “¿ya no existe?” o “¿nunca existió”? No queda claro qué quiere decir el historiador. Sin embargo, agrega que “Papadopoulos-Kerameus ha editado una vida [de san Hilarión] recientemente descubierta (Analekta Ierosolymikes Stachyologias, V, 1898)”. Asimismo, afirma que “el historiador eclesiástico Sozomen relata algunas circunstancias especiales relacionadas con Hilarión a partir de tradiciones orales transmitidas por discípulos de este último; entre otras, que el abuelo de Sozomen y otro pariente fueron convertidos al cristianismo por Hilarión”.2

En cuanto a Sozomeno, historiador del siglo V que “recogió las tradiciones orales sobre la historia de Palestina”, especialmente de “la región que rodea a la ciudad de Gaza”, en la Wikipedia se afirma que su abuelo “se convirtió al cristianismo junto con toda su familia” cuando vieron a un vecino “milagrosamente curado por san Hilarión, que expulsó [de él] a un demonio”.3

En Alejandría, Hilarión se convirtió en discípulo de san Aquiles, obispo y figura ilustre de la catequesis y de la ciencia bíblica cristiana. En la imagen, recreación artística de Alejandría y su famoso faro.

Discípulo de san Antonio Abad

Hilarión era hijo de paganos. La fecha de su nacimiento se calcula a partir de la afirmación de san Jerónimo de que tenía 65 años de edad cuando murió san Antonio (356). Esto sitúa su nacimiento en el año 291, en la ciudad palestina de Tabita, cerca de Gaza.

A la edad de diez años, sus padres le enviaron a estudiar a Alejandría. Allí se distinguió por su vivacidad, ingeniosidad e integridad de costumbres. Pronto entró en contacto con la fervorosa comunidad cristiana, que influyó en su conversión al catolicismo.

En Alejandría florecieron grandes sabios como Orígenes y Clemente. Hilarión se convirtió en discípulo de san Aquiles, antiguo filósofo convertido al cristianismo, que había llegado a ser obispo y figura ilustre de la catequesis y de la ciencia bíblica cristiana. Él fue quien dirigió la Escuela catequística de Alejandría. Murió el año 312 y su festividad se celebra el día 7 de noviembre.

Ávido de escuchar la palabra divina y movido por un ardiente deseo de perfección cristiana, Hilarión se disgustó con la vida licenciosa de Alejandría y se marchó a Tebaida, atraído por la fama de santidad de san Antonio Abad. Este santo llevaba veinte años viviendo en la soledad del desierto, atrayendo hacia sí a innumerables discípulos.

Según san Jerónimo, Hilarión era a los quince años un muchacho delgado y delicado, con una salud frágil. Por esta razón, san Antonio lo admitió solo durante dos meses, porque lo consideraba demasiado joven para quedarse definitivamente en el desierto. Estos dos meses, sin embargo, fueron suficientes para que aprendiera un profundo amor por la soledad, la oración y la penitencia.

San Antonio ya era muy famoso en aquella época. El Martirologio Romano Monástico lo recuerda el 17 de enero: “Abad, siguiendo el consejo del Evangelio, distribuyó todo lo que tenía entre los pobres para seguir a Cristo en el desierto de Egipto, donde tuvo que enfrentarse a las tentaciones del demonio. A causa de su irradiación ejemplar —según la biografía suya escrita por san Atanasio— atrajo a una multitud de discípulos, y mereció convertirse en el ‘Padre de los monjes cristianos’. Murió el año 356 en la cima de la montaña al pie de la cual se sitúa el monasterio que lleva su nombre”.

Eremita en el desierto de Maiuma

Cuando regresó a Palestina el año 307, Hilarión se enteró de que sus padres habían muerto. Vendió su rico patrimonio y distribuyó lo recaudado entre los pobres. Después se retiró al abrupto e impenetrable desierto de Maiuma, frente al mar, asentándose en unas escarpadas rocas.

En aquel lugar, junto a un estanque, construyó una cabaña de juncos y ramas, que fortificó con piedras, palmeras e higueras silvestres. Ayunaba rigurosamente, comía únicamente hierbas y apenas una vez al día, después de la puesta del sol. Más tarde consintió en comer un trozo de pan rociado con aceite de oliva. Se mantenía tejiendo canastas y dedicaba la mayor parte de su tiempo a los ejercicios espirituales.

La tentación de san Hilarión (detalle), Dominique Papety, 1843 – Óleo sobre panel de caoba, The Wallace Collection, Londres

Pero no estaba solo en su soledad. El padre de la mentira le acosaba constantemente, como lo atestigua san Jerónimo: “Muchas y variadas fueron las tentaciones y las insidias del demonio, tanto de día como de noche; si quisiera narrarlas todas excedería los límites de este libro. ¡Cuántas veces, mientras estaba acostado, se le aparecieron mujeres desnudas; cuántas veces, estando hambriento, vio suculentas comidas!”. Para vencer estas tentaciones, Hilarión subyugó admirablemente sus pasiones con oraciones y continuas penitencias, reduciendo el cuerpo rebelde a la obediencia de la voluntad.

El ardor con que el santo se entregó a la vida monástica transformó aquel desierto, antes guarida de asesinos, en un oasis de santos. Dirigidos por él, se erigieron allí varios monasterios.

En cierta ocasión en que unos delincuentes le preguntaron cómo se comportaría si le atacaran unos ladrones, Hilarión respondió: —“El que está desnudo no tiene miedo de los ladrones”.

Le dijeron: —“Ciertamente podemos matarte”.

Y les contestó: —“Sí, pueden, pero tampoco tengo miedo porque estoy preparado para morir”.

Curaciones milagrosas y exorcismos

Hilarión inició su vida de rigor desde muy joven. Pero no fue hasta los 22 años de edad cuando el mundo tomó conciencia de su existencia y aquella vida de penitente comenzó a atraer a muchos peregrinos. Las curaciones milagrosas que realizaba y los exorcismos con los que expulsaba a los demonios hicieron que su fama se extendiera, de modo que a partir del año 329 se reunieron a su alrededor numerosos discípulos.

A pesar de las continuas maceraciones y mortificaciones que infligió a su cuerpo, Hilarión alcanzó la edad de 80 años.

Sin embargo, había tantos paganos convertidos por él, además de un número creciente de personas que acudían en busca de su ayuda y consejo, que apenas encontraba tiempo para cumplir con sus deberes religiosos. Esto le llevó a despedirse de sus discípulos y regresar a Egipto hacia el año 360, yendo a vivir cerca de Alejandría. Después se retiró a un desierto de Libia y más tarde a un promontorio de Sicilia, y cuando su discípulo Hesiquio lo encontró allí, lo vio rodeado de nuevos discípulos atraídos por su ejemplo.

Sin embargo, a este singular santo le gustaba la vida nómada y cambiar de aires. Por eso fue con Hesiquio a Epidauro, ciudad de Dalmacia, donde a raíz de un gran terremoto (366) prestó una valiosa ayuda a sus habitantes. Después navegó solo hasta Chipre, donde vivió en una gruta del interior de la isla hasta sus últimos años.

Para entonces, el obispo local era el ya mencionado san Epifanio de Salamina. El prelado admiraba la santidad del peregrino, mientras que Hilarión admiraba los conocimientos de Epifanio.

Los montes Pentadáctilos o cordillera Kyrenia, al norte de la isla de Chipre, donde según la tradición san Hilarión se refugió para vivir sus últimos días. Arriba: miniatura del santo en el Menologio de Basilio II.

Sus últimos días

San Jerónimo relata así los últimos días del santo:

“Cuando tenía ochenta años, estando ausente Hesiquio, le escribió de su propia mano una breve carta a modo de testamento, dejándole todas sus riquezas, a saber, el Evangelio, la túnica de saco, la cogulla y su pobre manto. El hermano que le servía había muerto hacia poco tiempo.

“Muchos hombres piadosos vinieron de Pafos para ver a Hilarión, que estaba enfermo, especialmente porque habían oído decir que afirmaba que pronto iría al Señor y sería liberado de las cadenas del cuerpo. […] Ya se iba enfriando el calor de su pecho y no quedaba nada en él excepto la lucidez del alma. Con los ojos abiertos decía: ‘Sal, ¿qué temes? Sal alma mía, ¿por qué dudas? Durante casi setenta años has servido a Cristo y ¿temes la muerte?’. Con estas palabras exhaló el último suspiro. De inmediato lo cubrieron con tierra y así, en la ciudad, fue anunciada antes su sepultura que su muerte”.

Al enterarse de la muerte de su amado maestro, san Hesiquio fue a Chipre y consiguió, “con gran peligro para su vida”, robar su cuerpo y llevarlo a Maiuma. “Tenía la túnica, la cogulla y el manto intactos, y todo el cuerpo, como si aún estuviera vivo, exhalaba tan fragante perfume que se podía creer que había sido bañado con ungüentos”, dice san Jerónimo.

Cuando san Hilarión murió el año 372, san Epifanio fue su primer panegirista. Es preciso señalar que san Hilarión fue uno de los primeros confesores en recibir el culto de santo, ya que antes este honor estaba reservado a los mártires.

Su fiesta se celebra el 21 de octubre. Sobre él dice el Martirologio Romano Monástico: “En el siglo IV, san Hilarión, abad. Nacido cerca de Gaza, en Palestina, criado y bautizado en Alejandría, fue durante un tiempo discípulo de san Antonio. Regresó a su tierra natal para vivir como anacoreta. Su irradiación ejemplar atrajo a una multitud de discípulos, por lo cual es considerado el padre del monacato palestino”.

 

Notas.-

1. San Jerónimo, “The Life of St. Hilarion”, The Catholic Encyclopedia, in https://www.newadvent.org/fathers/3003.htm.
2. J.P. Kirsch, “Saint Hilarion”, The Catholic Encyclopedia, in https://www.newadvent.org/cathen/07347a.htm.
3. https://es.wikipedia.org/wiki/Sozomeno.

Otras fuentes consultadas:
–https://www.santiebeati.it/dettaglio/74650.
–https://www.catholic.org/saints/saint.php?saint_id=659.
–https://www.britannica.com/biography/Saint-Hilarion.

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Tesoros de la Fe N°274 octubre 2024


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