Luis Sergio Solimeo El profeta Simeón, sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos durante su presentación en el Templo, profetizó que Él sería un signo de contradicción: de salvación para algunos que lo aceptarían y de perdición para otros que lo rechazarían. En relación con Él, los pensamientos íntimos de los hombres serían descubiertos, revelando lo que cada hombre realmente es delante de Dios. Y volviéndose a María Santísima, completó su profecía diciendo: “Y a tu misma alma, una espada la traspasará, a fin de que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2, 35). Fátima, una elección por Cristo o contra Cristo Tal ha sido la historia de los hombres desde entonces: la historia de la aceptación o el rechazo de la salvación traída por Nuestro Señor Jesucristo y de la misericordiosa intercesión de su Santísima Madre. Fátima es una de esas ocasiones en que los hombres son llamados públicamente a optar por Nuestro Señor y su Santísima Madre o contra Ellos; entre la fe, que exige humildad, y la creencia en una pseudociencia atea que complace al orgullo humano. Es imposible negar que el sol bailó en Fátima El milagro del sol fue presenciado por miles de personas fuera de la multitud reunida en la Cova da Iria. En verdad, fue visto en un área de unas seiscientas millas cuadradas. Es simplemente imposible negar un fenómeno tan espectacular presenciado por tanta gente al mismo tiempo. Además, muchos testigos no eran campesinos analfabetos ni sacerdotes presumiblemente sesgados. Entre los testimonios presentados por De Marchi y John Haffert, que interrogaron a cientos de personas de todas las clases sociales que vieron el milagro, encontramos médicos como el oftalmólogo Domingos Pinto Coelho; ingenieros como Mario Godinho; un profesor de la célebre Universidad de Coimbra, el Dr. Almeida Garret; abogados como Carlos de Azevedo Mendes, y otros.1 El propio periodista Avelino de Almeida, que anteriormente había escrito artículos satíricos en el periódico anticlerical “O Século”, impresionado por lo que vio en Fátima, escribió un reportaje muy fidedigno, aunque sin aceptar el carácter sobrenatural del evento. La campaña hostil continúa Como de costumbre, cuando los liberales se quedan sin argumentos, solo les queda la violencia. En nombre de la libertad, naturalmente. De esa manera revelan los “pensamientos de sus corazones”. Así fue que una campaña violenta contra Fátima se desató en la prensa anticlerical por todas partes, promovida por los “partidarios del progreso y la libertad”. El 23 de octubre, según informó el “Diario de Noticias”, un bando de liberales de Vila Nova de Ourém fue a Cova da Iria en la quietud de la noche a cortar el árbol de las apariciones. Cuando Lucía se enteró de ello, corrió al lugar y, con gran alegría, vio que habían cortado el árbol equivocado: uno cercano a la encina donde se había posado Nuestra Señora. El auténtico —que había sido reducido a mero tronco pues los fieles se llevaron todas sus ramas como reliquias— permanecía allí. Llevando a Santarém los diferentes trozos del pequeño árbol cortado y los adornos que los fieles habían colocado en la zona, los anticlericales empezaron a hacer parodias vergonzosas, pero tuvieron que detenerse a causa de la indignación general del pueblo, incluyendo a los no practicantes. Las apariciones cesan, las peregrinaciones aumentan Cuando cesaron las apariciones, continuaron las peregrinaciones al lugar. Eso causó una gran pérdida económica a la familia de Lucía, ya que se hizo imposible plantar en toda la zona de Cova da Iria. Los fieles dejaban ofrendas en especie y en dinero que eran recogidas por María Carreira, celosa devota de las apariciones, para cumplir con la petición de la Santísima Madre de construir allí una capilla en honor a Nuestra Señora del Rosario. Por esa razón, la buena señora quedó conocida como “María de la Capillita”. En 1919, con la autorización de la madre de Lucía y la discreta aquiescencia del párroco de Fátima, quien no pudo comprometerse hasta que la autoridad religiosa se pronunció sobre el tema, se inició la construcción de la capilla. Restauración de la diócesis de Leiria La diócesis de Leiria, a la que pertenecía el pueblo, había sido creada en el siglo XVI y suprimida a fines del siglo XIX. Eso puso a Fátima bajo la jurisdicción del lejano Patriarcado de Lisboa. En enero de 1918, la Santa Sede restauró la diócesis, pero el nuevo obispo, Mons. José Alves Correia da Silva, fue nombrado recién en 1920. Tan pronto se instaló, y bajo la insistencia del Dr. Formigão, el nuevo obispo se interesó en Fátima y abrió una investigación eclesiástica sobre la materia. Y el 13 de octubre de 1921 autorizó la celebración de una misa en la capilla de las apariciones. Una bomba destruye la capilla de las apariciones
Los enemigos de la Iglesia volvieron a reaccionar violentamente. El 6 de marzo de 1922, la pequeña capilla de Cova da Iria fue destruida por una poderosa bomba. El 13 de mayo, como respuesta, se realizó una peregrinación reparadora con la presencia de más de 60.000 personas de todas las regiones de Portugal. En diciembre comenzó la reconstrucción de la capilla. Así, a pesar de la violencia de los adversarios, la devoción a Nuestra Señora de Fátima ganaba terreno victoriosamente. Un avance muy importante tuvo lugar cuando el Papa Pío XI, recibiendo a los estudiantes del Colegio Portugués en Roma el 9 de enero de 1929, dio a cada uno de ellos dos estampas de la Virgen de Fátima: una para ellos, la otra para ser enviada a sus familias. En octubre de 1929, a petición del presidente del Colegio, el mismo Papa bendijo una imagen de Nuestra Señora de Fátima esculpida por el artista portugués José Tedim para la capilla del Colegio. Estos hechos están relatados en el Informe de la Comisión Canónica de la Diócesis de Leiria, que concluyó que las apariciones eran auténticas. Finalmente, el 13 de octubre de 1930, el obispo José Alves Correia da Silva publicó una carta pastoral aprobando la devoción a Nuestra Señora de Fátima. Anteriormente, en 1928, ya había autorizado la construcción de la Basílica de Fátima, para lo cual compró los terrenos de Cova da Iria. En poco tiempo la devoción se extendió por todo el mundo y ese pequeño rincón de Portugal, escondido en la Sierra del Aire, se convirtió en uno de los principales centros de peregrinación católica del mundo.
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