|
Buen gusto y dignidad en la vida popular medieval Plinio Corrêa de Oliveira
La sociedad en la Edad Media se dividía en tres clases. La más alta de ellas era el Clero, porque estaba constituida por personas consagradas a Dios, integrantes de la estructura de la Iglesia Católica Apostólica Romana. La segunda clase era la Nobleza, la clase de los guerreros y de los propietarios de tierras en el interior. En caso de guerra, eran ellos los que iban al frente de batalla. El servicio militar obligatorio era solo para los nobles. Para los plebeyos, el servicio militar era muy restringido. Por fin, la Plebe —la tercera clase social, por lo tanto—, la que se incumbía de la producción económica. Habitualmente, cuando oímos hablar de la Edad Media, pensamos en catedrales suntuosísimas, en castillos magníficos. Lo cual es cierto, porque en la Edad Media se construyeron catedrales y castillos incomparables. Pero es natural la indagación: ¿cómo sería entonces la vida de la plebe —o sea, del burgués y del trabajador manual— en aquella época? La ciudad que ilustra esta página nos ofrece una respuesta palpable de cómo era esa vida. ¿De qué localidad se trata? De una pequeña ciudad construida en aquel período histórico, llamada Rothenburg ob der Tauber. Tauber es el nombre de un riachuelo que baña esa ciudad. En castellano diríamos: Rothenburg sobre el Tauber. La ciudad era fortificada, porque podrían producirse incursiones de enemigos del Sacro Imperio Romano Germánico que quisieran tomarla. Para esa eventualidad, una muralla que la rodeaba la fortificaba por completo, como una fortaleza. En su interior, no obstante, encontramos lo contrario. Era una ciudad de trabajo, donde se vivía el trajín cotidiano de la pequeña burguesía medieval o del trabajador manual. Naturalmente, las construcciones más bonitas eran las de la pequeña burguesía. Una gran burguesía, casi no existía allí. Era prácticamente solo la pequeña. Las casas, en su mayoría, cobijaban a más de una familia. Eran los edificios de apartamentos de aquel tiempo. Tenían una entrada general que daba acceso cada uno de los departamentos. Se puede conjeturar que en los pisos superiores quedaban los aposentos de los trabajadores manuales y en los dos primeros pisos residían las familias más acomodadas. Como no había ascensor en aquel tiempo, para vivir en lo alto era necesario subir por unas interminables escaleras. Como resultado, el alquiler de los últimos pisos era más barato. Los edificios eran indiscutiblemente bonitos. No tenían la belleza de un castillo, pero eran lindos, dignos y completamente diferentes a un suburbio o a las viviendas de un barrio obrero de cualquier ciudad moderna. Hay algo de sólido y de acogedor en esos edificios, que nos hace posible estimar el placer de estar en su interior. Se tiene la impresión de que allí se come bien, se duerme bien y los días feriados se descansa bien. Y en la Edad Media el número de feriados era colosal. Los colores de los edificios son discretos, aunque no sean tristes. Son colores agradables. Hay una preocupación por el buen gusto y el arte en todo, hasta en los arbolitos plantados frente a las casas, que son encantadores. Termino citando a Karl Marx. En una obra en la que él presenta la historia del proletariado europeo, hay una frase que los comunistas actuales no gustan de repetir: “La edad de oro del proletariado europeo fue la Edad Media”.
|
Ideología de Género Ofensiva radical para destruir la familia |
|
Algunas reglas de urbanidad El pecado nos ha puesto en la necesidad de vestirnos y de cubrir nuestro cuerpo. Por ese motivo, puesto que siempre llevamos con nosotros la condición de pecadores, nunca debemos mostrarnos, no solo sin vestidos, sino inclusive sin estar totalmente vestidos... |
|
Santa Teresa de Lisieux Pionera de la “pequeña vía” Para un lector superficial de la Historia de un Alma, santa Teresita (1873-1897) fue una “santita” que vivió en un mar de rosas y apenas tuvo la desdicha de perder a su madre a los cuatro años de edad y de morir prematuramente. La iconografía romántica enfatiza esta idea presentándola como una monjita buena, sonrojada y risueña, sosteniendo un crucifijo y un mazo de rosas; una caricatura edulcorada, que más favorece a una piedad falsa y sentimental. Lo cual contrasta totalmente con las fotografías auténticas que de ella poseemos... |
|
Cristiandad II Cuando la vida social de las almas es regular e intensa en un determinado grupo humano —una familia, digamos, o una sociedad—, se constituye en él una especie de alma colectiva, es decir, un conjunto de convicciones, algunas de las cuales se valoran como particularmente importantes... |
|
El Aristócrata y la Granfina Lady Diana Cooper descansa junto a una estatua en los jardines del castillo de Chantilly, histórica mansión de los Príncipes de Condé... |
|
Después de la Crucifixión, el triunfo de nuestro Redentor En el momento mismo en que Jesús rindió el último suspiro, una revolución súbita trastornó toda la naturaleza. El último grito del Dios moribundo resonó hasta en los abismos... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino