En las más terribles pruebas siempre hay un refugio seguro: la Virgen María. Basta recurrir a Ella. Es lo que nos enseña la historia de la devoción a Notre Dame de Bonne Délivrance. VALDIS GRINSTEINS
Pocas palabras francesas son tan delicadas para traducir como délivrance . Quiere decir entrega, liberación; o, en términos médicos, parto, nacimiento. Liberación no tiene aquí el sentido marxista que le dio la Teología de la Liberación, o sea, lucha de clases y odio por motivos económicos. Se trata de librarse de una prueba, de una carga, de un problema. También se entiende como un alivio, un desahogo; incluso un bálsamo. Una tentación apartada Justamente a san Francisco de Sales, llamado a luchar contra tales errores, siendo aún muy joven le vino la tentación de que estaba predestinado al infierno. Diversas pruebas La historia de la imagen de Notre Dame de Bonne Délivrance comienza en los siglos XIII-XIV. Para quien la ve por primera vez, parecería ser de madera negra, pero está tallada en un bloque de piedra oscura de un metro y medio de altura. Originalmente la imagen estaba en una capilla lateral de la iglesia de san Esteban des Grés, en París, muy cerca de la famosa universidad de la Sorbona. Como en la universidad enseñaban los padres dominicos, no sorprende que entre sus devotos estuvieran los primeros santos de esa Orden, como santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno y el beato Jordán de Sajonia.
Toda obra buena tiene enemigos, porque el demonio no toma vacaciones. La cofradía fue atacada y a mediados del siglo XVIII clausurada bajo el alegato de “problemas legales”, que de hecho escondían el odio antirreligioso. Ese odio se manifestó poco después, con la Revolución Francesa: sacerdotes asesinados, conventos destruidos, persecución general contra los católicos. Entre otras medidas, todos los bienes de la Iglesia fueron puestos en venta. Como injuria suprema, los revolucionarios hicieron lo mismo con la imagen de la Bonne Délivrance. Pero una piadosa dama, la condesa de Carignan-SaintMaurice, decidió no tolerar aquello. Arriesgando su propia vida, para evitar la profanación —que un remate público de la imagen significaría— se anticipó al evento y fue a ver al vendedor, comprándola por un alto precio. Guardó la imagen en su casa, a la espera de días mejores. Santos devotos de la imagen Por esa misma capilla de las monjas de Santo Tomás de Villanueva pasaron varios santos que veneraron la imagen.
No pensemos, sin embargo, que la Santísima Virgen atiende solo a los santos. Ella atiende especialmente a aquellos que, en peligro de pecar o de desesperar, piden su auxilio. Fue el caso del padre Claude Bernard, en el siglo XVIII, que llevaba una vida mundana y poco santa. Durante una peste en un barrio de París, una señora amiga le avisó de que, por temor de contagiarse, iría a pasar unos días en su casa. Aunque el sacerdote estaba seguro de que caería en la tentación que tal presencia representaba, no tuvo fuerzas para rechazar el pedido. Viendo el abismo al que se aproximaba, corrió al lugar donde estaba la imagen, pidiendo ayuda. Después de rezar, se enteró que la señora amiga había cambiado de idea. Esto le bastó para sentir cuánto la Virgen cuidaba de él, lo que lo llevó a cambiar por completo de vida. Se volvió entonces un virtuoso y ejemplar sacerdote, llegando a ser conocido como el padre de los pobres de París.
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