SOS Familia No ejercer autoridad es abandonar a los hijos a la desesperación

Luis Dufaur

Lindsay, Lucas, Dinah, Thibaut son los nombres de los adolescentes más jóvenes que se suicidaron el año pasado tras ser víctimas de acoso escolar en Francia, según un reportaje de Valeurs Actuelles.

La psicóloga clínica Marie-Estelle Dupont, autora del libro Ser padres en tiempos de crisis (Etre parents en temps de crise, Guy Trédaniel Éditeur, 216 páginas), explica que la adicción al bullying se ha convertido en un fenómeno social y es el síntoma de una sociedad gravemente enferma.

La naturaleza humana no cambia y la tendencia a buscar un chivo expiatorio siempre ha existido.

Sin embargo, lo que asombra ahora es la frecuencia, la precocidad y el nivel de barbarie alcanzados, ante la mirada impasible de adultos que omiten el deber que su posición de autoridad conlleva.

En estas tragedias, tampoco intervienen las instituciones responsables de los niños.

Los adultos deben imponer límites y prohibiciones a los niños para ayudarles a estructurarse.

Negarse a ejercer esta autoridad equivale a dar a los niños una falsa libertad para la que no están preparados, explica el psiquiatra infantil Phi­lippe Jeammet.

Al omitir la sagrada misión de proteger a los niños, los adultos se convierten en cómplices de la barbarie.

Abandonados por los adultos, los niños dejan de creer en una figura que debería ser su protector, su auxilio, y son asediados por la idea de poner fin al sufrimiento mediante el suicidio.

El acoso escolar no es más que un síntoma en una constelación de signos nefastos que reflejan una inversión de valores: los adultos no se consideran obligados a ocuparse de los más pequeños.

En psiquiatría, y especialmente en psiquiatría infantil, se constata desde hace veinte años un aumento constante de la violencia entre los más jóvenes, a consecuencia de un colapso psíquico generalizado en el hombre contemporáneo.

La aceleración de esta violencia es fruto de la pérdida de valores espirituales iniciada en mayo de 1968.

El ser humano, reducido a contribuyente o consumidor, está perdiendo así su alma y se está alejando de lo sagrado.

La curva de la violencia es una tendencia que se observa incluso en el lenguaje. Si un niño escucha a una autoridad pronunciar malas palabras, ¿hasta qué punto será respetable? Adoptarán el mismo lenguaje soez y la violencia que lo acompaña.

¿Cómo explicar la cobardía de los que tienen autoridad? No habría este “fracaso” por parte de padres, educadores y autoridades públicas si todos se hubieran mantenido en su sitio.

El nivel de barbarie que se manifiesta en los niños es realmente asombroso. Algunos parecen no haberse humanizado nunca, comportándose como auténticos zombis.

Con los celulares, los niños acosados no tienen descanso, sus casas ya no tienen muros. El mundo virtual ha abolido la frontera entre realidad e imaginación.

El juego es esencial para aprender la diferencia entre realidad e imaginación. Cuanto menos tiempo dediquen los padres a jugar con sus hijos, más se entregarán a las pantallas, donde esta diferencia queda completamente abolida. Esto puede contribuir a una descompensación psicótica.

Si la diferencia entre realidad e imaginación es frágil en un niño, ¿cómo podemos imponer una prohibición? Mientras tanto, la diferencia radical entre la vida y la muerte está siendo abolida en los videojuegos y las películas en streaming, estimulados por el anonimato de las redes sociales.

La barbarie en las redes sociales, juegos o escenas, vacía el sentido de la existencia, produce una desacralización y descorporización ligadas a lo puramente virtual.

Todo entonces se hace posible. Asesinato y suicidio incluidos.

Pocos días después de que Lindsay fuera empujada al suicidio por otros jóvenes, Henri, el llamado “héroe de la mochila”, se distinguió por su valentía al impedir una auténtica carnicería en Annecy.

¿Cómo transmitir esta valentía a nuestros hijos?

Cuando los niños son admirados, queridos, respetados y valorados, y cuando les decimos la verdad y corregimos sus malas tendencias, a pesar de las limitaciones, adquieren referencias internas estructurales.

La dignidad del otro que transmitimos al niño es exactamente lo contrario del “sálvese quien pueda” inherente al progresismo.

La mejor manera es ofrecerle esperanza al niño. Y eso requiere de lo sagrado. Si ofrecemos a nuestros hijos una ideología progresista mortífera, en la que el hombre con la conciencia disminuida sustituye a Dios, estamos alimentando la ilusión de omnipotencia.

Henri, el ejemplo opuesto, fue criado con la idea de que había algo más grande que él mismo, fue nutrido por la esperanza de la trascendencia.

La sociedad que presagia esta omisión está mostrando las señales más preocupantes: aumento de los trastornos psicológicos infantiles, abandono escolar de los niños porque no encuentran sentido a la vida.

Se ha creado una fábrica de adultos deprimidos y/o violentos, con grandes problemas de salud mental, que será el principal problema de salud pública el día de mañana, ¡y todo en nombre de la “libertad”!

La tecnología y el relativismo moral están produciendo un ejército de zombis aislados detrás de una pantalla, alimentándose por delivery y conversando entre sí a través de avatares en el metaverso.

Henri d’Anselme (25 años de edad), reconocido como el “héroe de la mochila”

Del genocidio vandeano al terrorismo islámico El adorable Sagrado Corazón de Jesús
El adorable Sagrado Corazón de Jesús
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Tesoros de la Fe N°270 junio 2024


Sagrado Corazón de JesúsRemedio para un mundo en crisis
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