Soberano prototípico de su época rinde homenaje a los “modales llenos de dignidad y a la postura magnífica que caracterizaban a la emperatriz” Plinio Corrêa de Oliveira El emperador Guillermo II,1 en el episodio que voy a comentar, era aún el príncipe heredero del Imperio Alemán. Alemania en la época de la Primera Guerra Mundial en amplia medida fue modelada por la actuación del Káiser — tipo humano perfecto del noble actualizado de fines del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX.
Mientras que la emperatriz Sissi,2 esposa de Francisco José, soberano del Imperio Austrohúngaro, representaba el pasado. ¿Cuál es el efecto que tal pasado produjo sobre el futuro Káiser, considerado un hombre moderno de aquel tiempo? ¿Cómo la tradición es vista por un hombre más pobre en tradición frente a una persona más rica en ese sentido? La cuestión es muy interesante para comprender cómo se ejerce la continuidad familiar y también cómo es la irradiación de la nobleza sobre el tipo humano de la nobleza. El Káiser, en su libro de memorias “Mis recuerdos”, narra su encuentro con la emperatriz Sissi: “Un recuerdo de la emperatriz permaneció indeleble en mi memoria. Un día, la gran dama vino a tomar el té en casa de mi madre, en Hetzendorf. Yo estaba ocupado exactamente en escribir mi diario, lamentablemente perdido hacia mucho tiempo, cuando mi madre me hizo llamar en el jardín donde ella paseaba con la emperatriz. La emperatriz me saludó con su esmerada amabilidad corriente y mi madre me ordenó llevar, durante el paseo, la larga cola del vestido de Su Majestad. Acepté con entusiasmo la ejecución de ese suave servicio de paje y admiré sus modales llenos de dignidad y el porte magnífico que caracterizaban a la emperatriz. Ella cumplía al pie de la letra todas las exigencias del antiguo ceremonial de las cortes: no se sentaba, sino se colocaba majestuosamente; no se levantaba, sino se elevaba; no caminaba, sino avanzaba con dignidad. Este es el mejor modo de calificar el ritmo precioso que orientaba todos los movimientos de la soberana”.
Resaltan bien los trazos del noble: una amabilidad esmerada. Refinada no apenas en cierta ocasión, sino normalmente así. También se puede notar la jerarquía. Su madre ordenó“llevar la larga cola del vestido de Su Majestad”. En el palacio, la Káiserina debía tener cuantos lacayos quisiese, pero era tal su respeto por la emperatriz visitante, que mandó al príncipe heredero cargar su cola. Y él no se sintió disminuido en la función de paje, sino, al contrario, admiró la dignidad y el porte magnífico de la emperatriz. La nobleza debe ser así. Todo lo que él admiró era un efecto del ceremonial antiguo de las cortes. El lenguaje del Káiser es muy rico, refleja bien la substancia de lo que estaba viendo. Él indica que todos los movimientos de la emperatriz eran así, y no apenas aquellos de andar y sentarse a los cuales se refiere. La soberana no andaba como cualquier persona, sino “avanzaba con dignidad”. Este episodio revela cómo la emperatriz Sissi ejercía un efecto enorme sobre la educación entera de un pueblo y que para alcanzar este alto grado de refinamiento es necesario que haya una dinastía para elevarlo todo hasta ese altísimo nivel. ♦ Notas.- 1. Federico Guillermo Víctor Alberto de Hohenzollern (1859–1941) 2. Isabel Amalia Eugenia de Wittelsbach (1837–1898)
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