Tema del mes El sombrero - II

En un artículo anterior, tratamos del sombrero como símbolo de dignidad; lo analizaremos ahora como expresión de buenos modales y veremos también cómo entró en decadencia antes de casi desaparecer.


Nelson Ribeiro Fragelli



"¿Quién es aquella señora de sombrero?”, me preguntó un amigo durante la Misa de Réquiem, celebrada en la Paulaner Kirche, en el centro de Viena. Era la asistente de un profesor fallecido. Su sombrero de color negro, circundado con una cinta púrpura, realzaba el dolor por el maestro perdido. Las largas alas sombreaban delicadamente su rostro, separándola del ambiente­ para recogerse mejor en su dolor. En aquella solemnidad religiosa ella parecía aureolada por el sufrimiento. Y sobre aquella aureola de luto se concentraban las miradas contristadas.

La creciente igualdad entre los sexos —la llamada emancipación de la mujer— suprimió los sombreros de los semblantes femeninos. Es una de las muchas pérdidas de estos tiempos modernos, pues ellos realzaban la dignidad femenina, dando la impresión de amparar su delicadeza.

*     *     *


El sombrero llama la atención de una manera natural e irresistible, incluso antes que se le pueda asociar un juicio estético y moral. De una manera natural, sí, pues está justo encima del rostro, la parte del cuerpo que es —si no la más visible— ciertamente la que uno más trata de ver.

En una persona nada atrae más la mirada que el rostro; en él se conoce a alguien, sus trazos forman fisonomías y éstas revelan el espíritu y sus estados. Él suscita respeto y en él no se toca a no ser con cuidado, si no con reverencia. Al darle sombra, el sombrero se incluye en este punto de atención de las miradas, modificando fisonomías, manifestando estados de espíritu, acentuando la mentalidad, definiendo un carácter. En cuanto pieza de vestuario el sombrero fue pensado para dar sombra, pero en realidad ¡cuánta luz proyecta sobre los atributos personales!

Tomemos como ejemplo el sombrero eclesiástico clásico: en la simplicidad de sus formas y en la uniformidad de su negrura, irradia la seriedad del estado religioso, suscitando reverencia. San Pío X lo portaba blanco como su sotana, y en su modesta simplicidad acentuaba, en la expresión sobrenatural del más alto jerarca de este mundo, su inmensa dignidad [foto A]. También el sombrero eclesiástico modesto y negro, portado por un humilde párroco de aldea, “lleva a discernir, a través de la apariencia sensible, algo que de sí no es sensible, sino espiritual” (según enseña Plinio Corrêa de Oliveira). Dios está ahí representado.

A

El juicio estético-moral suscitado por quien lo usa, se relaciona con el estilo del sombrero escogido. ¿Modesto? ¿Pretencioso? ¿De mal gusto? Entre los modelos conocidos, cada estilo tiene un carácter propio vinculado a la forma, tamaño, material, color, ornamento. El carácter del sombrero habla del ca­rácter de quien lo usa. Los estilos varían según las circunstancias de la vida ­civil. Las necesidades de lo cotidiano —las fiestas, las ocasiones fúnebres o de gala, etc.— hicieron surgir a lo largo de los siglos modelos variadísimos. Y éstos expresan, del punto de vista moral, la imagen que caballeros y damas quisieron dar de sí al ambiente frecuentado. La profesión, el prestigio, la condición social, se reflejaban más o menos auténticamente por la forma del sombrero.

Sobre todo a partir del siglo XVII, los modelos pasaron a reflejar menos el origen y la dignidad de los que lo usaban, y más bien una concepción político-social de la sociedad dictada por la moda.

*     *     *

B

Ejemplifiquemos con el sombrero de anchas alas, con una pluma superpuesta [foto B], tal como el modelo usado por los Tres Mosqueteros y otros dignatarios del Antiguo Régimen. Las alas sugerían protección y generosidad; la pluma, subiendo levemente a las alturas, elegante en sus movi­mientos, traía al espíritu la movilidad de pensamiento e ideales transcendentes, propios de la caballerosidad de aquellos tiempos. El tono de una conversación entre caballeros era percibido por el movimiento de las plumas, ora oscilantes y nerviosas, ora inmóviles y como que reflexivas. Cuando se presentaba a las damas, los hombres se quitaban el sombrero, y las plumas en circunvoluciones armónicas daban la nota y la medida de cortesía según el padrón social de las damas. El sombrero era uno de los elementos de expresión de los buenos modales. Reglas determinaban las circunstancias y los modos de quitarse el sombrero en sociedad, honrando a cada uno según su posición.­

*     *     *

C

D

La Revolución Francesa adoptó estilos al gusto de la filosofía iluminista, igualitaria y utilitaria. Su modelo [foto C] contenía una renuncia al esplendor. Representaba la brutal ruptura con el pasado. La ausencia de alas dejaba patente el confinamiento de los ideales y la rebelión contra las reglas seculares del buen gusto. En vez de plumas, un haz de cereales significaba la primacía de lo útil sobre lo maravilloso. Bajo tales símbolos, cabezas en efervescencia infernal mandaron a otras al cadalso, haciendo con que tantas de ellas, impávidas y elegantes como las plumas de sus sombreros, rodaran implacablemente bajo la fría lámina de la guillotina.

Durante la Revolución Francesa aparecieron los primeros sombreros de copa alta y alas reducidas [foto D]. Eran inspirados en el “pueblo”, en nombre de quien se hacía la Revolución, y fueron los precursores del sombrero de copa, que dominaría la moda masculina del siglo XIX. La douceur de vivre había terminado en Francia; el sombrero de copa y el traje de quien lo portaba, generalmente de color negro, expresaban aquella tristeza. Aunque los políticos y embajadores, nobles e industriales que así vestían tuvieran la apariencia sombría de agentes funerarios, el sombrero de copa aún conservaba elegancia y gravedad. Su copa, elevada, exigía movimientos solemnes y acompasados. La altura del sombrero de copa es majestuosa y los reflejos de su seda llegaban casi a sustituir los movimientos ligeros de las plumas de otrora. Pero en ellos ya no estaba presente la flexibilidad, sustituida por la altura cilíndrica y rígida. De la pluma al cilindro se pasó de la elegancia del Antiguo Régimen a la objetividad geométrica del siglo industrial.

*     *     *

Los hombres dejaron casi totalmente los sombreros de copa y las mujeres sus bellos sombreros. “No tienen utilidad”, “pasaron de moda”, “no tienen cabida en la vida moderna”— es la cantilena oída, al tratar de los sombreros. En nombre de la funcionalidad ni se nota la pérdida en dignidad acarreada por la desaparición de los sombreros. ¿Habrán quedado huecas las cabezas? 

Las “nietas de Dios” - II Esta fotografía conmovió al mundo en julio de 1972
Esta fotografía conmovió al mundo en julio de 1972
Las “nietas de Dios” - II



Tesoros de la Fe N°127 julio 2012


Hace 40 años: Lágrimas de dolor profundo, en previsión del castigo que vendrá
Nº 127 - Julio 2012 - Año XI ¿Tolerancia? Las “nietas de Dios” - II El sombrero - II Esta fotografía conmovió al mundo en julio de 1972 Consideraciones sobre el Padrenuestro – VIII San Buenaventura ¿Cómo debemos recibir la sagrada comunión? Desprecio pagano por la anciana que reza



 Artículos relacionados
San Paulino de York Deseoso de llevar una vida más perfecta, el futuro Papa san Gregorio Magno vendió sus propiedades en Sicilia el año 574 tras la muerte de su padre y fundó allí seis monasterios...

Leer artículo

Mes de María Mayo es el mes de las flores, de la explosión de la primavera en el hemisferio norte, cuando los pájaros retoman sus trinos llenos de alegría. Los campos rebosan colorido. Todo es luz y emoción. Es el mes de las madres, el mes de María: “de nuevo aquí nos tienes, purísima doncella, más que la luna, bella, postrados a tus pies”...

Leer artículo

Principio y fundamento: ¿Para qué ha sido creado el hombre? El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y mediante esto, salvar su alma. Las otras cosas sobre la faz de la tierra han sido creadas para que le ayuden a conseguir ese fin...

Leer artículo

¿Una nueva ofensiva iconoclasta? El pasado domingo 11 de marzo, los fieles que asisten regularmente a la misa de las 7 de la mañana en la iglesia dedicada a Nuestra Señora de Fátima en el distrito de Miraflores, en Lima, fueron conmovidos al comprobar que la estatua de la Virgen que se venera en el atrio del templo había...

Leer artículo

Grandeza, mansedumbre e intransigencia Es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia...

Leer artículo





Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino

×