PREGUNTA Según la doctrina católica, el acto conyugal sólo es legítimo en la vigencia del matrimonio y teniendo como objetivo la generación de la prole. Tuve dos hijos (una pareja) pero después, por motivos de salud, a mi esposa le fue extirpado el útero, quedando estéril. La cuestión es: ¿Los actos conyugales después de la cirugía se volvieron ilícitos, constituyendo pecado mortal, y por lo tanto debemos abstenernos de ellos? ¿Cómo deben actuar los esposos en esta situación, a la luz de la doctrina católica, y aún buscar la santidad familiar? RESPUESTA Por el Código de Derecho Canónico (canon 1084, § 3), “la esterilidad no prohíbe ni dirime el matrimonio”, máxime si ella resulta de una cirugía que se hizo necesaria posteriormente, por motivos de salud. Así, la esterilidad previa o superveniente no elimina los derechos constitutivos del matrimonio, entre los cuales se enumera la práctica de los actos conyugales.
Sin duda, éstos tienen como finalidad primaria la constitución de la prole, pero sólo se vuelven ilícitos cuando la pareja interpone medios que cercenan el curso normal de la naturaleza, como los preservativos u otros métodos artificiales genéricamente rotulados de anticonceptivos, hoy lamentablemente tan diseminados, y sobre cuyos efectos colaterales nocivos a la salud los médicos y los medios de comunicación suelen callar. La Iglesia admite, bajo ciertas condiciones, los métodos naturales de control de la natalidad, basados en el conocimiento de los períodos de infertilidad de la mujer, los cuales no violan las leyes de la naturaleza. Pero esto no significa que ellos puedan ser usados irrestrictamente, porque sobre ellos prevalece el principio que muy a propósito el consultante colocó al inicio de su pregunta. Es decir, el matrimonio tiene por objeto primordial la generación y la educación de la prole. Como motivo secundario, incluye también la santificación mutua de los cónyuges. Y esto a tal punto que si una pareja, o al menos uno de los cónyuges, tuviese desde un comienzo la determinación claramente deliberada de no tener hijos, eso constituiría motivo de nulidad del propio matrimonio. Por lo tanto, los métodos naturales pueden ser usados por una pareja de esposos católicos, con tal que no se omitan de constituir una prole proporcional a sus posibilidades de manutención y educación de los hijos. Y aquí entra lo que, también muy a propósito y digno de encomio, quien me escribe coloca al final de su consulta: ¿cómo debe actuar una pareja de esposos católicos para no perder de vista la búsqueda de la santidad personal y familiar? En una sociedad desenfrenadamente hedonística, encharcada de sensualidad y de escándalos, como ésta en la cual vivimos, es muy importante que los esposos católicos tengan bien presente que sin una ascesis constante (es decir, intensa vida de oración y práctica de las virtudes para cohibir los movimientos de orgullo y sensualidad a que estamos sujetos debido al pecado original), la vida matrimonial acaba volviéndose insoportable y condenada al fracaso; lo cual, por lo demás, está de manifiesto y a la vista de todos.
El número de separaciones va sobrepujando el de parejas que permanecen unidas. Dilaceraciones inmensamente dolorosas marcan con el trazo de una infelicidad profunda a los cónyuges, y sobre todo a los hijos, las mayores víctimas de tales separaciones. Así, seríamos tachados de incompletos (y quizá de retrógrados, o al menos desactualizados) si no mencionásemos la existencia de los tales métodos naturales de control de la natalidad. Pero sobre todo nuestra conciencia nos acusaría de omisos si no alertásemos que el uso de esos métodos, en sí legítimos, no comporta el abandono de los consejos generales de mortificación de la carne, que la Santa Iglesia predicó durante los dos mil años de su existencia. Estas consideraciones son puestas aquí porque guardan una cierta analogía de situación concreta con el caso de esterilidad propuesto por el consultante, y así sirven para una mejor elucidación del tema. Si se trata de indicar una vía segura de santificación para los esposos católicos, se hace indispensable mencionar estos consejos de la espiritualidad católica tradicional. Repitiendo, pues, lo que ya dijimos, la esterilidad previa o superveniente, que no fue provocada por razones inmorales, no elimina los derechos constitutivos del matrimonio, entre los cuales se enumera la práctica de los actos conyugales. Tanto así, que la Iglesia celebra y bendice la unión matrimonial incluso de personas de edad avanzada, como también permite el uso del matrimonio inclusive durante la gestación o lactancia, pero aconsejando siempre la moderación, para no favorecer una sensualidad desordenada.
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La Virgen del Carmen de la Legua, Reina y Soberana del Callao |
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