El apócrifo Evangelio de Judas fue objeto de una orquestación mediática dirigida a sembrar dudas con relación a la Iglesia Católica, en sincronía con la onda de blasfemias impulsada por la novela El Código Da Vinci Luis Dufaur La noticia sobre un viejo papiro de 1700 años dio la vuelta al mundo con gran orquestación publicitaria, sobre todo en abril pasado. El nombre del escrito inspira horror: Evangelio de Judas. Su contenido es tan ofensivo como falso: ¡Judas habría sido el discípulo perfecto del Redentor! El mercader pésimo 1 habría perpetrado la infame traición ¡en combinación con el propio Hijo de Dios! Y eso porque Nuestro Señor Jesucristo ansiaba liberarse del “envoltorio carnal”, según predican las religiones paganas más impregnadas de panteísmo y gnosis.
Un documento sobre ese pseudo-evangelio, llamado de Judas, fue emitido por el National Geographic Channel el Domingo de Ramos, reincidiendo en la vieja costumbre anticlerical de difundir blasfemias o fraudes religiosos durante la Semana Santa. Sin embargo, analizada con atención, la maniobra publicitaria acaba volviéndose contra sus autores. Pues el estudio sereno del viejo papiro proporciona, de un lado, una inesperada confirmación de enseñanzas de la Iglesia; de otro, aclara aspectos nebulosos de la “autodemolición” 2 de la Iglesia, sobre la cual se refirió S.S. Paulo VI. Así es la santidad de la Iglesia Católica. Cuando sus adversarios juzgan darle un golpe formidable, éste se vuelve contra ellos, para mayor glorificación de la Esposa de Cristo. Los falsos y milenarios papiros encontrados El Evangelio de Judas consta de 13 hojas escritas frente y verso, en lengua copta, teniendo pocos párrafos claramente legibles. Fue encontrado en 1978 en una caverna de El Minya, en Egipto, integrando un conjunto de apócrifos de connotaciones esotéricas. Se llaman apócrifos a los libros no canónicos, es decir, que no pertenecen a la Revelación. Hay decenas de ellos. Algunos aportan datos históricos, muchos contienen graves errores y otros no pasan de panfletos malintencionados. Después de muchas peripecias —algunas, por cierto, bastante oscuras— los papiros llegaron a la National Geographic Society, gracias a la Maecenas Foundation for Ancient Art y al Waitt Institute for Historical Discovery, que sufragaron los millonarios costos de restauración y análisis. Los estudios científicos fueron efectuados por un equipo de técnicos especializados en manuscritos coptos, quienes concluyeron que las hojas datan de los años 220 al 340 de la era cristiana. Origen del Evangelio de Judas denunciado por San Irineo De ese modo, se trataría de la copia de un apócrifo —ya condenado el año 180 por San Irineo, obispo de Lyon y Padre de la Iglesia— del cual no se conserva ningún ejemplar. El mismo San Irineo, en su obra apologética Contra las herejías, nos transmitió el contenido del fraudulento Evangelio de Judas. Explica el santo obispo de Lyon que, en los tiempos apostólicos, hubo numerosos intentos de infiltración de herejías en las comunidades cristianas. Falsos convertidos esparcían errores y perturbaban la unión en la fe y en la caridad.
La cabeza de tales perturbadores fue Simón, el Mago. Ese hechicero quiso comprar a los Apóstoles el poder de hacer milagros. San Pedro lo repelió, diciendo: “Tú estás preso en los lazos de la iniquidad” (Hechos 8, 23). Simón, el Mago, es tenido como el “padre de las herejías”, y de su sacrílego intento le viene el nombre al pecado de simonía. Sus seguidores predicaban la vieja doctrina de la gnosis (literalmente: “conocimiento”), según la cual los seres habrían sido creados por una potencia maligna o serían fruto de alguna desgracia cósmica. Para los gnósticos, sería bueno que los seres dejasen de existir o se disolviesen en la nada. En desvariada contradicción, ellos atribuyen a esa nada un valor divino. En el conocimiento de esta doctrina y de los medios para realizar su objetivo nihilista consiste la esencia de la gnosis —tal vez el peor de los errores. Entre los prosélitos de Simón, el Mago, San Irineo señala a la secta de los cainitas. Éstos decían que Caín fue creado por un poder superior. Además, se juzgaban hermanos espirituales de Esaú, de Coré, de los habitantes de Sodoma y otros semejantes. “Y dicen —añade San Irineo— que Judas, el traidor, fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad, para realizar el misterio de la traición [...]. Para eso muestran un libro que ellos inventaron, que llaman de Evangelio de Judas”. San Irineo cuenta haber “recogido esos escritos, en los cuales ellos incitan a destruir la obra del Creador del Cielo y de la Tierra” 3. Falso evangelio patentiza la iniquidad de la gnosis
El Evangelio de Judas nos hace comprender el océano de maldad que contiene la herejía gnóstica. Pues solamente un tal odio a la Creación puede llevar a venerar a Caín, asesino de su hermano Abel, el justo, cuyo sacrificio era agradable a Dios (Gén. 4, 3-15); a dar culto a Esaú —figura bíblica de los réprobos—, que vendió su primogenitura a favor de Jacob, el padre bendito de las doce tribus de Israel (Gen. 25, 29-34); a identificarse con los habitantes de Sodoma, que Dios redujo a cenizas debido a su vicio inveterado de la homosexualidad (Gen. 19); a venerar a Coré que, con Datán y Abirón, se rebeló contra Moisés, habiéndoselos tragado la tierra en cuerpo y alma, junto con todos los suyos, mientras un fuego del Cielo consumió a sus ministros (Núm. 16, 31-35). Sólo faltó incluir el culto a Lucifer... ¡Hasta allí llegaremos! Ese error gnóstico alcanza toda su hediondez en la exaltación de Judas, el traidor que por 30 míseras monedas vendió a Nuestro Señor Jesucristo. Según San Juan, el demonio había poseído el alma de Judas (Jn. 13, 2). Nuestro Señor dijo del apóstol traidor que “mejor le fuere al tal si no hubiese jamás nacido” (Mt. 26, 24) y lo llamó “hijo de perdición” (Jn. 17, 12). A ese hombre, sin embargo, los cainitas atribuyeron el Evangelio salido de su pluma. El Evangelio de Judas pone de manifiesto el odio a todo cuanto existe, incubado en esa infiltración herética en la Iglesia del siglo de San Irineo. ¿Sólo de aquel siglo? Tinieblas del “evangelio” cainita sobre el siglo XXI Aquí comienza el aspecto tal vez más revelador de ese falso evangelio, tan favorecido por la orquestación anticatólica. Ésta sugiere una suerte de retorno victorioso del cainismo, en el actual auge de pecado y de desfiguramiento de la Iglesia Católica. El Evangelio de Judas encontró el terreno psicológico preparado, en amplios sectores de la opinión pública, por sucesivas ofensivas de blasfemia y de contestación de las leyes y de la disciplina de la Iglesia. Sería necesario un libro para contener un sumario de ellas. Basta pensar en el movimiento gnóstico y neopagano que lleva el rótulo de Nueva Era. El Código Da Vinci —novela y película— es uno de los episodios más recientes y notorios de esta ofensiva. Pero, si fuera sólo eso... El postulado esencial del Evangelio de Judas está siendo defendido, con diversos matices, por teólogos que están en el centro de la revolución eclesiástica que llevó a Consecuencia: intento de demolición de la Iglesia Desde luego, la propaganda de ese evangelio apócrifo siembra dudas entre los fieles a respecto de la Iglesia y de las Sagradas Escrituras. Pero, si esa ofensiva continuase, puede ir más lejos. ¿Hasta dónde?
Para responder en los límites de un artículo, consideremos qué sucedería si, como quieren insinuar tantos titulares mediáticos, el contenido del Evangelio de Judas fuese verídico. Forzosamente, tendríamos que concluir que los Evangelistas adulteraron el Nuevo Testamento, pues entendieron mal la verdadera enseñanza de Nuestro Señor. En consecuencia, la Iglesia Católica sería una falsa institución, fundada en esos Evangelios. Sería necesario que Ella revisara dos mil años de historia e hiciese pública enmienda de su actuación en pro de la salvación de las almas. En sentido inverso, debería exaltar el evangelio cainita y todo lo que Ella condenó como herejía, mal o pecado. El culto a los santos debería ser substituido por el de los heréticos que la Iglesia condenó: Lutero aplastaría a San Ignacio, Santa Teresa de Jesús y el Concilio de Trento; Mahoma se sobrepondría a los Papas y cruzados santos; Robespierre, a Luis XVI, a María Antonieta y a los contra-revolucionarios del siglo XIX; Freud, a las santas vírgenes; Marx, a los mártires del comunismo. En América, la obra de misioneros como Santo Toribio de Mogrovejo y San Francisco Solano debería ser rechazada a favor de las costumbres idólatras de los indios primitivos, cuyo estilo de vida recordase más a los errantes hijos de Caín. La madre que aborta a su hijo estaría en mayor consonancia con Judas, que ayuda a Jesús a liberarse de su “envoltorio carnal” entregándolo a una muerte cruel e injusta. Otro tanto se podría decir de los promotores de la eutanasia. Al final, ¿la tan denunciada “cultura de la muerte” no estaría más próxima de una “cultura cainita”, sintonizada con el Evangelio de Judas? ¿La revolución homosexual no sería la rehabilitación de Sodoma, y por lo tanto una victoria reparadora más del cainismo? ¿El caos moral y religioso de nuestro siglo, a la luz del Evangelio de Judas, no tendría entonces una coherencia y una lógica —por lo demás, una anti-lógica— pavorosamente estructurada? La idea del Evangelio de Judas circulaba antes de ser revelada En contraposición, alguien podría argumentar: es peligroso juzgar que los artífices de este caos actual estuviesen compenetrados del espíritu y de las doctrinas de un pseudo-evangelio, que hace 1.700 años aguardaba en una caverna de Egipto el momento de ser descubierto.
Aquí está otro de los enigmas a respecto del cual este evangelio gnóstico levanta la punta del velo. En los años 1970, Paulo Coelho y Raúl Seixas compusieron la canción Judas. En ella cantaban la idea central del papiro, hoy realzada por los medios: “Parte de un plan secreto, / amigo fiel de Jesús, / yo fui escogido por él / para clavarlo en la cruz” 4. En 1973, en la ópera-rock Jesucristo Superstar, Judas cantaba: “Realmente no he venido aquí por mi propia voluntad”. En 1977 el mismo concepto apareció en la novela de Taylor Caldwell, Yo, Judas 5. Ejemplos sintomáticos como éstos abundan en la cultura rock o contestataria y en el progresismo más avanzado. ¿Cómo estos autores llegaron a tal sintonía profunda con el Evangelio de Judas? No lo sé. Apenas constato su concordancia, superando un espacio temporal de siglos. Pero, sobre todo, verifico que entre el espíritu de la “autodemolición” de la Iglesia y, en el orden temporal, la Revolución Cultural, existe una afinidad con la filosofía de ese anti-evangelio gnóstico. ¿Cuál será la respuesta de la Providencia Divina? Los extremos a que llegó la Revolución gnóstica y anticristiana —subrayo el término gnóstico—, denunciada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su obra maestra Revolución y Contra-Revolución, tienen hoy un evangelio que los explica en sus más profundas capilaridades. ¿Qué hará la Divina Providencia en réplica a esa revelación de la gnosis cainita, contenida en el Evangelio de Judas, pero ya profesada por agentes revolucionarios antes incluso de conocerse los papiros coptos? La acción de la Santísima Virgen suele ser prodigiosamente mayor que todo aquello que podamos imaginar. Será siempre la respuesta de una bondad y de una belleza que cautiva a los buenos y aterroriza a los malos. A Ella se vuelve pues nuestra oración, confiando en la próxima venida del Reino de su Inmaculado Corazón, como fue prometido en Fátima. Notas.- 1. Cf. Responsorio de Tinieblas.
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