Entrevistas Reparando por medio de la “Madre de todas las devociones”

La devoción a la Santa Faz, según Mary Jane Zuzolo, es un antídoto contra el comunismo y el modernismo, y el hecho de que Dios la prefiera a todas las demás devociones le ha valido el título de “Madre de todas las devociones”.

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Norman FulkersonAcaba de publicar usted un libro muy oportuno sobre la devoción a la Santa Faz titulado Develando la sexta estación del Via Crucis: reparación a la Santa Faz, Madre de todas las devociones. ¿Qué fue lo que le inspiró a escribir el libro?

El Papa León XIII aprobó la devoción a la Santa Faz —representada en la portada del nuevo libro— apenas dos meses después de su famosa visión de Satanás desafiando a Cristo por el dominio del mundo

Mary Jane Zuzolo — Al principio, me llamó la atención la extrema relevancia de la devoción a la Santa Faz de Jesús empleada como arma espiritual para derrotar al comunismo, que ahora se manifiesta de forma tan flagrante ante nuestros ojos a través de las normas sociales, la educación, el gobierno e incluso la religión. Las revelaciones de Nuestro Señor a la hermana Marie de Saint-Pierre (1816-1848), religiosa carmelita de Tours, Francia, denuncian específicamente al comunismo por su fundamento antirreligioso, pero incluyen implícitamente a todos aquellos que buscan sustituir la verdad inmutable de Dios por meras invenciones humanas.

Estas ideologías son tanto una grave ofensa contra Dios como un justo castigo permitido por Él, que recuerda a los israelitas rebeldes descritos en el Salmo 81: “Los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos”. Los israelitas conocían el remedio: la reparación. Era necesario “volver” el rostro de Dios “hacia ellos” una vez más, para recibir nuevamente su bendición. La devoción a la Santa Faz es igualmente un apaciguamiento de Dios y una misericordia para el hombre a través de una reparación específica esbozada por Dios mismo para la era moderna.

También me desconcertaba que hoy en día tanta gente desconociera la devoción a la Santa Faz, sobre todo dada su enorme popularidad inicial. Sin duda, esta popularidad se debió en parte a los miles de milagros documentados asociados a ella, realizados por el venerable León Dupont (1797-1876), a quien el beato Pío IX se refirió como “quizás el mayor hacedor de milagros en la historia de la Iglesia”.

Además, el Papa León XIII rompió con una tradición al aprobar inmediatamente la devoción para todo el mundo en 1885, lo que atrajo gran atención. Fue el mismo Papa que compuso la oración a san Miguel Arcángel después de recibir la famosa visión de Satanás desafiando a Cristo y proclamando que podía destruir la Iglesia si se le daba suficiente tiempo y poder sobre sus súbditos. Iniciando el proceso de aprobación dos meses después de esta visión, teniendo por seguro una idea del armamento espiritual necesario.

Esto está relacionado con la advertencia de Cristo, en las revelaciones sobre la devoción a la Santa Faz: que el diablo haría todo lo posible por erradicarla. Así que, tal vez Satanás lo habría conseguido durante las últimas décadas, en las que la devoción cayó en un aparente olvido. Yo quise contribuir a su resurgimiento.

A medida que ahondaba en mi investigación para escribir el libro, me sorprendió el descubrir la profunda espiritualidad de esta devoción, notablemente en línea con la de santa Teresa de Lisieux y toda la tradición mística carmelita, así como con el Tratado de la Verdadera Devoción de san Luis María Grignion de Mont­fort, siendo esta devoción sorprendentemente mariana.

Santa Teresa de Ávila se apareció en cierta ocasión a la hermana Marie de Saint-Pierre y le reveló que la devoción a la Santa Faz sería “el honor del Carmelo”. Esto es aún más notable dado que desde entonces ha habido numerosos santos y doctores de la Iglesia carmelitas, pero fue la devoción a la Santa Faz, y no ellos, la que se convirtió en el honor de la orden. Me entusiasmaba mostrar al lector abundantes evidencias de que esto aludía en gran parte a la profunda espiritualidad de la devoción.

 

Norman Fulkerson¿Podría contarnos más sobre el pecado de blasfemia, tal como fue relatado en las revelaciones de Nuestro Señor a la hermana Marie de Saint-Pierre? Parece que abarca mucho más que tomar el santo nombre de Dios en vano.

Mary Jane Zuzolo — Sí, la blasfemia es cualquier cosa que le quite a Dios el honor y la gloria que merece su nombre. Como mencioné brevemente, esto incluye el comunismo y otros “errores de Rusia”, como lo manifestó Nuestra Señora de Fátima: cualquier intento del hombre de usurpar la autoridad de Dios, compuesto por pecados contra sus derechos, tal como lo prohíben los tres primeros mandamientos.

La devoción a la Santa Faz fue solicitada por Cristo durante el período inmediatamente posterior a la primera Revolución Francesa y que desembocó en la segunda. Fue una petición oportuna, pues el librepensamiento de la época había dado paso a una blasfemia sin precedentes. Esta ideología tenía sus raíces en el racionalismo, que sostenía que la argumentación, y no Dios, era el árbitro de la verdad y la moralidad. Esto condujo al modernismo, que proponía que la verdad y la moralidad eran cambiantes e incluso se basaban en los sentimientos personales. El posmodernismo incluye el relativismo moral, que postula que no existe una única verdad o moralidad, sino que cada uno tiene la suya propia. Por último, el “wokeismo” parece ser una inversión de la verdad y la moralidad tal como se conservan en la ley moral y la doctrina de la fe.

La devoción a la Santa Faz dolorosa y humillada de nuestro Salvador comenzó con santa Verónica y continúa hasta nuestros días

 

Norman FulkersonSu libro establece un paralelismo entre el Libro de Job y la devoción a la Santa Faz. ¿Podría usted resumir algunos puntos principales de esa prefiguración?

Mary Jane Zuzolo — Existen correlaciones increíblemente detalladas entre el Libro de Job y la devoción a la Santa Faz, pero esencialmente quienes practican la devoción a la Santa Faz son como Job y sus amigos, en el sentido de que debemos confiar en los méritos y el amor que residen en el Rostro herido de Cristo, más que en los nuestros, para reparar en favor de nuestros “amigos”. Dios les pidió a sus amigos que presentaran el rostro de Job, con el cual Él se complacía más, para reparar sus propias ofensas contra Él. Al igual que los amigos de Job, nuestros “rostros” no son dignos de hacer la reparación necesaria por la blasfemia de estos tiempos; en cambio, debemos presentar el Rostro de Cristo en lugar del nuestro. Sin embargo, también como Job, se nos pide que hagamos reparación en favor de nuestros “amigos”, nuestros hermanos, para atraer las gracias de la conversión para las multitudes. Porque, como también se reveló en Fátima, Cristo le dijo a la hermana Marie de Saint-Pierre que muchos irán al infierno porque nadie reza ni hace reparación por ellos. Dios nos ha dado, al igual que a Job, un papel que desempeñar en la salvación de nuestros “amigos”.

Las ofensas de los amigos, e incluso la ofensa inicial de Job, son las mismas ofensas de hoy: la creación de nuestra propia verdad y moralidad. Los amigos, al tratar de “defender” a Dios, lo ofenden al distorsionar la verdad (al ignorar la inocencia de Job) para que se ajuste a su narrativa de que la culpa o la inocencia se correlacionan necesariamente con las circunstancias de la vida de uno. Uno no es libre de crear su propia verdad. Del mismo modo, uno no es libre de decidir su propia moralidad; Job inicialmente escrutó a Dios en sus intentos por defender su propia inocencia. El hombre no es libre para justificarse a sí mismo a costa de cuestionar a Dios, que es la máxima expresión de justicia. El hombre no puede decidir cuál es la conducta correcta de Dios, ni la suya propia. Por último, se debe reparar estas graves ofensas a la majestad de Dios, manifiestas en el comunismo y en las ideologías afines del momento.

Dios elige este medio de reparación para los tiempos actuales, utilizando así el poder divino y la cooperación del hombre, pues según Cristo la iniquidad nunca ha alcanzado tal grado, descrito por Él como “impiedad profundamente arraigada e incredulidad absoluta”. Es decir, el hombre duda o rechaza a Dios y su justicia hasta el punto de inventar la suya propia. Según Cristo, se necesita una mayor devoción para reparar estas atroces ofensas contra la Divinidad, previniendo el justo castigo y restaurando la luz y la vida a los hombres.

“Un milagro para que todos crean” San Antonio de Santa Ana Galvão
San Antonio de Santa Ana Galvão
“Un milagro para que todos crean”



Tesoros de la Fe N° dummy



Palabras del Director Nº 286 – Octubre de 2025 Estamos en las manos del Señor y su verdad prevalecerá Nada mejor que la canción de cuna de una madre “Un milagro para que todos crean” Reparando por medio de la “Madre de todas las devociones” San Antonio de Santa Ana Galvão Después del Juicio Final, ¿ya no existirá el Purgatorio? La alegría que el demonio promete, pero no da Al piano



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