P. Juan Bautista Lemoyne Contemplé un gran altar dedicado a María y magníficamente adornado. Vi a todos los alumnos del Oratorio avanzando procesionalmente hacia él. Cantaban loas a la Virgen, pero no todos del mismo modo, aunque cantaban la misma canción. […] Unos tenían un manojo de rosas, otros de claveles, otros de violetas, etc. Algunos llevaban a la Virgen regalos muy extraños. Quien llevaba una cabeza de cerdito, quien un gato, quien un plato de sapos, quien un conejo, quien un corderito u otros regalos. Había un hermoso joven delante del altar que, si se le miraba atentamente, se veía que detrás de las espaldas tenía alas. Era, tal vez, el ángel de la guarda del Oratorio, el cual, conforme iban llegando los muchachos recibía sus regalos y los colocaba en el altar. Los primeros ofrecieron magníficos ramos de flores y él, sin decir nada, los colocó al pie del altar. Muchos otros entregaron sus ramos. El los miró; los desató, hizo quitar algunas flores estropeadas, que echó fuera, y volviendo a arreglar el ramo, lo colocó en el altar. A otros, que tenían en su ramo flores bonitas, pero sin perfume, como las dalias, las camelias, etc., el ángel hizo quitar también estas porque la Virgen quiere realidades y no apariencias. Así rehecho el ramo, el ángel lo ofreció a la Virgen. Muchos tenían espinas, pocas o muchas, entre las flores y, otros, clavos. El ángel quitó estos y aquellas. Llegó finalmente el que llevaba el cerdito y el ángel le dijo: —“¿Cómo te atreves a presentar este regalo a María? ¿Sabes qué significa el cerdo? Significa el feo vicio de la impureza. María, que es toda pureza, no puede soportar este pecado. Retírate, pues; no eres digno de estar ante Ella”. Vinieron los que llevaban un gato y el ángel les dijo: —“¿También ustedes se atreven a ofrecer a María estos dones? El gato es la imagen del robo, ¿y lo ofrecen a la Virgen? Son ladrones los que roban dinero, objetos, libros a los compañeros, los que sustraen cosas de comer al Oratorio, los que destrozan los vestidos por rabia, los que malgastan el dinero de sus padres no estudiando, etc.”. E hizo que también estos se pusieran aparte. Llegaron los que llevaban platos con sapos y el ángel, mirándoles indignado, les dijo: —“Los sapos simbolizan el vergonzoso pecado del escándalo y, ¿ustedes vienen a ofrecérselos a la Virgen? Retírense, vayan con los que no son dignos”. Y se retiraron confundidos. Venían otros con un cuchillo clavado en el corazón. El cuchillo significaba los sacrilegios. El ángel les dijo: —“¿No ven que llevan la muerte en el alma? ¿Que están con vida por misericordia de Dios y que de lo contrario estarían perdidos para siempre? ¡Por favor! ¡Que les arranquen ese cuchillo”. También estos fueron echados fuera. Poco a poco se acercaron los demás jóvenes y ofrecían conejos, pescado, nueces, uvas, etc. El ángel recibió todo y lo puso sobre el altar. Y después de haber separado así los buenos de los malos, hizo formar en filas ante el altar a aquellos cuyos dones habían sido aceptados por María. Con gran dolor vi que los que habían sido puestos aparte eran más numerosos de lo que yo creía. Salieron por ambos lados del altar otros dos ángeles que sostenían dos riquísimas cestas llenas de magníficas coronas hechas con rosas estupendas. No eran rosas terrenales, sino como artificiales, símbolo de la inmortalidad. Y el ángel de la guarda fue tomando una a una aquellas coronas y coronó a los jóvenes formados ante el altar. […] En esto sucedió algo admirable. Había muchachos de cara tan fea que casi daban asco y repulsión; a estos les tocaron las coronas más hermosas, señal de que a un exterior tan feo suplía el regalo de la virtud de la castidad, en grado eminente. Muchos otros tenían la misma virtud, pero en grado menos elevado. Muchos se distinguían por otras virtudes, como la obediencia, la humildad, el amor de Dios, y todos tenían coronas proporcionadas al grado de sus virtudes. El ángel les dijo: —“María ha querido que hoy sean coronados con hermosas flores. Procuren, sin embargo, que no se las arrebaten. Hay tres medios para conservarlas: 1.º humildad, 2.º obediencia, y 3.º castidad; son tres virtudes que siempre los harán gratos a María y un día los harán dignos de recibir una corona infinitamente más hermosa que esta”. Entonces los jóvenes empezaron a cantar ante el altar el Ave Maris Stella. Terminada la primera estrofa, y procesionalmente, como habían llegado, iniciaron la marcha cantando: Load a María, pero con voces tan fuertes que yo quedé estupefacto, maravillado. Les seguí durante un rato y luego volví atrás para ver a los muchachos que el ángel había puesto aparte: pero no los vi más. Amigos míos: yo sé quiénes fueron coronados y quiénes fueron rechazados por el ángel. Se lo diré a cada uno en particular para que todos procuren ofrecer a María obsequios que Ella se digne aceptar. Mientras tanto, tengo algunas observaciones: Primera observación Todos llevaban flores a la Virgen y, entre ellas, las había de muchas clases, pero observé que todos, unos más otros menos, tenían espinas en medio de las flores. Pensé y volví a pensar qué significaban aquellas espinas y descubrí que significaban la desobediencia. Tener dinero sin licencia y sin querer entregarlo al encargado; pedir permiso para ir a un sitio y después ir a otro; llegar tarde a clase cuando ya hace tiempo que están los demás en ella … esto es lo que significan las espinas.
Muchos se preguntarán si es pecado transgredir los reglamentos de la casa. Lo he pensado seriamente y les respondo que sí. No digo si ello es grave o leve; hay que regularse por las circunstancias, pero pecado lo es. Alguno me dirá que en la ley de Dios no se habla de que debamos obedecer los reglamentos de la casa. Escuchen: está en los mandamientos: —“¡Honrar padre y madre!” ¿Saben qué quieren decir las palabras padre y madre? Comprenden también a los que hacen sus veces. Además, ¿no está escrito en la Escritura: Obedeced a vuestros superiores. Si a ustedes toca obedecer, es lógico que a ellos toca mandar. Este es el origen de los reglamentos del Oratorio y esta la razón de si se deben cumplir o no. Segunda observación Algunos llevaban entre sus flores unos clavos, clavos que habían servido para clavar al buen Jesús. ¿Cómo? Siempre se empieza por las cosas pequeñas y luego se llega a las grandes. Aquel quería tener dinero para satisfacer sus caprichos y gastarlo a su antojo y por eso no quiso entregarlo; vendió después sus libros de clase y terminó por robar dinero y prendas a sus compañeros. Otro quería empinar el codo y llegaron las botellas, etc.; después se permitió otras licencias hasta caer en pecado mortal. Así se explican los clavos de aquellos ramos, así es como se crucifica al buen Jesús. Ya dice el Apóstol que los pecados vuelven a crucificar al Salvador. Crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios. Tercera observación Muchos jóvenes tenían, entre las flores frescas y olorosas de sus ramos, flores secas y marchitas o sin perfume alguno. Estas significaban las buenas obras hechas en pecado mortal, las cuales no sirven para acrecentar sus méritos; las flores sin perfume son las obras buenas hechas por fines humanos, por ambición o solamente para agradar a superiores y maestros. Por esto el ángel les reprochaba que se atrevieran a presentar a María tales obsequios y les mandaba atrás para que arreglaran su ramo. Ellos se retiraban, lo deshacían, quitaban las flores secas y después, arregladas las flores, las ataban como antes y las llevaban de nuevo al ángel, el cual las aceptaba y ponía sobre la mesa. Una vez terminada su ofrenda, sin ningún orden, se juntaban con los otros que debían recibir la corona. Yo vi en este sueño todo lo que sucedió y sucederá a mis muchachos. A muchos ya se lo he dicho, a otros se lo diré. Por tanto, procuren que la Santísima Virgen reciba de ustedes dones que no tenga que rechazar.
Memorias Biográficas de San Juan Bosco, Central Catequística Salesiana, Madrid, 1984, t. VIII, p. 120-123.
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Exterminio de la Familia Imperial Rusa (p. 4) Homenaje a Santo Tomás de Aquino (p. 12) |
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