Estimados amigos: La ejecución de las dieciséis carmelitas de Compiègne —una pequeña localidad al noreste de París— el 17 de julio de 1794, tuvo lugar en el contexto de una brutal persecución religiosa durante la Revolución Francesa y constituyó un punto de inflexión en la escalada revolucionaria. Su paso rumbo a la guillotina fue acompañado no por la incomprensión y el escarnio, sino por el silencio de la multitud, tomada por el remordimiento y la admiración interior. Martirizadas por odio a la fe, por su fidelidad a la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y por su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, fueron beatificadas en 1905 por san Pío X. Sus restos descansan en el cementerio de Picpus, en París. El carácter anticatólico de la Revolución comenzó a plasmarse con toda claridad en julio de 1790, a raíz de la aprobación por la Asamblea Nacional de la Constitución Civil del Clero. La reacción de Roma no se hizo esperar. El 13 de abril de 1791, mediante el breve apostólico Charitas quae, Pío VI condenó la Constitución como herética, cismática y sacrílega. Herética al negar implícitamente la autoridad del Sumo Pontífice; cismática al separar a la Iglesia de Francia de Roma, reduciéndola a una Iglesia Nacional; y, sacrílega por las reformas que pretendía imponer a la Iglesia y al clero. Amenazaba con la excomunión a los sacerdotes constitucionales o “juramentados” y les daba un plazo de 40 días para retractarse. Prohibía, también, a los obispos nombrados por la Francia revolucionaria el ejercicio de su ministerio, bajo las más severas penas canónicas. Entre el martirio y la apostasía, miles de clérigos prefirieron lo primero. Fieles a su conciencia sacerdotal, evitaron firmar un acto que conllevaba la protestantización y la republicanización de la Iglesia francesa. Augurándoles una provechosa lectura, me despido, prometiendo mis oraciones. En Jesús y María, El Director
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El jardín de Picpus y las carmelitas mártires de Compiègne |
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Oración al Señor Crucificado ¿Qué tengo yo, Señor Jesús, que tú no me hayas dado?... |
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Rico no es sinónimo de ladrón ni de avariento No me cansaré de decir que no acuso al rico, sino al ladrón. Rico no es sinónimo de ladrón, ni opulento lo es de avaro. Distinguid bien y no confundáis cosas tan diferentes. ¿Sois ricos? No hay ningún mal en ello. ¿Sois ladrones? Os acuso... |
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Rothenburg La sociedad en la Edad Media se dividía en tres clases. La más alta de ellas era el Clero, porque estaba constituida por personas consagradas a Dios, integrantes de la estructura de la Iglesia Católica Apostólica Romana... |
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Inquietudes sobre el ángel de la guarda ¿Nuestro ángel de la guarda tiene influencia para evitar que cometamos pecados? ¿vuelve al cielo o pasa a ser ángel de la guarda de otra persona que nace? ¿es verdad que así como existe un ángel de la guarda para cada persona, hay también un demonio específico para acompañar y tentar a cada uno?... |
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El triunfo de Jesucristo por la Eucaristía Christus vincit, regnat, imperat: ab omni malo plebem suam defendat—“Jesucristo vence, reina, impera; Él libre a su pueblo de todo mal”. El Papa Sixto V hizo grabar estas palabras en el obelisco que se levanta en medio de la plaza de San Pedro en Roma... |
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