Entrevista a la fundadora del El sentido común materno y paterno aplicado al control de los juegos de video que utilizan sus hijos
Elizabeth Woolley es la fundadora de Online Gamers Anonymous (Jugadores Anónimos en línea). Declaradamente opuesta a los videojuegos adictivos, ha viajado por el mundo dictando conferencias acerca de los peligros que encierran estos juegos. El año 2002 creó un sitio web para advertir a la sociedad sobre el lado “oscuro” de los juegos en línea y para brindar ayuda y consejo a quienes ya son adictos a ellos. * * * Tesoros de la Fe — ¿Podría usted explicar por qué fundó Online Gamers Anonymous? Sra. Woolley — En el año 2000, mi hijo Shawn se volvió adicto a un videojuego en línea llamado Everquest. En tres meses renunció al trabajo, fue desalojado de su casa y se pasaba la noche entera jugando. A pesar de nuestros esfuerzos por ayudarlo a rehacer su vida, terminó suicidándose un año y medio después de iniciarse en este juego. Al poco tiempo del suicidio de Shawn fui entrevistada por la revista Milwaukee Journal Sentinel. Es entonces cuando me doy cuenta de la cantidad de familias que estaban siendo destruidas y sufrían como la nuestra. En el 2002 fundé el sitio Online Gamers Anonymous para que estas personas tuvieran un lugar dónde encontrarse y sentir que no están solas. Quiero advertir a la gente que estos juegos pueden tomar el control de sus vidas de la misma manera como lo hacen las drogas y el alcohol. Algunos jugadores me dijeron que uno puede volverse adicto en menos de 24 horas. Una vez que la persona pasa de ser jugador social a jugador adicto no puede volver atrás. El juego es una droga muy adictiva y debe ser tratado como tal. Nuestro sitio web,www.olganon.org, difunde investigaciones acerca de cómo el juego afecta a los chicos, perjudicando su desarrollo mental y social, y ayuda a prevenir a los padres. Organizamos varias reuniones semanales donde los jugadores adictos pueden departir y apoyarse mutuamente para cambiar sus vidas, y también tenemos foros en línea muy activos donde discutimos diversos temas.
Tesoros de la Fe — ¿Qué consejos daría a los padres que tienen videojuegos en sus casas? Sra. Woolley — La clave es asegurarse que los hijos tienen una vida equilibrada. Los chicos no pueden enfocarse en una única actividad o acabarán con problemas. Aún si el chico protesta, nuestra responsabilidad como padres es decir “no” y encaminarlos hacia otras actividades. Ser padre o madre no es tarea fácil pero, créame, la vida existía antes de los videojuegos y como padres de familia tenemos el deber de buscar o crear actividades para nuestros hijos que no sea sentarlos frente a una pantalla. Esto significa involucrarlos en deportes, eventos sociales y actividades educativas. Deben ser presentadas alternativas; pero si el chico dice que no quiere dejar el juego adictivo, usted debe poner límites o el pobre acabará teniendo serios problemas. Tesoros de la Fe — ¿Quién puede convertirse en adicto y cuáles son las consecuencias? Sra. Woolley — Cualquiera puede caer en la adicción. Las universidades están reconociendo que los videojuegos son la causa de un vasto porcentaje de deserción. Hoy muchas de ellas brindan consejería para lidiar con el videojuego excesivo. Algunas están preguntando a los estudiantes si juegan a los videojuegos antes de ofrecerles una beca, pues saben que pueden estar desperdiciándola si se la otorgan a un jugador. Conozco a padres que de esta manera perdieron los ahorros para la educación de sus hijos. Muchos jóvenes que están siendo arrastrados hacia este vicio son, de hecho, genios. Son muy inteligentes y están altamente motivados. Prueba de ello es que los juegos requieren, a menudo, de horas de tedioso esfuerzo, concentración y paciencia. Es muy triste ver cómo este poder intelectual brillante es desperdiciado.
Además de considerar cómo es que estos juegos afectan sus vidas y su educación, deberíamos imaginar qué sucedería si gente tan capaz estuviera resolviendo los problemas reales. En cambio, los videojuegos se han convertido en un poderoso factor de estupidización de nuestra sociedad. Pero también personas adultas y trabajadoras se hacen adictos. Conozco a varios que tenían casa y empleo y lo perdieron todo por el juego. Un caso extremo es el de un hombre en Florida que perdió su trabajo y pasó a vivir en la calle. Hoy en día tiene empleo en un restaurante, pero sólo trabaja lo necesario para pagar una cabina de juegos donde pasa el resto del día. Cuando la cabina cierra duerme en la calle y hace lo mismo al día siguiente. Muchos padres dejan sus familias para pasar más tiempo jugando. No cuidan a sus hijos porque piensan que jugar es lo único que saben hacer. La mujeres adultas tienden a aficionarse a juegos sociales como Farmville, SIMS o Second Life porque les gusta hacer cosas en grupo. Esto frecuentemente causa dificultades a las casadas que terminan abandonando al esposo y al resto de la familia, dejando a sus hijos reales para estar con alguien virtual en el juego. Hay muchos ejemplos de ello. Uno es el caso de una pareja coreana que dejó morir de malnutrición a su hijo por ocupar todo su tiempo cuidando a un bebé virtual. Tesoros de la Fe — La mayoría de los videojuegos proporcionan a los niños sentimientos de realización y logro. ¿Qué hay de malo en esto? Sra. Woolley — Uno de los principales peligros es precisamente lo fácil que es obtener la sensación de valor y realización a través del juego. Si no logra éxito o no le gusta lo que hizo, uno puede volver a comenzar hasta lograr el resultado deseado. Bien, la vida real no es así. La vida real no es tan fácil y no es común recibir segundas oportunidades. De esta manera los chicos crecen decepcionados de la vida real y terminan huyendo de ella. Se dicen: “Es demasiado difícil” y vuelven corriendo a los juegos. Esto pone en gran riesgo la vida social de los chicos. En vez de satisfacer sus deseos, como el de realización y logro, a través de la interacción social, lo hacen por medio del juego. Entonces fracasan en adquirir una experiencia que es necesaria para la vida real, especialmente la de sufrir y aprender a enfrentar los momentos buenos y malos. La vida real no es fácil para nadie, pero dejar que un muchacho use los juegos como droga para escapar de la realidad no le va a enseñar cómo lidiar con la vida.
Yo pude ver eso en mi hijo. Él podía hacer lo que quería dentro del juego y sentir que estaba logrando algo. Mientras tanto no tenía tiempo para nutrir su vida real, así que no había nada que lo sustentara. Ya no se preocupaba de su futuro o del avance de su vida real. Si la mayor parte de su tiempo la emplea para jugar, no le quedará suficiente tiempo para desarrollar su educación, habilidades o amistades. Todo aquel que quiera obtener logros reales necesita dejar el juego y trabajar en su vida real. Tesoros de la Fe — ¿Qué le podría decir a los padres que se valen de los videojuegos para mantener entretenidos a sus hijos? Sra. Woolley — He observado una gran irresponsabilidad en padres que usan los juegos como si fueran niñeras. Desgraciadamente, esto se debe a que con frecuencia ellos mismos son jugadores. En primer lugar, no es buen padre aquel que le da al niño un juego de computadora para que no lo moleste. ¡Participe de la vida real de su hijo! Sé del caso de un padre que le enseñó a su hijo de tres años a jugar World of Warcraft, porque pensó que si lo convertía en adicto podría interactuar con él en el juego. Quiero que los padres sepan que jugar a los videojuegos con sus hijos no es interactuar, porque allí no hay casi intercambio de palabras, la única comunicación es a través de los controles. En segundo lugar, recomiendo a los padres que no permitan a ningún chico menor de 16 años acceder a juegos conectados a Internet. Uno nunca sabe con quién están jugando y los pedófilos siempre encuentran la manera de contactarse con niños a través de estos juegos. De alguna manera, porque se juega dentro de casa los padres piensan que es seguro, pero no lo es. Darles juegos en Internet es como dejarlos solos en una taberna. Del mismo modo, muchas veces los padres dicen que no tienen otra salida y adquieren los juegos que los hijos les piden, pero no tienen ni idea de qué se trata. Estos juegos pueden tener material sexual explícito, usar palabras obscenas, incitar a las drogas, violencia descontrolada y destrucción. Si se tratara de una película, sólo por la violencia se la clasificaría como R (prohibido para menores de 17 años). La mayoría de las familias cristianas con las que converso nunca le darían a sus hijos una película clasificada como R, sin embargo permiten que interactúen con juegos violentos. Esto les va a producir un gran perjuicio. Tesoros de la Fe — ¿Qué sucede si los juegos no son violentos o en línea? Sra. Woolley — Sólo porque no sean violentos o en línea no significa que no pueden causar daño. Esto es como decir que está bien darle a los chicos drogas no violentas. Repito, los videojuegos deben ser considerados como drogas potenciales y a nadie se le puede permitir que se vuelva adicto a ellos.
Nosotros hemos visto que cuando un jugador cruza la línea de “poder elegir jugar” a “estar obligado a jugar” es porque su mente ya fue reprogramada por el juego. Ya no puede jugar porque quiere hacerlo, sino porque lo tiene que hacer. Entonces comienza a odiar el juego pero no puede detenerse y, mientras su vida se cae a pedazos, entra en un círculo vicioso que va desde el sentimiento de culpa a la euforia del juego, luego otra vez a la culpa para volver al juego donde todo empieza de nuevo. Así, mientras manipula el control de mando se va deshumanizando, dándole menos importancia a sus sentidos, dejando de salir, hacer ejercicios o disfrutar del sol con una buena comida: se convierte en una ostra humana. Creo que es necesario realizar más investigaciones, pero ya existen suficientes evidencias sobre la manera cómo estos juegos afectan especialmente a los jóvenes, atrofiando su desarrollo mental y social. Esto es algo que me preocupó en mi hijo. Shawn dejó de hablar con otros, incluyéndome a mí, su propia madre. Antes de iniciarse en este juego él era como cualquiera de nosotros. Tenía planes para el futuro y un empleo. Al convertirse en un adicto fue como si una luz se hubiera apagado en su mente. No le importaba la manera cómo se desperdiciaba su vida o su futuro, perdió sus metas y principios. Dejó de pensar en la realidad y se volvió depresivo. Toda su personalidad cambió y se convirtió en un antisocial. Por eso es que siempre afirmo que esos juegos pueden reprogramar la mente y que un jugador puede ser transformado en una persona diferente. La manera cómo mi hijo cambió fue algo que dejó sorprendidos a todos sus amigos. Tesoros de la Fe — ¿Podría dar un ejemplo de cómo algunos padres intervienen demasiado tarde? Sra. Woolley — Uno de los chicos que conocí bien tenía 15 años. Su nombre era Brandon y vivía en Canadá. Se aficionó a un juego llamado Call of Duty y sus padres luchaban para que lo dejara, pues sabían que esto le acarrearía problemas. Brandon se consideraba a sí mismo una persona muy poderosa dentro del juego y no quería salir de él debido a todo el falso poder y atención que obtenía. En el 2008, sus padres decidieron, por fin, poner un freno y le quitaron el juego. Entonces Brandon huyó de casa y unas semanas más tarde unos cazadores encontraron su cuerpo sin vida a unas siete millas de su hogar. Se sospecha que saltó de un árbol. Tesoros de la Fe — ¿Le han comentado los adictos acerca de la adrenalina del juego que se convierte luego en sensación de vacío? Sra. Woolley — Sí, absolutamente. Y esto tiene mucho sentido porque en los juegos hay siempre más “misiones” y retos interesantes. Los jugadores obtienen una descarga de adrenalina cuando alcanzan un nuevo nivel y tienen que averiguar qué es lo que hay que hacer después. Salir a la aventura o planificar ciudades son actividades muy emocionantes, pero, ¿qué sucede cuando se tiene que volver a la vida real? Cuando se les pide barrer el piso, hacer las tareas escolares, lavar los platos y comer en la mesa o conversar con su hermana. Los padres, entonces, se sorprenden cuando sus hijos dicen cosas como “la vida es tan deprimente”, “todo es aburrido”, “no tengo amigos” pero todo se debe a que los chicos están desperdiciando todo su tiempo en juegos sin experimentar la vida real. Si los chicos tienen actividades, grupos y amigos entonces la vida real se volverá interesante para ellos.
Tesoros de la Fe — ¿Qué juegos no adictivos recomendaría usted a las familias? Sra. Woolley — Una buena regla es elegir juegos que tienen inicio y final. Aún mejor son los juegos activos como los de Wii ya que hacen que la gente se mueva. Moverse permite a uno darse cuenta que está cansado y que es momento de parar. Los juegos también pueden ser sociales si son jugados con otros en la misma casa, no con la máquina. Los juegos de Wii también permiten esto pero, claro, siempre es necesario establecer reglas. Como los demás juegos, los de Wii también pueden ser usados en exceso. Repito, toda actividad debe ser equilibrada. Tesoros de la Fe — ¿Podría compartir algún otro testimonio sobre la adicción de su hijo? Sra. Woolley — Sí. Después que mi hijo se convirtiera en adicto a Everquest y diagnosticado con problemas mentales fue admitido a un programa de apoyo a largo plazo. Comenzó a vivir con un grupo de ayuda en una casa a más de ocho kilómetros de la nuestra. Una noche desperté y no podía dormir, lo que era extraño, así que bajé las escaleras para revisar mi correo, entonces, escuché la puerta principal abriéndose. Era alrededor de la medianoche. Pensé que era un intruso así que tomé un bate de béisbol para enfrentarlo; entonces entra mi hijo que había caminado más de ocho kilómetros para entregarse al juego que era adicto. Quién sabe cuántas veces se habría levantado por la noche para jugar. Los chicos lo admiten todo el tiempo en nuestros foros. Pasan la noche atrapados en esos juegos sin que sus padres lo sepan. En otra oportunidad mi hijo asistía al matrimonio de su hermano. Era el primer matrimonio de la familia, sin embargo, él abandonó la ceremonia para ir a jugar y no volvió el resto del día. Los invitados se dieron cuenta que no estaba en la recepción y fue allí cuando descubrí que había salido en medio del matrimonio y caminado a casa para continuar su juego. Mi hijo nunca hubiera hecho algo así antes de su adicción porque le encantaba asistir a fiestas y socializar.
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