PREGUNTA Monseñor: Tengo 22 años y soy católica apostólica romana. Hace algunos años, decidí hacerme dos tatuajes: uno con la frase «Papá Mamá Amor para Toda la Vida»; y otro que es una flor con cuatro mariposas a su alrededor. Leí su artículo publicado en la página web www.fatima.pe y me parece que su abordaje del tema se enfocó en especial a los tatuajes que simbolizan otras religiones y sectas. En vista que me he confirmado y tengo la intención de casarme pronto, en conformidad con el [sacramento del] matrimonio, quisiera saber si, por llevar esos tatuajes, soy indigna de comulgar, de recibir la palabra de Cristo en las misas y reuniones. RESPUESTA Realmente no veo ningún significado malo en las inscripciones que la apreciada consultante mandó grabar y que son más bien inocentes. Por lo tanto, ellos en sí no le impiden absolutamente que vaya a comulgar, asista a misa y participe en reuniones católicas. La consultante, pues, desde ese punto de vista —es decir, del significado de las inscripciones— puede estar tranquila. La joven remitente me permitirá recordar, sin embargo, que en el referido artículo de setiembre del 2010, además del significado del dibujo de los tatuajes, había otro punto capital, sobre el cual también recayeron mis comentarios: ellos constituyen una predisposición para que el hombre de nuestros días acepte las costumbres tribales. En efecto, como allí lo expuse, existe toda una corriente ideológica que propugna como ideal el retorno de los hombres al estado tribal de “civilización”, presentándolo como modelo y solución para los problemas de la sociedad moderna. En esa perspectiva, la actual moda de los tatuajes no es tan inocente cuanto podría parecer: su aceptación disminuye en las personas la distancia con relación al estado primitivo en que vivían los indígenas del tiempo del descubrimiento y aún viven hoy los que no fueron cristianizados y civilizados. Ahí está un grave inconveniente de los tatuajes, aunque sean dibujos inocentes o inocuos. Lo cual no implica afirmar que quien lo hizo, cometió un pecado que le aparte de los sacramentos y de la vida de la Iglesia. Pero muestra el cuidado que debemos tener al seguir los dictámenes de la moda. Sobre esto diré una palabra más adelante. Como he recibido varias preguntas sobre la legitimidad de los tatuajes, aprovecho la oportunidad para tratar de otros aspectos que complementan el tema que escribí en setiembre del 2010, a donde remito a los interesados (www.fatima.pe/articulo-575-tatuajes-de-moda-y-culto-a-divinidades-paganas). Lugar del cuerpo en que son hechos los tatuajes Bien hará aquel que se oponga a la tendencia actual de tatuarse, aunque sea simplemente evitando hacerse un tatuaje de significado inocente y hasta religioso.
Un amigo me contó que vio a un joven ciclista pedaleando en la calle, vestido con bermudas, de modo que se le veía la pantorrilla. Y en ella el tatuaje del nombre de Jesús, con letras grandes dispuestas en sentido vertical, de la rodilla hacia abajo. Ahora bien, lo mínimo que se puede decir: ¡ése no es un lugar digno para grabar el sacrosanto nombre de Jesús! Además del dibujo o escritura del tatuaje, hay que considerar pues el lugar del cuerpo en que es grabado. Quien se hace un tatuaje, en la mayoría de los casos pretende obviamente mostrarlo. Problema tanto más delicado cuando se trata de una persona del sexo femenino. Ese mismo amigo me dijo que una vez vio de lejos a una mujer de mediana edad, esperando en un paradero de ómnibus, que parecía cubrirse la espalda con un chal de fino encaje. Al aproximarse, verificó que no se trataba de un chal, sino de un tatuaje que abarcaba toda la parte superior de la espalda. El vestido empezaba más abajo… Ahora bien, la modestia cristiana reprueba ese tipo de vestido, que deja el torso desnudo; en este caso, un tanto disfrazado por los arabescos del tatuaje. Así, el problema teórico de un tatuaje con un dibujo inocente se complica cuando es ejecutado en una parte del cuerpo que una joven no debe exhibir. Tanto más cuanto las costumbres liberales de nuestros días van ampliando la exhibición del cuerpo, hasta límites absolutamente intolerables para la moral católica. Como estas malas costumbres son vigorosamente diseminadas por programas de TV y otros medios de comunicación, con la ausencia casi completa de una prédica que las contradiga por parte de sacerdotes católicos, no es de extrañar que muchas jóvenes consideren normal ese modo de vestir, y hasta que queden sorprendidas con lo que está siendo afirmado aquí. Cumplo con mi obligación, ante Dios y ante la Iglesia, de alertarlas. No entro en pormenores, porque lo dicho es suficiente: Qui vis intellegere, intellegat – Quien quiera entender, que entienda. ¿Pero si la intención es claramente religiosa? Tres consultantes son bastante explícitos en este punto: uno quiere grabar la medalla de San Benito en el lado interno del brazo; otro pregunta si podría hacerlo con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús (no dice dónde); un tercero es aún más genérico: “Si alguien utiliza un tatuaje para adorar y alabar al Dios verdadero, y no a los dioses falsos, ¿habría algún problema?” Si lo hiciera con la discreción y el respeto debido, en un lugar digno del cuerpo, en sí no podría ser censurado, a pesar que me parezca un tanto “original”, para no decir indiscreto. Añado una condición, implícita en lo que expliqué arriba: que no sea por modismo, para “estar en la moda”. Pues la moda actual suele ser revolucionaria, es decir, contraria al orden querido por Dios para los hombres en esta tierra. Una sugerencia: ya que se desea hacer un tatuaje para honrar a Nuestro Señor, a Nuestra Señora o algún santo, ¿por qué no ponerse una medalla suya? Además de no correr el riesgo de causarse una infección (siempre es posible con los tatuajes), las medallas atraen gracias y bendiciones a sus portadores.
Jamás seguir una moda revolucionaria Sería ingenuo pensar que fuerzas revolucionarias a veces tan dispares, y que convergen para instaurar en el mundo un estado de cosas diametralmente opuesto al recto orden querido por Dios, lo hagan sin una dirección única que las oriente para ese fin. El pensador católico Prof. Plinio Corrêa de Oliveira lo expuso con toda claridad en su libro Revolución y Contra-Revolución, que más de una vez hemos citado aquí. El control de las modas es uno de los medios más eficaces que las fuerzas revolucionarias disponen para arrastrar astutamente a los hombres en esa dirección. Por lo tanto, debemos tener una atención meticulosa puesta en esos mecanismos revolucionarios de acción, a fin de oponernos a ellos y no siguiendo livianamente la onda de la mayoría sólo porque es mayoría. La cantidad de tatuajes monstruosos que se multiplican ante nuestros ojos demuestra que ellos son estimulados en un sentido revolucionario. Bien hará aquel que se oponga a ese objetivo, aunque simplemente sea evitando hacerse un tatuaje con un significado inocente y hasta religioso. Actuar contra la corriente, en este caso, normalmente será más agradable a Dios que ese homenaje “en sí mismo legítimo”, pero guiado por el modismo.
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