Santoral
San José Cafasso, Confesor
Contemporáneo, coterráneo y maestro de San Juan Bosco, formó al clero piamontés en los buenos principios de San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio.
Fecha Santoral Junio 23 Nombre José
Lugar Turín - Italia
Vidas de Santos San José Cafasso

Director espiritual y maestro de Don Bosco

San José Cafasso apoyó con particular desvelo a San Juan Bosco y su obra, por lo que es considerado protector de los salesianos


Trabajando sin ningún alarde, el padre Cafasso realizó un extraordinario apostolado al combatir los errores de la época; se constituyó en un sustentáculo para la formación de los sacerdotes


Plinio María Solimeo


José Cafasso nació en la villa de Castelnuovo de Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco) en 1811. Una hermana suya fue madre de otro santo, San José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.

Desde pequeño José era llamado por sus conciudadanos de il santetto, a causa de su atracción hacia la virtud y las cosas santas.

A los dieciséis años entró al seminario y vistió por primera vez la sotana. Así lo describe San Juan Bosco, que lo conoció a esa edad: “pequeño de estatura, de ojos brillantes, aire afable y rostro angelical”.

Providencial encuentro con San Juan Bosco

Don Bosco, que era aún niño, lo vio en la puerta de la iglesia de su ciudad, durante una kermesse, e impresionado con la apariencia del joven seminarista, quiso conversar con él. Se propuso entonces mostrarle alguno de los espectáculos de la feria. Y narra de este modo el episodio:

[José Cafasso] me hizo una señal para que me acercase y empezó a preguntarme por mis años, por mis estudios; si había recibido la primera comunión, con qué frecuencia me confesaba, adónde iba al catecismo y cosas semejantes. Quedé como encantado de aquella manera edificante de hablar; respondí gustoso a todas las preguntas; después, casi para agradecer su amabilidad, repetí mi ofrecimiento de acompañarle a visitar cualquier espectáculo o novedad.

— Mi querido amigo —dijo él—: los espectáculos de los sacerdotes son las funciones de la Iglesia; cuanto más devotamente se celebran, tanto más agradables resultan. Nuestras novedades son las prácticas de la religión, que son siempre nuevas, y por eso hay que frecuentarlas con asiduidad; yo sólo espero que abran la iglesia para poder entrar.

Me animé a seguir la conversación, y añadí:

— Es verdad lo que usted dice; pero hay tiempo para todo: tiempo para la iglesia y tiempo para divertirse.

Él se puso a reír. Y terminó con estas memorables palabras, que fueron como el programa de las acciones de toda su vida:

— Quien abraza el estado eclesiástico se entrega al Señor, y nada de cuanto tuvo en el mundo debe preocuparle, sino aquello que puede servir para la gloria de Dios y provecho de las almas”.1

En el Convitto San Francisco de Asís

José Cafasso era un óptimo estudiante, y tuvo que pedir dispensa para ser ordenado más joven de lo normal, a los 21 años de edad, en setiembre de 1833. En vez de aceptar innumerables invitaciones de parroquias, quiso profundizar sus estudios en el Convitto (internado) eclesiástico San Francisco de Asís, de Turín. En aquella especie de academia eclesiástica pasó algunos años de intensa formación intelectual y espiritual, siendo nombrado profesor de la cátedra de moral. Trabajó al lado del canónigo Guala, uno de los fundadores del establecimiento y su rector. Su programa era santificarse cada vez más y auxiliar a los demás para que también se santificasen. Todos admiraban en él aquel empeño para buscar en todo la mayor gloria de Dios y la santificación propia y ajena.

Al morir el Canónigo Guala, José fue aclamado por unanimidad para substituirlo, y mantuvo ese cargo durante doce años, es decir, hasta su muerte. Se puso como modelos a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri. Muchos decían que, en la jovialidad y uniformidad de espíritu, él se asemejaba mucho a esos santos.

Combate al jansenismo y al rigorismo

El padre Cafasso combatió tenazmente dos filosofías que habían entonces penetrado en Italia: el jansenismo, que sostenía que sólo una persona muy santa debería aproximarse a los sacramentos, principalmente la Eucaristía; y el rigorismo, que se centraba más en la justicia de Dios, casi abstrayendo su misericordia, sin procurar ver el equilibrio existente entre estos dos atributos divinos. El Papa Pío XI, por ocasión del decreto De tuto para la beatificación de José Cafasso, firmado el 1º de noviembre de 1924, afirmó: “Bien presto logró Cafasso sentar plaza de maestro en las filas del joven clero, inflamado de caridad y radiante de sanísimas ideas, dispuesto a oponer a los males del tiempo los oportunos remedios. Contra el jansenismo alzaba un espíritu de suave confianza en la divina bondad; frente al rigorismo colocaba una actitud de justa facilidad y bondad paterna en el ejercicio del ministerio, desbancaba, en fin, el regalismo [doctrina que antepone los intereses del Estado a los de la Iglesia], con una dignidad soberana y una conciencia respetuosa para con las leyes justas y las autoridades legítimas, sin claudicar jamás, antes bien dominada y conducida por la perfecta observancia de los derechos de Dios y de las almas, por la devoción inviolable a la Santa Sede y al Pontífice Supremo y por el amor filial a la Santa Madre Iglesia”.2

Para contraponerse al jansenismo y al rigorismo, él presentaba la Religión bajo sus más bellos aspectos, concebida como un ejercicio de amor a un Dios de bondad y misericordia, que padeció y murió para salvarnos. Sin descuidar las verdades esenciales, ponía el acento en aquellas más bellas y accesibles al común de los cristianos, para que practicasen las virtudes. Como se ve, utilizaba la táctica religiosa preconizada siglos antes por San Ignacio de Loyola, del agere contra, es decir, actuar siempre contra los errores y vicios de la época.

Llevaba a sus alumnos sacerdotes a visitar las cárceles y los barrios más pobres de la ciudad, a fin de despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los desheredados de fortuna.

Don Bosco

Amigo y protector de Don Bosco

Cuando San Juan Bosco estaba aún en el seminario y no podía proseguir sus estudios por falta de recursos, el padre Cafasso le pagó media beca y obtuvo de los regentes del seminario que le facilitasen la otra mitad, sirviéndole el joven seminarista de sacristán, remendón y peluquero; y cuando se ordenó, también le costeó el curso en el Convitto para su post-graduación.

Después lo ayudó en su apostolado con los niños, e, incluso cuando todos abandonaron a Don Bosco, continuó siendo su acérrimo defensor. Lo ayudó también en la recién fundada Sociedad Salesiana, siendo considerado por los salesianos como uno de sus mayores benefactores.

Asistencia a los condenados a la hora de la muerte

Turín era la capital del reino de Saboya y una ciudad en gran desarrollo, que atraía toda especie de aventureros. En consecuencia, las cárceles estaban llenas de una variedad de delincuentes, abandonados por todos. Éste fue uno de los campos de apostolado preferido por Don Cafasso. Él entregaba a los presos ropa, comida, material de limpieza y otras cosas. Iba a visitarlos, y con paciencia y dulzura acababa haciendo con que muchos se confesasen y comenzasen a llevar una vida más decente. Su visita semanal era esperada con expectativa por aquellos parias de la sociedad. Muy al contrario de los que hoy predican los “derechos humanos” de los bandidos, que no buscan la conversión de los mismos, sino apenas proporcionarles regalías terrenas, manteniéndolos en la mentalidad criminal.

El mayor y más heroico apostolado ejercido por José Cafasso era con los condenados a muerte. Cuando un criminal recibía la sentencia capital, el sacerdote lo preparaba durante los días que la precedían, para que se convirtiera y confesara, y después lo acompañaba hasta el lugar del suplicio, inspirándole sentimientos religiosos. De los 68 condenados que así acompañó hasta el último suplicio, ninguno murió sin confesarse y mostrarse verdaderamente arrepentido.

Cuando el delincuente oía la pena de muerte, generalmente exclamaba: “Que el padre Cafasso esté a mi lado a la hora de la muerte, es mi último deseo”. Lo llamaban incluso de otras ciudades, para ese benemérito apostolado. Hoy en día, ¿dónde están los criminales que piden asistencia espiritual? Y, ¿no es cada vez más difícil encontrar un buen sacerdote que quiera darla? Cómo hemos decaído...

Cuando Don Bosco era aún joven sacerdote, el padre Cafasso lo llevó cierto día a una de aquellas visitas. De sólo ver la horca, Don Bosco cayó desmayado...3 Lo que muestra el dominio que Don Cafasso debería tener sobre sí mismo para familiarizarse con tan difícil apostolado. Pero entonces se trataba de salvar un alma en el último momento, y eso bastaba para darle fuerzas.

“Padre de los pobres, consejero de los vacilantes”

Un don que José Cafasso recibió en grado eminente fue el de la prudencia. A su puerta golpeaban desde altos eclesiásticos hasta gente menuda del pueblo, en busca de un consejo para resolver situaciones delicadas. Y él siempre tenía una palabra precisa, el consejo apropiado, la solución definitiva.

Otras cualidades que en él sobresalían de modo especial eran su tranquilidad inmutable y ejemplar paciencia. En el rostro llevaba siempre una sonrisa amable para acoger a las personas. Como era de baja estatura, decían de él: “Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu”.

San Juan Bosco, en la biografía que escribió de San José Cafasso, su director y maestro, destaca varias facetas de su múltiple actividad: “padre de los pobres, consejero de los vacilantes, consolador de los enfermos, auxilio de los agonizantes, alivio de los encarcelados, salud de los condenados a muerte”.4

La devoción del padre Cafasso a la Santísima Virgen era fuera de lo común. La nutría desde pequeño y hablaba de Ella con entusiasmo. Dedicaba los sábados en su honra, y nada que le fuese pedido en uno de esos días o en alguna fiesta de Nuestra Señora, quedaba sin ser atendido.

Amenos y plácidos panoramas que rodean Caltelnuovo Don Bosco, la región natal de San José Cafasso

Tres grandes amores: la Eucaristía, Nuestra Señora, el Papado

Decía constantemente que tenía tres amores: a Jesús Sacramentado, a la Santísima Virgen y al Papa.5

En uno de sus sermones sobre Nuestra Señora, Don José Cafasso exclamó arrebatado: “¡Qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al Cielo!” Realmente, esa fue la gracia que obtuvo, al fallecer el sábado 23 de junio de 1860, a los 49 años de edad.

José Cafasso fue beatificado por Pío XI en 1925, y canonizado por Pío XII el 22 de junio de 1947.     


Notas.-

1. San Juan Bosco, San Juan Bosco — Obras fundamentales, BAC, Madrid, 1995, Memorias del Oratorio, p. 362.
2. P. Giuseppe Usseglio  S.D.B., www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/06/06-23_S_jose_cafasso.htm
3. www.iglesiapotosina.org/admon/santoral/santostodos.cfm? id_santo=332
4. P. Usseglio, site citado.
5. www.serviciocatolico.com/liturgia%20y%20santoral/santoral/junio/23dejuni.htm

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Tesoros de la Fe N°42 junio 2005


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