Esta entrevista con el músico y compositor Philip B. Calder le ayudará a discernir entre la música buena que nos eleva a Dios y aquella que más bien perturba el alma. Descubra usted por qué la buena música es un reflejo del orden creado.
Nacido en Pittsfield, Massachusetts (EE.UU.), Philip Calder ya mostraba un gran talento musical a los siete años, cuando empezó a recibir clases de piano. Acabó su primera composición a la edad de once años, y a los trece se convirtió en el alumno predilecto del compositor y director de orquesta con fama internacional John Duffy, incorporándose al famoso Festival de Música de Tanglewood. “Philip era un niño prodigio, mi alumno más aventajado”, dijo Duffy. En el Conservatorio de Música Julius Hartt, Calder estudió con el maestro de piano Leo Rewinski. Luego pasó a estudiar órgano con Ernest Nichols, prestigioso discípulo del legendario Virgil Fox. Compositor de cientos de obras para piano solo, conjunto instrumental y orquesta, Philip Calder se ha presentado en ambos hemisferios como pianista, organista y director de orquesta, en el Carnegie Hall y la Metropolitan Opera de Nueva York. Actualmente imparte clases en la Academia de Música Calder, en San José, California. * * * Tesoros de la Fe — ¿Qué nos puede decir usted sobre la naturaleza de la música y sus influencias? Philip Calder — A lo largo de los siglos, la música ha sido una de las artes más elevadas, y quizás una de las más abstractas, en el sentido de que se puede oír pero no palpar. Por su naturaleza, la música es muy impalpable, muy etérea y muy abstracta, y sin embargo nos conmueve tan profundamente que toca el corazón y el alma del ser humano. San Juan Crisóstomo, en la Iglesia primitiva, decía que la música se inventó en el Cielo; y que si el hombre es músico, lo es gracias a una revelación del Espíritu Santo.
Podemos rastrear el origen de la música hasta el principio de la humanidad. Desde los tiempos más remotos, el hombre siempre ha querido expresarse, y de ese deseo nacen todas las diferentes artes. La mayoría de nosotros, músicos o no, hemos intentado tararear una melodía, o encontrar una tonada, y esos son los primeros esfuerzos de composición musical. En muchos lugares del Antiguo Testamento aparecen instrumentos musicales, como el arpa y la lira, y consta que el rey David cantaba con acompañamiento instrumental. Los antiguos griegos fueron los que descubrieron las siete escalas musicales, que más tarde utilizó la Iglesia católica en la formación del canto gregoriano. Así que, desde el principio, podemos ver la profunda importancia que ha tenido la música en la vida del hombre en esta tierra.
Tesoros de la Fe — ¿Cómo se desarrolló la música durante la esplendorosa civilización cristiana medieval? Philip Calder — La música es un componente básico en la influencia salvífica y maravillosa de la Iglesia católica, que siempre ha tenido como objetivo no solo dar a la gente la verdadera religión, sino también formar toda una civilización. Así es que surge el desarrollo de todas las artes y oficios que, bajo la influencia de la Iglesia, se elevaron cada vez más. Lo primero que nos llega a la mente es el canto gregoriano, codificado por el Papa san Gregorio I en el siglo VI. De hecho, en la Edad Media, era la música que más se había desarrollado. El canto gregoriano al servicio de la sagrada liturgia nunca ha sido igualado y expresa muy bien la unidad de Dios.
En el ámbito seglar la música no estaba tan desarrollada, aunque podemos encontrar, en el último siglo de la Edad Media, el bello ejemplo de la música de la coronación del rey san Luis IX en 1226, que tiene claramente dos líneas musicales. Una línea principal, junto con una línea de acompañamiento; son los inicios de cierta forma de armonía. Esto muestra definitivamente un mayor desarrollo de la música, que aumenta a medida que van pasando los años. Ahora bien, si reduces todo al mismo plano en cualquier ámbito, como decía el gran santo Tomás, nunca encontrarás a Dios. Solo encontrarás a Dios en la cumbre de una larga serie jerárquica, ascendiendo. Y la única forma en que puedes tener una jerarquía en las cosas es cuando ellas son diferentes. Si las cosas son iguales no puedes jerarquizarlas, porque todas son lo mismo. Ninguna cosa tiene preeminencia sobre otra, nada sirve a otra cosa, todo tiene su propio principio y fin en sí mismo, y hay una ruptura total. Eso es lo que ha pasado en la sociedad, y es lo que ha pasado en la música. Los músicos del siglo XX han perdido la cabeza tratando de idear nuevas formas de hacer las cosas. El fruto final de sus obras es el caos, que es lo más absolutamente opuesto al formidable ordenamiento que la Iglesia obra sobre la civilización y las artes.
Tesoros de la Fe — ¿Cómo podemos analizar objetivamente una pieza musical y discernir hasta qué punto es buena o mala? Philip Calder — Santo Tomás explicita lo que él llama las tres facultades del alma: inteligencia, voluntad y sensibilidad. La inteligencia da al entendimiento la capacidad de analizar y captar algo. Si estas facultades están en su orden correcto, la inteligencia ilumina la voluntad para que la persona se oriente a querer las cosas que la inteligencia muestra como buenas. La más baja de las tres facultades es la sensibilidad, es decir, la forma en que el alma responde a los estímulos exteriores. En este caso hablamos de la música. El modo en que nuestra alma responde a una serie de sonidos pertenece a la sensibilidad. Ahora, si la inteligencia y la voluntad están en el orden correcto, y si nos encontramos ante una serie de sonidos considerados objetables, la voluntad ordena a la sensibilidad del alma que los rechace. Si nuestra inteligencia y nuestra voluntad no han hecho lo que debían, entonces se dejan gobernar por la sensibilidad. Así que lo que la Revolución hizo gradualmente fue invertir estas tres facultades, porque acostumbró a la gente a no utilizar su inteligencia para analizar a fondo las cosas. Cuanto menos utiliza la gente la inteligencia, menos capacidad de discernimiento tiene la voluntad. Eso explica por qué todo este proceso gradual a lo largo de mucho tiempo dio lugar a lo que se ha llamado la “civilización de la imagen”. Esto abarca no solo imágenes físicas, palpables, sino imágenes de sonidos, cualquier sonido que a la persona le guste porque le gusta a sus amigos, y no hace ningún análisis consciente ni lo rechaza. Eso es lo que ha ocurrido en nuestra era moderna; se ha vuelto completamente salvaje.
En el contexto de esta entrevista, la gente tiene que empezar a meditar sobre una pieza musical y preguntarse: ¿Por qué me gusta esto? ¿El compositor o intérprete tiene las facultades de su alma en correcto orden o están completamente invertidas? Y, si la gente empieza a hacer eso, poco a poco tendrán un enfoque más objetivo de la música que les gusta, y no se limitará a decir: “Me gusta la música. ¿Por qué? No lo sé, simplemente me gusta”. Eso no es suficiente. No quiero dar la idea de que todo esto es blanco o negro. No lo es. Hay grados. ¿Hasta dónde uno puede acompañar algo que pasa por grados indeseables antes de decir: “¡Ya basta!”? Cuanto más una persona pueda enfocar estas cosas, más va a crecer su alma, su vida interior, y más se van a refinar sus preferencias. Hay preferencias en la música.
Tesoros de la Fe — Una pregunta colateral: ¿Pueden producirse buenos frutos musicales en sociedades que aún no han recibido el influjo del Evangelio? Philip Calder — Los grandes esfuerzos de los misioneros de la Iglesia a lo largo de los tiempos han demostrado, cuando la Iglesia ha llegado a personas de todos los orígenes, que Dios, como Padre de todos, nunca abandona a nadie. En las miles de millones de personas que Dios ha creado desde el principio, se puede ver un número infinito de grados, ya que cada uno es único. Dios no dejará de dar a cada uno, en el nivel en que se encuentre, los medios para conocerle. Una de las formas en que Dios se revela es a través de los Diez Mandamientos, conforme a lo que la Iglesia nos enseña. Sin embargo, hasta pueblos primitivos que nunca han oído hablar de los Diez Mandamientos, los llevan escritos en sus corazones. Cada uno sabe lo que está bien y lo que está mal. Las sociedades —preferiría reservar el término “civilización” para lo que la Iglesia ha desarrollado— que no tuvieron la influencia sobrenatural de la Iglesia, sino que simplemente existieron de acuerdo al orden natural, van a tener estas cosas en diferentes grados. Por ejemplo, una de las sociedades más antiguas, China, incluso sin la influencia civilizadora y salvífica de la Iglesia, hizo muchas cosas hermosas. Por supuesto que había desórdenes, pero los chinos tienen un refinamiento y una inteligencia tremenda, con una gran apreciación de la belleza. Pasando al punto concreto de la música, cito el ejemplo de un instrumento que desarrollaron, el erhu (se pronuncia erju), un instrumento de cuerda con arco. Parece ser que los chinos lo desarrollaron después de ver un laúd, que es un instrumento de cuerda de origen europeo. La extensión [rango de notas que puede producir] del erhu es casi idéntica a la del violín. Solo tiene dos cuerdas: el Re sobre el Do central, y el La por encima de éste. El violín tiene el Sol por debajo del Do central, las mismas dos cuerdas centrales y el Mi superior. El erhu es muy expresivo del pueblo chino, con un sonido muy bello, casi como un instrumento que refleja su forma de cantar.
Durante mucho tiempo, hasta hace unos 30 años, el erhu ha sido un instrumento popular y rústico, más que uno capaz de gran refinamiento. Pero es interesante que los chinos hayan desarrollado recientemente un tremendo amor y admiración por la cultura y la música occidentales, y esto les ha motivado a aprender instrumentos musicales occidentales. Han llegado a ser extraordinarios en su capacidad musical, y los estudiantes de música en Occidente pueden asombrarse del grado de perfección que han alcanzado estos chinos, especialmente con el violín. Ahora, bajo este impulso, los intérpretes de erhu han desarrollado un tremendo grado de talento, en dos cuerdas. Se podría decir que un virtuoso del erhu puede hacer casi lo mismo que se puede con un violín, y eso es mucho decir.
Tesoros de la Fe — Teniendo en cuenta el vasto universo musical del que hemos tratado aquí, ¿cuáles serían sus comentarios finales? Philip Calder — La música tiene una gran importancia para nosotros. La mayor parte de las personas se emocionan con algún tipo de música. Todo lo que nos rodea nos influye de un modo u otro, así que las artes, la decoración, nuestra forma de hablar, nuestra ropa, etc., son relevantes. La música, como he intentado demostrar aquí, nos influye muy profundamente. Es difícil explicar por qué la música nos afecta de esa manera. Por esa misma razón, parece absolutamente esencial que todo el mundo empiece a analizar el tipo de música que le gusta, y a tratar de determinar por qué le gusta, pues le va a ayudar moral y espiritualmente. Toma un poco de tiempo, porque no es una ciencia matemática. A cualquiera que no conozca las grandes obras maestras del pasado —como la gran música de Palestrina— a lo largo de la historia de la música antes de que empezara a desviarse, podemos decirle que le espera un mundo maravilloso. Así pues, animo encarecidamente a todos a profundizar en la música y en la comprensión de la música que escuchan.
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