P. Cornelio a Lápide
El Señor, dice el Génesis, había plantado desde el principio un jardín de delicias, y en él había colocado al hombre que había formado (2, 8). Y el Señor hizo salir de la tierra una multitud de árboles hermosos a la vista, cuyos frutos eran sabrosos al paladar. En medio del jardín estaba el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (ibid. 2, 9). En aquel lugar de delicias corría un río que regaba el jardín y se dividía en cuatro canales (ibid. 2, 10). San Agustín y san Ambrosio dicen que alegóricamente el Paraíso terrenal es la Iglesia; que los cuatro ríos son los cuatro Evangelios; los árboles frutales son los santos; y el árbol de la ciencia del bien y del mal, el libre albedrío (in Gen). En medio del jardín estaba el árbol de la vida (in Gen 2, 9). Es de fe que aquel era un árbol verdadero. Se llama árbol de vida, porque vivificaba, alejaba las enfermedades y la muerte, conservaba las fuerzas y daba la inmortalidad… Adán no probó el fruto de aquel árbol admirable…
En el sentido alegórico, el árbol de la vida es Jesucristo, su cruz la Eucaristía… En el sentido tropológico [moral], el árbol de vida es la bienaventurada Virgen María, de la que nació la Vida… Es también el justo que hace obras santas, principio de la vida de la gracia y de la gloria, según las palabras de los Proverbios: Fructus justi lignum vita. El fruto del justo es el árbol de la vida (11, 30). Jamás se ha sabido positivamente dónde estaba colocado el Paraíso terrenal. Es probable que haya sido destruido o que haya cambiado tanto, que jamás nadie haya podido reconocerlo. Si existe todavía tal como era el día siguiente de la creación, el Señor no ha permitido que el hombre lo encontrase. San Justino, Tertuliano, san Epifanio, san Agustín, san Juan Damasceno, santo Tomás y otros doctores y padres de la Iglesia, dicen que Enoc y Elías habitan en el Paraíso terrenal.
* Jean-André Barbier, Tesoros de Cornelio á Lápide, Soler Hermanos, Vich, 1867, t. IV, p. 113.
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