Quien no conoció la profunda dedicación de ciertas familias de todas los estratos sociales al Papado y a la Iglesia de Roma —desde los porteros de los sagrados palacios hasta los “sampietrini” de la basílica vaticana,1 desde la Guardia Suiza hasta la antigua Guardia Noble–– no puede tener una idea del “sentire cum Ecclesia” que anima a todo este círculo de laicos, que vivió durante siglos a la sombra de la gran cúpula de San Pedro. La Guardia Noble ocupa un papel prominente en este conjunto. El marqués Giulio Patrizi di Ripacandida (foto central) fue el último Coronel Ayudante del Comandante de la Guardia Noble Pontificia, el cuerpo militar de los hidalgos italianos dedicado a la seguridad del Papa, disuelto en 1970 junto con el resto de la Corte Pontificia. El año 2006, concedió gentilmente una entrevista a nuestro corresponsal en Roma, Sr. Juan Miguel Montes, que ahora transcribimos al conocer de su sensible fallecimiento ocurrido el pasado 4 de enero. Descendiente de una familia que dio a la Iglesia nada menos que cuatro santos y beatos, el marqués Giulio Patrizi revela un recuerdo preciso al presentar un lúcido análisis de la historia de ese cuerpo militar, que nos hace revivir con emoción páginas gloriosas de servicio a la Sede Apostólica. Incluso cuando habla de los “melancólicos acontecimientos de 1970” —se refiere a la disolución de la Guardia Noble por Paulo VI, ahora hace exactamente medio siglo–– lo hace con una elegancia señorial y con el respeto de un devoto hijo de la Iglesia. A lo largo de la conversación se percibe una gran nobleza de sentimientos. Uno puede entender que, si hubiera sido por él, con gusto habría continuado por el resto de su vida al servicio del Papa. Pero los tiempos, como se dice, lo quisieron de otra manera. Nada, sin embargo, pudo disminuir su amor por los sucesores de Pedro, y sus ojos brillan cuando nos cuenta la conmoción con la que vio en la televisión en 2005 el anuncio desde el balcón de la Basílica de San Pedro de la elección de un nuevo Papa. Hubo un tiempo en que los guardias nobles podían estar físicamente al lado del Romano Pontífice; hoy, los que aún viven pueden verlo solo en la pequeña pantalla de televisión, pero su corazones laten siempre al unísono con el suyo. * * * Tesoros de la Fe — Marqués, quien visita hoy el Museo Lateranense puede admirar los uniformes y el estandarte de la Guardia Noble, de la que usted formó parte hasta su disolución en 1970. Han pasado 36 años, pocos para la historia dos veces milenaria de la Iglesia, pero que, sin embargo, pueden parecer muchos para la historia de un individuo. Sea como fuere, es una página que merece ser reabierta para nuestros lectores. ¿Podría ayudarnos a hacerlo? Marqués Patrizi di Ripacandida — Después de los melancólicos acontecimientos de 1970, el marqués Guido Avignone di San Teodoro, que era el archivista historiógrafo del Cuerpo, y yo, que era coronel ayudante del príncipe Mario Del Drago, montamos el museo de la disuelta Corte Pontificia en el Palacio de Letrán. No solo nos ocupamos de la Guardia Noble, sino igualmente de todos los personajes de la Corte, inclusive de la recopilación de los retratos de los Papas que aún faltaban en el palacio lateranense. El cardenal Poletti nos dio un departamento en el primer piso, en el que se había firmado el Concordato [el Tratado de Letrán], y recibimos asistencia del profesor Pietrangeli, director de los Museos Vaticanos. Fue un trabajo de paciencia, de años, y hoy debo confesar que está un poco abandonado. Allí podemos ver el último estandarte, los uniformes y otras reliquias de la Guardia Noble. Este Cuerpo fue el resultado de la fusión de otros dos: la Guardia de los Caballeros Ligeros y el Cuerpo delle Lance Spezzate.2 En 1801, con la invasión de Roma [por las tropas revolucionarias francesas], los dos cuerpos fueron suprimidos por los franceses. Al regresar a Roma [después del cautiverio en Francia], Pío VII reintegró los dos cuerpos en uno solo, que desde entonces usó el nombre de Guardia Noble del Cuerpo de Nuestro Señor [el Papa].
La continuidad estaba garantizada por el hecho de que el comandante y los oficiales fueron los últimos de los Caballeros Ligeros y Lance Spezzate de los cuerpos precedentes. Más tarde, en 1968, Paulo VI quiso llamarla Guardia de Honor de Su Santidad, y finalmente, en 1970, la disolvió. Después de su desaparición, el príncipe Carlo Colonna di Stigliano escribió una frase que me conmovió mucho: “Desaparece el último Cuerpo Militar nobiliario de la historia”. Tesoros de la Fe — ¿Qué sucedió precisamente en aquella ocasión? Marqués Patrizi di Ripacandida — Los del último Cuerpo Militar nobiliario de la historia pedimos al Santo Padre una audiencia para entregarle solemnemente el estandarte. Escribí personalmente al cardenal Villot, Secretario de Estado, para que se nos conceda este último homenaje, y le dije: “Vea, Eminencia, podemos ser despojados de todo según las exigencias de los tiempos: de privilegios, de nobleza, del Cuerpo al que pertenecemos, del rango militar, de honores, pero no de nuestros sentimientos y de la indefectible fidelidad al Papa y a la Iglesia”. El cardenal me respondió que se había dirigido al Papa para hacerle leer mi carta, y que el Sumo Pontífice la había “apreciado mucho y la recibía con agrado” y me “expresaba su paternal reconocimiento”. Sin embargo, no se nos concedió la audiencia, creo que por sugerencia de monseñor Benelli, entonces sustituto de la Secretaría de Estado. De cualquier manera, durante una breve y significativa ceremonia pudimos devolver el estandarte al Secretario de Estado. El comandante Del Drago, con la voz embargada por la emoción, dijo unas breves palabras y concluyó así: “De 1485 hasta hoy, la denominación del Cuerpo que tuve la honra de mandar cambió muchas veces conforme las exigencias del momento y las costumbres de la época […]. Aquella que nunca cambió fue la ininterrumpida tradición de fidelidad al Papa, que en el trascurso de los siglos quedo consagrada con la sangre y con la prisión”. El cardenal Villot se inclinó entonces ligeramente para recibir el viejo estandarte arriado, y delató un signo de estar conmovido. Con palabras gentiles y de circunstancia, muy mesuradas, agradeció el servicio fielmente prestado. El sustituto de la Secretaria de Estado, monseñor Benelli, permaneció erguido, impasible, casi ajeno. Entre los guardias nobles, algunas lágrimas corrieron por sus mejillas. Tesoros de la Fe — ¿A qué se refería el príncipe Del Drago cuando mencionó la fecha de 1485? Marqués Patrizi di Ripacandida — A la constitución del Cuerpo por el Papa Inocencio VIII, con el nombre de Guardia de los Caballeros Ligeros, formada de dos compañías que tenían su cuartel al lado de la Puerta Posterla, que desde entonces tomó el nombre de Puerta de los Caballeros Ligeros (Porta Cavalleggeri), próxima a la Plaza del Santo Oficio. Aún hoy se puede ver en la vieja puerta el escudo de armas de ese Pontífice. Tesoros de la Fe — El príncipe Mario Del Drago también habló del derramamiento de sangre y las prisiones sufridas por los guardias nobles en defensa del Papa. Marqués Patrizi di Ripacandida — Sí, en particular la sangre derramada en el saqueo de Roma en 1527. La Guardia de los Caballeros Ligeros tuvo su momento más brillante entonces, cuando Roma fue saqueada por las hordas del Gran Condestable de Borbón. Los caballeros pusieron al Papa Clemente VII a salvo en el Castillo de Sant’Angelo; luego corrieron a la Tumba de los Apóstoles y la defendieron con ahínco, hasta que cayó el último caballero. Murió todo el Cuerpo de los Caballeros Ligeros; murieron casi todos los guardias suizos y todos los caballeros ligeros.
En 1801, cuando Roma fue ocupada por Napoleón, los guardias nobles que se negaron a usar el lazo tricolor francés fueron encarcelados en el Castillo de Sant’Angelo. Fueron encarcelados de nuevo en la revuelta de 1831. Tesoros de la Fe — ¿Cómo nació el nombre Lance Spezzate? Marqués Patrizi di Ripacandida — Después del saqueo de Roma el Cuerpo fue reconstituido, y el Senado romano quiso poner a su lado a cien “caballeros de guardia”, gentilhombres romanos que el Papa Paulo IV quería que se llamaran “caballeros de la fe”, pero que el pueblo pronto bautizó como Lance Spezzate. El nombre acabó siendo reconocido incluso en documentos oficiales. Cuando fuimos disueltos, los miembros de la Guardia Noble quisimos retomar el antiguo nombre, fundando una asociación civil llamada Compagnia delle Lance Spezzate (Compañía de las Lanzas Partidas), que debía reunirse tres veces al año: en la fiesta de San Sebastián, patrón del Cuerpo; para los ejercicios espirituales de Pascua; y para la conmemoración de los difuntos en noviembre. Tesoros de la Fe — ¿Cuáles eran las responsabilidades de la Guardia en relación con la persona del Sumo Pontífice? Marqués Patrizi di Ripacandida — Tanto la Guardia Suiza como la Guardia Noble estaban junto a la persona del Papa; pero mientras que la Guardia Suiza tenía otros deberes extrínsecos a la persona del Pontífice, la Guardia Noble tenía la tarea específica de la custodia física de su persona. Por ejemplo, durante todo el período de la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, la Guardia Noble estuvo de servicio todas las noches en el departamento del Santo Padre. Durante el día, lo acompañaba en las audiencias, lo escoltaba en los paseos por los jardines; por la noche, con una lámpara sobre un escritorio, siempre estábamos a su puerta. Nos moríamos de frío, porque el Papa Pacelli [Pío XII], para dar ejemplo, no quería la calefacción, y nos congelábamos en el vestíbulo. Durante siglos prestamos servicio con el sable, pero durante la guerra portábamos la pistola automática. Una noche, cuando estaba de guardia, un avión, tal vez inglés, lanzó un artefacto luminoso que cayó en la terraza del Papa quedando encendido durante mucho tiempo, amenazando con un incendio. Advertidos por una monja, Giorgio Sacconi y yo, saltamos a la terraza, y con nuestros abrigos apagamos las llamas y cargamos triunfalmente el artefacto con la mecha extinguida. Fue necesaria la intervención de monseñor Montini, quien gentilmente nos pidió que entregáramos el artefacto a los bomberos. Ellos lo debían examinar, mientras que nosotros queríamos conservarlo como un trofeo de guerra. Tesoros de la Fe — Además de la protección de la persona del Papa, ¿había también una especie de secretaría del Papa? Marqués Patrizi di Ripacandida — El oficial de servicio de la Guardia Noble era el jefe de todos los cuerpos militares de la antecámara pontificia, incluyendo la Guardia Suiza y los gentilhombres, y tenía un delicado bastón como emblema de su mando. El oficial de servicio anotaba todo con extrema meticulosidad y hacía un informe semanal al monseñor Maestro de la Cámara Apostólica; este informe cubría las audiencias reservadas del Papa, no publicadas en “L’Osservatore Romano”. Una valiosa documentación.
A veces el comandante me hacía leer estos informes, que contenían incluso cosas divertidas. Por ejemplo, con ocasión de una visita que hizo a la Basílica de Santa Inés, Pío IX había subido al segundo piso de un pequeño convento adyacente para recibir a los párrocos de los alrededores. El oficial de servicio anota: “No se había calculado el excesivo peso sobre esta vieja terraza, y el piso cedió, cayendo al piso de abajo. Gracias a Dios, Su Santidad no se hizo daño, ni ninguno de mis guardias nobles, ya que después del largo servicio matutino los había dispensado de la audiencia con los párrocos”. Todos esos documentos, algunos de los cuales eran muy importantes, también los tuvimos que devolver. Tesoros de la Fe — ¿Cómo se constituían los destacamentos de la Guardia y cuáles eran los uniformes? Marqués Patrizi di Ripacandida — La Guardia tenía un capitán general comandante, que no ejercía directamente el mando militar, pero ostentaba la representación del Cuerpo y era asistido por un coronel ayudante; el último coronel ayudante fui yo. El mando militar le correspondía al oficial ayudante mayor. Luego seguían dos brigadieres generales, que comandaban la brigada de servicio y la brigada de honor. Uno de ellos, de los últimos tiempos, fue el príncipe Marcantonio Pacelli, sobrino del Papa, que aún vive [falleció el 31 de diciembre de 2006, después de esta entrevista, a los 99 años de edad]; nosotros dos somos los decanos del Cuerpo. Él es decano en cuanto al rango, y me delegó la presidencia de la Compañía delle Lance Spezzate. Por debajo de los brigadieres había nueve oficiales y los guardias estaban subdivididos en varios grados. Normalmente el Cuerpo estaba compuesto por un centenar de guardias, pero en el momento de la disolución éramos unos 80. El uniforme de parada consistía en una túnica roja bordada en oro, con pantalones blancos y botas altas. El uniforme de diario era una casaca negra y roja con pantalones azules. En algunas ocasiones, como en los funerales, la casaca era negra, pero llevábamos pantalones blancos y botas altas. El yelmo o casco se usaba siempre, y en los desfiles o paradas se añadía el penacho y la cresta. Tesoros de la Fe — ¿Cuál era la remuneración y cuál el juramento que los guardias nobles debían prestar? Marqués Patrizi di Ripacandida — La remuneración, llamada “soldo”, era una cantidad simbólica que se daba apenas para mantener el uniforme. La Guardia Noble no prestaba juramento. Tenía esta prerrogativa desde el principio. El Papa Inocencio VIII, que lo estableció, declaró que la fidelidad de la Guardia Noble no estaba en discusión. Inicialmente la Guardia estaba abierta solo a los nobles provenientes de los Estados Pontificios, pero después de 1929 [con el tratado de Letrán] se extendió a la nobleza de toda Italia. Curiosamente, el último guardia noble, nombrado por Paulo VI, fue un español. Tesoros de la Fe — Gracias, marqués, por haber hecho de una manera tan cautivante una recapitulación de este glorioso Cuerpo, que ningún historiador de la Iglesia debería olvidar, con nada menos que 485 años de servicio a los Romanos Pontífices.
Notas.- 1. Sampietrini: Son así llamados los guardias de la Basílica, así como los artesanos de todo tipo que están allí en servicio de mantenimiento permanente. 2. Literalmente, “de las lanzas partidas”. La expresión italiana lancia spezzata (plural lance spezzate) es usada para referirse al hombre de armas dispuesto a todo.
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