Los partidarios del aborto guardan silencio sobre los múltiples efectos negativos que afectan a las mujeres que lo practican. Según investigaciones, la vida nunca será como antes para la mayoría de ellas: un sentimiento de culpa las acompaña el resto de sus vidas. Plinio María Solimeo El “Journal of American Physicians and Surgeons”1 publicó una investigación de Coleman y colaboradores sobre 987 mujeres que abortaron en los Estados Unidos y que después procuraron centros de ayuda. Ellas contaron, de manera anónima, lo que sintieron después del trauma. De las 987, 32% dijeron que sus abortos no les trajeron ningún beneficio. Algunas dijeron sí haber obtenido algunos: un profundo arrepentimiento y el subsecuente crecimiento espiritual; el compromiso con campañas por la vida y el aconsejar a otras mujeres que estaban deliberando abortar o que ya lo habían hecho. Por otro lado, los aspectos negativos incluían un profundo sentimiento de pérdida, problema existencial y merma de la calidad de vida. Entre esos lados negativos, el que deja mayores huellas es el sentimiento de culpa por acabar con una vida, acarreando vergüenza, remordimiento, depresión, ansiedad, pérdida de la autoestima y, algunas veces, comportamiento autodestructivo. Los resultados obtenidos por Goodwin y Ogden —autores de un análisis citado en este estudio— sugieren que el persistente malestar emocional post-aborto tiene, como una de sus causas principales, la visión del feto como un ser humano. Paul y colaboradores, en el libro que la National Abortion Federation ha editado para sus ejecutores de abortos, señalan también que la “creencia” de que el aborto es igual que matar a un recién nacido puede provocar problemas psicológicos después de abortar. Y es que, en realidad, muchas mujeres se dan cuenta de que en realidad es su hijo a quien llevan en el vientre, por más que la propaganda pro aborto prefiera soslayarlo llamándole tejido fetal, saco embrionario, proyecto de ser humano o tantos otros eufemismos. Cuando el demonio promete bienestar a cambio del pecado, tengamos por seguro que el fruto final será muy amargo… Veamos las respuestas que algunas de esas mujeres dieron, para que el lector pueda palpar los problemas que han enfrentado. Sentimiento de culpa, remordimiento y vergüenza Una entrevistada, al serle preguntado sobre los efectos positivos de su aborto, respondió tajantemente: “Ninguno, no hay nada positivo. Mi vida no ha mejorado, es mucho peor. Cargo el dolor de una criatura perdida para siempre. Sé que he sido perdonada, y he superado los sentimientos de culpa y vergüenza, pero el dolor que me desgarra el corazón aún sigue. Preferiría (…) tener aquí a mi bebé para amarlo y mimarlo, que el dolor de tener los brazos vacíos”. “Tengo una sensación de vergüenza y remordimiento desde mi aborto. Es suavizada por el perdón y por la fe en la misericordia y la gracia de Dios, pero permanece aún después de todos estos años. Siento la falta de mis hijos perdidos, y lamento que a mis hijos vivos les hayan sido arrebatados sus hermanos por medio del aborto. Mi esposo, que no participó de modo alguno en mi aborto, ni en ningún otro, ha sufrido de rabia y aflicción por mi aborto. Él se esfuerza en poder perdonar a los que me presionaron para abortar”. Constatación de que el hijo está muerto por elección de la madre “Mi hijo está muerto, y fue porque yo lo decidí. Pasé años de rabia, vergüenza y aflicción. El aborto dañó mis relaciones con mi esposo, mis hijos y mi Dios. Por espacio de 30 años, no hablé de esto con nadie más que mi marido. Mi tristeza lo abrumó y lo dejó impotente y avergonzado. Durante años, lloré todos los domingos en la iglesia, experimenté negras depresiones, pensamientos suicidas y rabias repentinas. Mis relaciones con mis hijos se desequilibraron. Yo tenía que ser la madre perfecta y ellos los hijos perfectos, de lo contrario me creía peor que despreciable. Imagínese el desastre en que viví”. Conductas autodestructivas, incluyendo promiscuidad, autocastigos y malas decisiones “Cuando mi primer hijo nació, me di cuenta de lo que había hecho hacía tantos años [es decir, el aborto]. El amor que tengo por mis hijos es más poderoso que cualquier emoción que haya experimentado antes. La idea de que alguien les pueda hacer daño tiene un enorme efecto sobre mí, como madre. Saber que acabé con la vida de mi hijo es difícil de manejar emocionalmente. He luchado por años con una tendencia a ser muy dura conmigo misma y a autoherirme emocionalmente. (…) El remordimiento es un estado mental abrumador”. “[El aborto] cambió mi personalidad. Noté, al mirar atrás, que me veía a mí misma de forma diferente y sentía que no merecía nada bueno. Eso cambió mis relaciones con mis padres, especialmente con mi madre, de quien era muy cercana. Me volví promiscua y me aparté de Dios. Siento que arruiné mi vida y el plan que Dios tenía para mí”. Profunda depresión Un problema común entre quienes abortaron es una profunda depresión, como afirma otra entrevistada: “Estuve muy deprimida por años después del aborto. Estoy convencida de que la depresión contribuyó a que perdiese un lucrativo trabajo farmacéutico. No trabajé por dos años después del aborto, y no tuve energía para hacer nada. Me tomó unos tres años hasta motivarme a vivir una vida que tuviese algo de gratificante. (…) No estoy orgullosa de mi situación [concubinato], y considero que se debe a una falta de confianza en mí misma causada por el aborto”. Es destructivo para el alma “Las consecuencias del aborto son destructivas para el alma. Cuando por fin decidí enfrentar la realidad de mis [tres] decisiones de abortar y no bloquearla más, concluí que ya no debo negarla ni mantenerla debajo de la alfombra. Mi vida se interrumpió de tal manera que, pasados 30 años desde mi último aborto, aún me duele emocional y mentalmente, como fruto de mis decisiones. Tendré que vivir con ellas por el resto de mi vida terrenal”. Llamado de Dios al arrepentimiento “Lo único positivo es que me (…) hizo caer de rodillas ante Dios. Me atrajo hacia Él mediante su perdón, su misericordia y su gracia infinitos. (…) fue así como llegué a Él, no como una cristiana, pues ya lo era, sino como alguien que recién lo conoce de verdad”. Empeño para que otras mujeres no caigan en el mismo error “Como voluntaria del CPC [Centro para crisis del embarazo], he conseguido persuadir a la mayoría de mis clientes predispuestas al aborto a esperar hasta ver un ultrasonido [de sus bebés] antes de tomar sus decisiones. Todas las que lo hicieron, escogieron la vida para sus hijos. Probablemente no me hubiera hecho voluntaria si no hubiese abortado”. Así, no extraña que otra entrevistada, refiriéndose a una labor similar, declare: “Encontré mi llamado en la vida”.2
Notas.- 1. http://www.jpands.org/vol22no4/coleman.pdf, Women Who Suffered Emotionally from Abortion: A Qualitative Synthesis of Their Experiences, Priscilla K. Coleman Ph.D., Kaitlyn Boswell B.S., Katrina Etzkorn B.S., Rachel Turnwald B.S., “Journal of American Physicians and Surgeons”, vol. 22, n. 4, invierno 2017. 2. ¿Conoce a alguien con el alma herida por el aborto? ¿Sabe de alguien tentada de abortar? Comuníquese confidencialmente con: El Viñedo de Raquel, Lima; a los celulares: 997-225-419 ó 977-758-242; o al correo electrónico: ceprofarena@gmail.com.
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