PREGUNTA Conozco a un sacerdote ya mayor, a quien yo guardaba respeto y consideración, por la lectura de sus libros. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, “anda detrás” de mi cuñada, insinuándose con “cosquillas” en las manos. Hace mucho que el padre frecuenta la casa de mis parientes políticos, pero de pronto se ha vuelto enamoradizo. El domingo pasado conversando conmigo, me dijo que «Tesoros de la Fe» es una publicación radical y que mi fe era convencional. Dijo que la visión del infierno, que tuvieron los tres pastorcitos de Fátima, era sólo una visión. Y que los pecados de la carne no son tan graves, y que necesitamos comprender mejor la cuestión. Por favor, ¿cuál es su opinión al respecto? RESPUESTA
No extraña que un sacerdote, tan liviano como lo describe el lector, intente minimizar la gravedad de los pecados de la carne. Y en coherencia con tal posición doctrinaria, no dé mayor importancia a la visión del infierno descrita en la primera parte del secreto de Fátima. Como tampoco no extraña que considere radicales a los artículos de Tesoros de la Fe que, basados en la doctrina tradicional de la Iglesia, sustentan exactamente lo contrario. Lo que no se puede dejar de lamentar es que el sacerdote tome actitudes tan poco acordes con su estado clerical, importunando y tomando libertades inadmisibles con una joven. Aunque la descripción no entra en pormenores, no será juicio temerario suponer que, aunque ya mayor, desde hace mucho tiempo abandonó el uso de la sotana, como ocurrió con tantos otros sacerdotes después de los vientos de “liberación” que siguieron al Concilio Vaticano II. Hecho tan notorio y que fue muy comentado y lamentado, incluso por Paulo VI, en su célebre desahogo sobre la humareda de Satanás que penetró en la Iglesia de Dios. Un amigo religioso me comentó que un compañero de hábito reconoció haber tenido sus primeras tentaciones contra el celibato sacerdotal, justamente después que dejó de usar el atuendo eclesiástico... Ante una situación tan aberrante, no hay cómo dejar de afirmar categóricamente que las actitudes del sacerdote en cuestión non clericant, es decir, no condicen con su estado clerical. En cuanto a los preceptos del 6º y 9º Mandamientos de la Ley de Dios, es necesario reafirmar la doctrina tradicional de la Iglesia, según la cual todo acto contra la castidad —si es directamente querido, expresamente buscado y cometido con plena deliberación— es siempre pecado mortal.
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