Aquí se exponen las revelaciones que recibió sor Lucía posteriores a 1917, expresamente, la promesa de los cinco primeros sábados y la consagración de Rusia Luis Sergio Solimeo En la tercera aparición, el 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen anunció que vendría a pedir la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los cinco primeros sábados. Puesto que Ella pidió primero la devoción de los primeros sábados, en 1925, y después en 1929 la consagración, trataremos de ellas en ese mismo orden. La devoción de los primeros sábados El 10 de diciembre de 1925, en la Casa de las Hermanas Doroteas, en Pontevedra (España), la hermana Lucía tuvo una visión. Ella misma la narra, escribiendo en tercera persona por humildad: 10 de diciembre de 1925.- Se le aparece la Santísima Virgen y, a su lado, suspendido en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen poniéndole su mano en el hombro, le mostró un corazón que tenía en la otra mano rodeado de espinas. Al mismo tiempo, dijo el Niño: —“Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está rodeado con las espinas que los hombres ingratos constantemente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para quitárselas”. En seguida, dijo la Santísima Virgen: —“Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme y di que a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen el rosario y me acompañen quince minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas”. Por lo tanto, el pedido de la Madre de Dios es que los primeros sábados de cinco meses consecutivos, nos confesemos y comulguemos, recemos cinco misterios del rosario y meditemos durante quince minutos sobre tales misterios; todo esto con el propósito de reparar al Inmaculado Corazón de María por los pecados de los hombres. Como explicó la hermana Lucía, no es necesario meditar todos los misterios, sino hacerlo sobre uno o más misterios. Como recompensa para quienes practiquen esta devoción, la Santísima Virgen promete asistirlos en la hora de la muerte y concederles, en aquel momento supremo, todas las gracias necesarias para la salvación. Unos días después, la hermana Lucía escribió un informe sobre esta visión en carta a Mons. Manuel Pereira Lopes, quien fuera su confesor mientras residía en el Asilo de Vilar, en la ciudad de Oporto. En una nueva aparición del Niño Jesús, el 15 de febrero de 1926, la hermana Lucía preguntó si alguien a quien le resultara difícil confesarse el mismo sábado podría cumplir el pedido haciéndolo otro día. Jesús respondió: “Sí, […] con tal que, cuando me reciban, estén en [estado de] gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María”. La hermana Lucía preguntó: “Jesús mío, ¿y [qué pasa con] los que se olviden de poner esta intención?” Jesús respondió: “Pueden ponerla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieren para confesarse”. En una carta del 12 de junio de 1930 a su confesor, respondiendo sus preguntas sobre la devoción de los primeros sábados, en particular “¿por qué han de ser cinco sábados y no nueve o siete en honor de los dolores de Nuestra Señora?”, sor Lucía explicó: Parte de la noche del 29 al 30 de este mes de mayo de 1930, me quedé en la capilla con Nuestro Señor y, hablándole de las dos preguntas, 4 y 5, me sentí de repente poseída más íntimamente por su divina presencia; y, si no me equivoco, me reveló lo siguiente: —“Hija mía, el motivo es sencillo: cinco son las clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María: 1) las blasfemias contra su Inmaculada Concepción; 2) contra su virginidad; 3) contra la maternidad divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres; 4) el tratar de infundir públicamente en el corazón de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio para con esta Inmaculada Madre; y, 5) los ultrajes dirigidos a Ella en sus sagradas imágenes”. Después de mucha insistencia de la hermana Lucía a través de su superiora y de su confesor, el 13 de setiembre de 1939 el obispo de Leiría publicó el pedido de la Virgen María de la Comunión Reparadora de los primeros sábados. Devoción al Inmaculado Corazón de María La devoción al Inmaculado Corazón de María es muy antigua en la Iglesia, y tal como la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, exalta a toda la persona de la Virgen pero especialmente lo que Ella tiene de más noble, simbólicamente representado por su Corazón. El Corazón de María representa su mentalidad como Madre de Dios y su amor por Dios y los hombres. San Juan Eudes (1601-1680), quien difundió mucho esta devoción, junto con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, encuentra en el Evangelio de san Lucas una referencia al Corazón Inmaculado. Narrando cómo los pastores fueron avisados por los ángeles del nacimiento del Salvador y fueron a adorar al niño, y qué les habían dicho los ángeles, san Lucas concluye: “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19). El mismo evangelista hace un comentario similar sobre el episodio en que el Niño Jesús se perdió y luego fue encontrado en el Templo: “Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2, 51). San Pío X y la Comunión Reparadora La comunión de los primeros sábados en honor de Nuestra Señora no era una novedad. El 13 de junio de 1912, cinco años antes de que la Santísima Virgen hiciera la petición en la tercera aparición en Fátima, san Pío X concedió nuevas indulgencias a la devoción del primer sábado, poniendo gran énfasis en la intención de desagravio: Pío X, Papa por gracia de la Divina Providencia, para promover la devoción entre los fieles a la gloriosa e inmaculada Madre de Dios, y para favorecer el piadoso deseo de los fieles de reparar las execrables blasfemias pronunciadas contra su augusto nombre y contra las prerrogativas celestiales de dicha Virgen bendita, se ha dignado otorgar indulgencia plenaria, aplicable a las almas de los difuntos, el primer sábado del mes, a todos aquellos que en ese día se confiesen, reciban la comunión y hagan ejercicios particulares de devoción en honor de la Santísima Virgen María con un espíritu de reparación como arriba se indicó. En resumen La Comunión Reparadora de los cinco primeros sábados, es una devoción llena del espíritu de reparación; amor a la Eucaristía y al sacramento de la confesión; amor al Inmaculado Corazón de María; amor al rosario y a la meditación. Es un medio excelente para mantenernos en estado de gracia en el mundo neopagano en que vivimos, además de darnos esperanza de salvación eterna.
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