Traducción y adaptación de la obra “Novos esplendores de Fátima”, del sacerdote Valentín Armas CMF, Editora “Ave María”, 1944, São Paulo, p. 209-212. En las apariciones de Fátima no brotó agua como en Lourdes, Francia. Ello creaba un problema vital, de difícil solución, agravado por la naturaleza del terreno de aquel lugar y de sus alrededores, calcáreo y muy poroso, incapaz por lo tanto de conservar la humedad. Los habitantes de Fátima y de las poblaciones aledañas, para tener agua en sus casas, se veían obligados a recoger en depósitos la lluvia que escurre de los aleros de las casas. ¿Cómo y cuándo se podrían reunir de pronto peregrinaciones de centenas de miles de personas en un lugar privado de agua, como era Cova da Iria? Humanamente hablando, eso parecía de todo punto imposible. Aquí, una vez más, se vio el dedo de la Providencia. Donde falló lo humano, acudió lo divino. Esto comenzó a tener lugar el 13 de noviembre de 1921. Inmediatamente después de la primera misa campal celebrada en la capelinha conmemorativa de las apariciones, fue necesario disponer de agua en gran cantidad para las construcciones proyectadas.
El obispo de Leiria tuvo la buena inspiración de mandar explorar el suelo y ordenó que allí en el fondo de la Cova, precisamente en el lugar que ocupaban los pastorcitos en el momento de la primera aparición, fuese abierto un pozo. En obediencia a la orden del escrupuloso prelado, los obreros abrieron una cuneta de pequeñas dimensiones. Con no pequeña sorpresa, vieron brotar a pocos pasos de la encina sagrada, donde había puesto sus plantas la Santísima Virgen, agua cristalina y abundante. No faltó entre los campesinos quien se riera de la idea del obispo y afirmara que era dinero malbaratado. Después de todo, el obispo era extraño y no conocía el terreno. “No sé cómo explicar lo sucedido”, dijo sorprendido uno de los presentes. “Nada hay aquí, no podía brotar fuente alguna. Naturalmente, fue un milagro del cielo... o del señor obispo”. Poco después, como el agua no era suficiente para las peregrinaciones, el obispo mandó cavar otros dos pozos a pocos metros del primero, y el agua brotó como la primera vez. De ahí en adelante no faltó jamás el precioso líquido, sea para las construcciones, sea para los peregrinos que la llevan en cantidad para sus casas. El agua de diversas fuentes es recogida en un gran reservorio, construido con cemento armado, que forma la base del monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Las fuentes milagrosas Las fuentes milagrosas forman un círculo de casi dos metros de altura por diez de diámetro, presentando la forma de un tanque de gas vacío, como es común observar en las grandes ciudades de Portugal. La forma circular de la fuente facilita la satisfacción de los extraordinarios pedidos de agua por ocasión de las grandes peregrinaciones. En todo el contorno de la pared se han colocado quince llaves de agua, tantas cuantas los misterios del rosario. Encima de la plataforma de la fuente y junto a los surtidores, están apostados un cierto número de jóvenes encargados de distribuir a los peregrinos, en los días de gran afluencia, toda el agua que necesiten. Sobre la fuente se encuentra un aviso declarando que la concesión del agua es gratuita y que está expresamente prohibido dar o recibir propinas por ese motivo. A ambos lados de la fuente existen fosos formados por el relleno o muralla de la avenida central. También aquí hay grifos y, con toda probabilidad, es en este lugar donde en un futuro serán instaladas las piscinas para el baño de los enfermos tal y cual se efectuó en Lourdes. En los días de grandes romerías, inmediatamente después de la primera misa campal, una multitud innumerable bulle desde la mañana temprano y se detiene en el lugar de la fuente milagrosa, con la ansiedad irreprimible de hacer una provisión del benéfico y saludable líquido. La forma circular de la prodigiosa fuente facilita mucho la adquisición del precioso líquido, que corre copiosamente por grandes caños de metal amarillo. Algunos surtidores, no obstante, sólo pueden ser utilizados por aquellos fieles que se limitan a beber agua en el propio lugar donde ella es proporcionada. La ligera impaciencia de los más apurados es fácilmente contenida por los voluntarios, que regulan, al mismo tiempo con prudencia y firmeza, el difícil acceso a las llaves de agua. El aprovisionamiento de la maravillosa linfa dura horas enteras, interminables, desde las primeras de la mañana hasta las últimas de la tarde. Los peregrinos llenan recipientes de todas las formas y tamaños que llevan consigo a sus tierras distantes con la confiada esperanza de provocar, mediante la aplicación del agua, la cura de alguna persona de la familia o amistad, o, al menos, proporcionarle un poco de lenitivo a sus sufrimientos.
Reportes de primera mano Son incontables los casos de curas maravillosas atribuidas al agua de la milagrosa fuente de Fátima. Corriendo la mirada por la sección de gracias, registradas en el último número de “Voz de Fátima” que tengo a mano, es fácil constatar que, en casi todas ellas, la intervención sobrenatural se opera, la mayor parte de las veces, mediante la aplicación o uso del agua milagrosa. Sirvan de ejemplo las siguientes, que les ofrecemos resumidamente: — “Mi estado era gravísimo; recibidos los últimos sacramentos, sólo me quedaba morir. Tomé, con la más viva fe, el agua maravillosa de Nuestra Señora de Fátima que una piadosa señora me proporcionó. A la primera cucharada ingerida sentí un gran alivio. Siguió una novena a Nuestra Señora de Fátima. Terminada esta, estaba completamente sana. Mi reconocimiento a la Santísima Virgen será eterno”, Arminda de los Ángeles. — “Hacía ya 12 años que sufría de fuertes dolores en el estómago e intestinos. Hice, con la mayor devoción que me fue posible, una novena a Nuestra Señora de Fátima y bebí durante tres días su milagrosa agua, encontrando luego rápidas mejoras, sin nunca más aparecer los cólicos. Agradezco con todo mi corazón a la Nuestra Señora de Fátima, tan grande gracia”, Fernanda Franco. — “Sufría horriblemente... Consulté a algunos especialistas... Todo fue inútil... hasta que me acordé de hacer una novena a Nuestra Señora de Fátima, aplicando algunas gotas de su milagrosa agua todos los días de la novena, al cabo de la cual, me encontré radicalmente curada... Gracias infinitas sean dadas a la S. Madre de Dios”, Evandra C. Ferrera. — “Adelino Pinto, joven de 22 años, enloqueció... Una piadosa persona aconsejó a su pobre madre que hiciera una novena, dándole una medalla para que la coloque alrededor del cuello de su hijo, un poquito de agua de Fátima y una estampita de Nuestra Señora de Fátima que él, en medio de su locura, besaba. Pasado un mes, recuperó la razón y hasta hoy está en perfecto estado”.
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