Santa Teresa de Jesús
Oración para pedir remedio a las necesidades de la Iglesia
PADRE SANTO que estás en los cielos: no sois Vos desagradecido para que piense yo que dejaréis de hacer lo que os suplicamos para la honra de vuestro Hijo. No por nosotros, Señor, que no lo merecemos, sino por la Sangre de vuestro Hijo y por sus merecimientos, y los de su Madre gloriosa, y los de tantos mártires y santos que murieron por Vos. ¡Oh Padre eterno! Ved que no se pueden olvidar tantos azotes e injurias y tan gravísimos tormentos. Pues, Creador mío, ¿cómo pueden entrañas tan amorosas como las vuestras sufrir que sea tenido en tan poca cuenta lo que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo? El mundo está ardiendo, quieren volver a sentenciar a Cristo; pretenden demoler su Iglesia: desmantelados los templos, perdidas tantas almas, abolidos los sacramentos. Pues ¿qué es esto, mi Señor y mi Dios? O dad fin al mundo, o remediad tan gravísimos males, que no hay corazón que lo sufra, aún los nuestros que somos tan ruines. Os suplico, pues, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos: atajad ese fuego, Señor, pues si queréis, podéis; algún medio existe, Señor mio; póngale vuestra Majestad. Tened pena de tantas almas que se pierden, y favoreced a vuestra Iglesia. No permitáis más daños en la Cristiandad. Señor, dad ya luz a estas tinieblas. ¡Ya Señor; ya Señor! ¡Haced que sosiegue este mar! ¡No ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos! Anécdota de la vida de Santa Teresa de Jesús
CUENTA LA TRADICIÓN, que subiendo un cierto día por las escaleras del Monasterio de La Encarnación en Ávila, Santa Teresa de Jesús tropezó con un hermoso Niño. Sorprendida al ver a un pequeño dentro de la clausura del convento, le preguntó: —"¿Y tú quién eres?" El niño le replicó a su vez con otra pregunta: —"¿Y quién eres tú?". La Madre respondió: —"Yo, Teresa de Jesús". A lo que el niño, sonriendo, le repuso: —"Pues yo soy Jesús de Teresa". Nada te turbe, nada te espante… NADA TE TURBE, Nada te espante, Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia Todo lo alcanza; Quien a Dios tiene Nada le falta: Solo Dios basta. Eleva el pensamiento, Al cielo sube, Por nada te acongojes, Nada te turbe. A Jesucristo sigue Con pecho grande, Y, venga lo que venga, Nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; Nada tiene de estable, Todo se pasa. Aspira a lo celeste, Que siempre dura; Fiel y rico en promesas, Dios no se muda. Ámala cual merece Bondad inmensa; Pero no hay amor fino Sin la paciencia. Confianza y fe viva Mantenga el alma, Que quien cree y espera Todo lo alcanza. Del infierno acosado Aunque se viere, Burlará sus furores Quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, Cruces, desgracias; Siendo Dios su tesoro, Nada le falta. Id, pues, bienes del mundo; Id, dichas vanas; Aunque todo lo pierda, Solo Dios basta.
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