Emperatriz de China Existen algunos casos en que la devoción a una particular advocación de la Santísima Virgen se identifica con los valores más sagrados del propio país. Ejemplo característico de ello ocurre en la infeliz China subyugada por el comunismo. Valdis Grinsteins UN CATÓLICO mexicano que no tenga devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, o uno argentino que no sea devoto de la Virgen de Luján, tiene indudablemente una carencia. ¿Por qué? Porque la historia de sus países, en lo que tiene de más profundo, está estrechamente vinculada a ellas. La religión católica en aquellos pueblos se vincula de forma indisoluble a esas devociones marianas, así como la historia de tales naciones está vinculada de modo igualmente indisoluble a la propia religión católica. Cualquier libro de historia de México o de Argentina, que se abstenga de tratar de las mencionadas devociones, cometerá una grave omisión. Sin llegar a esa identificación, pero en esa misma línea, existen otras devociones diseminadas por el mundo entero. Entre ellas, una de las más notables es la devoción a Nuestra Señora de Donglü, en la diócesis de Baoding, provincia de Hebei, China continental. Esta devoción ha quedado de tal modo vinculada a los sufrimientos y pruebas de la Iglesia Católica en China, por su fidelidad a Roma, que en un futuro próximo puede ser considerada como la devoción por excelencia de los católicos chinos. La cuestión del nacionalismo chino Un poco de historia ayudará a entender esa vinculación. Cuando los primeros misioneros emprendieron la evangelización de China, se depararon con el problema del nacionalismo. China es, innegablemente, el centro de una cultura milenaria muy rica y variada. Pero un nacionalismo mal entendido transformó la defensa de esa cultura, admirable en muchos aspectos, en un rechazo a todo lo que no fuese chino; como si no hubieran valores universales, o como si todo lo que es producido en aquel país fuese, por ese mismo motivo, necesariamente bueno. Esta deformación del nacionalismo se extendió a la esfera religiosa, con funestas consecuencias.
La religión católica completa la rica cultura china, del mismo modo como la torre del campanario completa una catedral. Pero el nacionalismo concebía que ella deformaría la cultura china, y todo chino que abrazara la verdadera religión —la católica— sería un traidor a la patria y a las tradiciones chinas. Por ese motivo, fueron emprendidas sucesivas persecuciones de fondo nacionalista contra la Iglesia en China, en particular contra los católicos chinos. Y la persecución del año 1900, conocido como el "levantamiento de los bóxers" (los nacionalistas se organizaban en clubes deportivos, que practicaban artes marciales, box, etc.), fue una de las más terribles. Causó decenas de miles de mártires —30,000, según algunas fuentes—, entre los cuales cinco obispos, 130 sacerdotes y numerosos fieles. Nuestra Señora Emperatriz de China Fue justamente durante esa persecución que ocurrió una aparición de la Santísima Virgen. En junio de 1900, los bóxers anticatólicos decidieron eliminar Donglü, a unos 200 km al sur de Pekín, población de mayoría católica, donde residían unas 700 personas a las cuales se habían sumado cerca de 9.000 refugiados. Allí los padres vicentinos habían comenzado una misión y sus habitantes eran en su mayoría muy pobres. Varios miles de perseguidores cercaron el pueblo, y cuando más se temía que entrasen en él y masacrasen a sus habitantes, los anticatólicos vieron a la Madre de Dios por encima de la población, rodeada por una multitud de ángeles. Dispararon algunos tiros contra Ella, obviamente sin efecto. Después de lo cual, huyeron en desbandada. Para agradecer a la Santísima Virgen por haberlos salvado del peligro, los habitantes construyeron un santuario en honra de María. Y el párroco local mandó hacer una imagen representando a Nuestra Señora vestida con los trajes de emperatriz, que pasó a ser venerada en el santuario. Faltaba, no obstante, la aprobación de las autoridades eclesiásticas al hecho milagroso ocurrido entonces. En 1924, se reunió en Shanghái el sínodo de los obispos chinos. El obispo jesuita Henri Lecroart propuso que China, Mongolia, Manchuria y el Tibet fuesen consagrados a la Santísima Virgen, bajo la invocación de Nuestra Señora Emperatriz de China. La propuesta fue aceptada, y en junio 150 obispos, encabezados por el Delegado Apostólico, Mons. Celso Constantini, hicieron la consagración. Posteriormente, en 1932, el Papa Pío XI elevó el santuario de Donglü a la categoría de lugar oficial de peregrinación. En 1941, el Papa Pío XII concedió a la Iglesia de China una fiesta en honra de María Medianera de todas las gracias, bajo el título de Santa Madre, Emperatriz de China. Lo curioso es que son tres hechos diferentes: uno es el santuario reconocido como lugar de peregrinación oficial; otro, una fiesta litúrgica; y el tercero, una consagración del país. Sin embargo, en la devoción popular todos se fundieron en un solo, y Donglü pasó a representar a los tres hechos conjuntamente. Situación en la China comunista Pero esta historia no termina allí. Con la ascensión de los comunistas al poder, la situación de la Iglesia en China empeoró tremendamente. Una nueva onda de persecución sacudió a todo el país. Siguiendo la tradición de deformar el nacionalismo, los comunistas crearon una falsa iglesia católica paralela, denominada Iglesia Patriótica, cuya característica principal consiste en rechazar la sumisión al Papa, considerado como un extranjero. Por eso mismo, la verdadera Iglesia Católica en la clandestinidad hace hincapié en mostrarse fiel a Roma. Y el modo de manifestar esa actitud es, por excelencia, peregrinar al único lugar sagrado en todo el país reconocido oficialmente por el Papa —el santuario de Donglü— y rezar a Nuestra Señora Emperatriz de China. Además, allí se encuentran los restos mortales de 40 de los 120 mártires canonizados el año 2000 por Juan Pablo II. Todo esto hace que la fidelidad al Papa y la devoción mariana caminen juntas.
Las autoridades comunistas promovieron una verdadera guerra contra los peregrinos: bloqueo de caminos, prisiones, agresiones, etc. Llegaron a confiscar las licencias de conducir de los devotos marianos que iban al santuario. Pero nada detuvo la afluencia de fieles. El año 1995 marcó el auge de tales peregrinaciones. Cerca de 100.000 personas peregrinaron hasta el santuario. Por eso fue que, en 1996, los comunistas decidieron manifestar su odio anticatólico. 5.000 soldados, con tanques y helicópteros, rodearon el santuario e interrumpieron el culto. La imagen de Nuestra Señora fue secuestrada. El obispo local, Shu Zhimin, así como su obispo auxiliar, An Shuxin, y el párroco del santuario, P. Cui Xingang, fueron encarcelados y sufrieron años en prisión. Actualmente las peregrinaciones continúan. A pesar del constante hostigamiento de las autoridades comunistas —hasta la venta de pasajes en tren a Donglü para los católicos está prohibida—, numerosas personas siguen intentando realizar la peregrinación. La propia persecución lo hace más atrayente, siendo por excelencia el modo de manifestar la fidelidad a la fe católica y al Papado. Debemos rezar por la perseverancia de nuestros hermanos en la fe, que son víctimas de tan despiadada persecución, y pedir a la Santísima Virgen que convierta esta devoción en un símbolo de la verdadera China católica.
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Historia Sagrada |
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