Esta invocación mariana de la patrona de Ocaña, en Colombia, nos lleva a indagar qué habría llevado a la Santísima Virgen a aparecer inopinadamente en un lugar singularmente inhóspito Valdis Grinsteins A VECES, EN LAS DISCUSIONES con protestantes u otros que manifiesten desconfianzas o reticencias con relación a la Iglesia Católica, surge el tema de los milagros y santuarios, los cuales en general son presentados por herejes e incrédulos como falsedades que pretenden engañar a los pobres fieles. La verdad es que, si algunos de esos santuarios hubiesen sido erigidos con la intención de hacer negocio, no podrían estar colocados en peor lugar. Sea en montañas inaccesibles, sea en lugares de pésimo clima, sea aún en lugares casi desérticos, sin ciudades ni pueblos próximos. Si lo que movió a las personas fuera el lucro, realmente el milagro sería el de conseguir transformar una zona desconocida y despoblada en lugar de negocios. La prueba de que no había la menor intención económica es justamente la poco estratégica situación de muchos de esos santuarios. Un lugar inaccesible Uno de esos lugares es la capilla donde apareció la Virgen de Torcoroma, en Colombia. Se encuentra en medio de montañas, a cinco kilómetros de distancia de la ciudad de Ocaña, situada en un valle. Si la intención de los que difundieron esta devoción hubiese sido la de “inventar” la aparición para hacerla popular y atraer negocios, la habrían hecho aparecer en el propio valle. ¿Para qué colocarla en un lugar agreste, donde construir cualquier cosa y hasta venerarla sería un problema? La verdad es que, para ir al lugar de la aparición, es necesario tener el ánimo de emprender una peregrinación. Local tan complicado e incómodo de llegar, que la imagen permaneció varios años en una hacienda próxima, después pasó a la catedral de Ocaña, y sólo posteriormente fue trasladada a la capilla de la Virgen, construida en 1882, a pesar de su erección haber sido autorizada en 1716. Habiendo sido recientemente celebrados los 300 años de la aparición, se dispone de abundante material al respecto. Ella se dio en 1711, del siguiente modo. Un agricultor llamado Cristóbal Melo necesitaba una caja para transportar dulces al mercado de la ciudad de Ocaña. Como su hacienda de caña de azúcar se situaba en un valle en medio de los montes de Torcoroma, mandó a sus hijos, José y Felipe, a buscar una buena madera para ese fin. Cabe notar que tanto los hijos como sus progenitores, Cristóbal y Pascuala, eran conocidos como personas de vida honesta y sincera religiosidad. Partieron entonces los hijos rumbo al monte en busca de madera. Al llegar, les llamó la atención un determinado árbol próximo de la cumbre, el cual, a pesar de ser verano, estaba todo florido y emitía una gran fragancia. Después de decidir que aquél sería el árbol adecuado, pusieron manos a la obra. No obstante, como la montaña era muy escarpada, al ser cortado, el árbol cayó en un lugar del cual no podía ser sacado. Regresaron entonces, y narraron a sus padres el fracaso de la operación. Como después de algún tiempo aún no poseían la deseada caja, volvieron nuevamente al monte en búsqueda de otro árbol. Pero no encontraron ninguno con la calidad y las proporciones que necesitaban. Finalmente, decidieron regresar con el padre hasta el lugar inaccesible en el cual el árbol florido había caído. Una vez allí, comenzaron a disponer la madera a fin de llevarse los pedazos que les conviniese. En cierto momento notaron que en el centro del árbol había una cavidad, y dentro de ella, en alto relieve, una figura de 20 a 25 cm de altura representando a Nuestra Señora. La misma que hoy es venerada en un relicario de oro y piedras preciosas en Ocaña. Primeros milagros En el lugar donde la imagen fue encontrada existe una capilla y, próximo de allí, un lugar donde los peregrinos recogen agua que ha operado varios milagros. Como la imagen fue llevada por primera vez a la ciudad el 16 de agosto, ese día fue fijado para su fiesta. El primer milagro registrado fue el de una señora cuyo hijo por nacer había fallecido en el vientre materno, pero no se conseguía retirarlo, acarreando un serio peligro para la madre. Llevaron entonces la imagen junto al lecho de ésta. El feto salió inmediatamente, salvándola. El segundo milagro constituyó la curación de una señora que padecía de cólicos. El tercero: una india ciega que recobró la visión después de pasar por los ojos algunas flores que habían sido tocadas en la ampolla de la imagen.
Pero tal vez el milagro más popular y de verificación más fácil por todos haya sido el de Margarita Picón. Víctima de la terrible lepra en la mano y en el brazo, quedó curada después de lavarse con el agua próxima al lugar de la aparición de la Virgen. Ese culto ya había sido investigado por la Iglesia desde un comienzo, pero fue solamente en junio de 1906 que el Papa San Pío X concedió una Misa especial para la imagen, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma. Posteriormente, el día 18 de noviembre de 1963, un Breve Pontificio la declaró Patrona principal de la diócesis de Ocaña. * * * ¿Por qué la Virgen decidió aparecer de forma tan inusitada? Sólo podemos hacer conjeturas, pues pertenece a los planes de Dios disponer de vez en cuando la ocurrencia de acontecimientos que nos hacen pensar que sólo la “casualidad” no basta. Que existe “Alguien” por detrás de aquello que hacemos, que guía nuestros caminos. La posibilidad de cortar un árbol y encontrar casualmente en medio de la madera una imagen, podemos decir que es igual a cero. Cada uno de nosotros puede tener tal vez una, dos o más ocurrencias en su vida que no pueden haberse dado sólo por “casualidad”.
La fe nos indica que Dios no nos abandona a nuestra propia suerte y que “ni un cabello de vuestra cabeza” cae sin su asentimiento. Para recordarnos verdades como éstas, la Providencia permite y desea las apariciones de Nuestra Señora que desafían todas las posibilidades humanas.
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