Santoral
San Fidel de SigmaringaMártir de la ortodoxia católica, modelo de laico y abogado católico, de religioso y mártir, San Fidel de Sigmaringa fue suscitado por Dios a comienzos del siglo XVII para predicar una auténtica reforma católica en la región alemana de Suiza, y conducir de vuelta a la verdadera Iglesia a los que se habían dejado seducir por la herejía de Calvino. |
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Fecha Santoral Abril 24 | Nombre Fidel |
Lugar Seewis, Suiza |
Mártir de la ortodoxia católica Modelo de laico y abogado católico, de religioso y mártir, San Fidel de Sigmaringa fue suscitado por Dios a comienzos del siglo XVII para predicar una auténtica reforma católica en la región alemana de Suiza, y conducir de vuelta a la verdadera Iglesia a los que se habían dejado seducir por la herejía de Calvino.1 Alfonso de Souza A la sombra del Castillo de Sigmaringa en las márgenes del Danubio, en el Principado de Hohenzollern, Alemania, Juan Rey encontró refugio, tras ser perseguido por los protestantes de su país. Natural de Amberes, en Holanda, este descendiente de españoles, de fe sólida y honestidad comprobada, llegó por sus cualidades morales y administrativas a ser escogido como consejero de la Corte y alcalde de su ciudad adoptiva. De su matrimonio con la virtuosa dama Genoveva de Rosemberg nació Marcos, el futuro San Fidel de Sigmaringa. Desde la más tierna edad, el niño profesó una entrañable devoción a la Virgen y un horror al pecado, revelando una formación religiosa tan profunda que marcó toda su vida, coronada por la palma del martirio. Inteligente y aplicado, Marcos afrontó con éxito sus estudios en la católica Universidad de Friburgo, en Suiza. Aún incierto sobre su vocación, de esto estaba convencido: que en cualquier estado de vida tenía que ser un fiel seguidor de Nuestro Señor Jesucristo.
Después de graduarse en derecho civil y canónico, Marcos aceptó la invitación de algunos condiscípulos, entre ellos el Barón de Stotzingen, para servirles de compañero y guía en un viaje cultural por diversas naciones europeas. Como dominaba más de una lengua, Marcos ejercería también la función de intérprete. Al aceptar la propuesta, que podía presentar riesgos para la virtud, Marcos Rey tenía un propósito: transformar el viaje de placer en una peregrinación religiosa y científica. Así recorrieron España, Francia e Italia, visitando santuarios, museos y castillos. Siempre liderados por Marcos, los viajeros no dejaron de acudir también a los hospitales, llevando a los enfermos limosnas y consuelo moral. Durante los recorridos, el joven abogado no perdía la ocasión de infundir en sus compañeros de viaje el desapego a los bienes temporales y una virtud viril. Les decía: “¡Un joven debe despreciar los adornos frívolos; si él se arregla como lo hace una mujer, será indigno de la gloria, la cual no se puede conquistar sino sufriendo varonilmente las penas de la vida y pisoteando sus placeres!”.2 En Francia, Marcos aceptó los desafíos de unos protestantes para debatir en plaza pública, enredándolos siempre. En el Franco Condado, ingresó a la cofradía de San Jorge, cuya finalidad era la de sepultar a los condenados a muerte. Un día en que sus compañeros se alejaron con repugnancia de un mendigo maloliente, les dijo: “Vosotros estáis llamados a ser jefes de pueblos; pero nadie puede mandar a los demás sin antes vencerse a sí mismo. Acordaos de que vuestros vasallos son semejantes a vosotros, y que, teniendo las mismas necesidades que vosotros, debéis estar dispuestos a socorrerlos”.3 Desilusión con la abogacía y abandono del mundo Concluido el viaje, Marcos se estableció en Ensisheim (Alsacia), entonces capital de los Estados austriacos y sede del gobierno, para ejercer la abogacía. Brillante en todos sus emprendimientos, pronto adquirió fama y clientela. El Dr. Marcos Rey, sin embargo, prefería las causas de los pobres a las de los ricos, para poder defenderlos gratuitamente. En sus defensas, jamás utilizó recurso alguno que pudiera tiznar la honra de la parte contraria. Cierto día, la Providencia se serviría de uno de sus éxitos para apartarlo del mundo. Al defender una causa justísima, lo hizo con tanta maestría que el caso se dio por terminado en una sola sesión. El abogado de la parte contraria lo esperó a las afueras del edificio del foro, para decirle: “De ese modo mi joven colega nunca hará fortuna. Pues los abogados no debemos exponer todos nuestros argumentos de una sola vez y dar por terminado los casos. Más bien debemos tener una cierta prudente disimulación para prolongarlos, y con ello ir obteniendo la remuneración necesaria para que vivamos dignamente, como fruto de tantos estudios”. A eso el Dr. Rey, que se guiaba por su conciencia y según principios religiosos, le respondió con esas palabras que, si fueran observadas hoy en día, acabarían con muchas injusticias: “Siempre creí que todo gasto inútil y los debidos a la incompetencia y descuido del abogado, son otras tantas deudas que éste contrae con su defendido. Y ni el tiempo ni la experiencia me harán cambiar de opinión. A la nobleza de nuestra profesión le corresponde proteger al inocente, defender a la viuda y al huérfano oprimidos o despojados por la violencia o por la astucia. Nuestra labor no es la de mercenarios. Debemos tener por gloria el hacer respetar las leyes. Quien piense lo contrario será indigno de ejercer tan noble profesión”.4 Como otro gran santo y famoso abogado, San Alfonso María de Ligorio, el Dr. Marcos Rey se desilusionó así del mundo y decidió abandonarlo de una vez. Horror a la tibieza y ardiente celo apostólico Después de seguir los ejercicios espirituales, Marcos pidió su admisión en el convento capuchino de Friburgo. A sugerencia del superior, previamente recibió la ordenación sacerdotal. En la fiesta de San Francisco de Asís de 1612, cantó su primera misa y vistió el hábito capuchino, cambiando su nombre bautismal por el que lo inmortalizaría, Fidel de Sigmaringa. En breve, el fervor y el celo del novicio llamaron la atención de los superiores que, teniendo en vista sus grandes dotes y talento, lo destinaron a la predicación. Según el gran contemplativo del siglo XX, D. Chautard, el alma de todo apostolado —título que dio a su célebre libro- es la vida interior. Un apóstol sin vida interior es como una árbol sin frutos. Ésa es, además, la regla de todos los santos. O se está siempre buscando las alturas, o se irá decayendo poco a poco. Por ello, fray Fidel, “en sus oraciones”, dice uno de sus biógrafos,5 “pedía a Dios particularmente que no lo dejase caer en pecado ni en la tibieza”, pues sabía que esa era la mayor enemiga de la perfección. Mientras predicaba, el santo usaba de la franqueza apostólica para mover a las almas y convertirlas. “En aquella época, en que los desórdenes y los escándalos estaban a la orden del día, el célebre predicador capuchino tronaba contra el vicio sin temer las críticas de los católicos tibios ni las amenazas de los impíos. Aplicaba el hierro candente a la llaga de su siglo para curarla más deprisa y del modo más radical”.6 En 1618, fray Fidel fue elegido superior del convento de los capuchinos en Rheinfeld, cerca de Basilea, en Suiza. Al año siguiente, lo eligieron en el de Feldkirch, y más adelante, en el de Friburgo. En 1621, el ejército austriaco invadió el cantón suizo de Grisonia, habiendo sido escogido el santo como capellán del ejército acantonado en los alrededores de Feldkirch. Una peste atacó a las tropas ocasionando innumerables víctimas. Fidel corría de un enfermo a otro a fin de llevarles auxilios materiales y religiosos, consiguiendo de personas pudientes las donaciones necesarias para comprar remedios. Recurrió para ello al propio archiduque Leopoldo, generalísimo del ejército austriaco, socorriendo así a los apestados. Con su prudencia y caridad apaciguó a un grupo de soldados que se habían rebelado por la falta de víveres. Infatigable polemista contra los herejes “Cuando el archiduque Leopoldo recuperó ciertos valles del país de los grisones7 que antes le pertenecían, pensó en enviar allá misioneros celosos que predicasen la fe católica y redujesen al gremio de la Iglesia a los infelices que de ella se habían apartado por causa de la predicación de los calvinistas. La Congregación de Propaganda Fide,8 de Roma, nombró a San Fidel jefe de los misioneros”.9
Fueron ellos los primeros en ser enviados a ese pueblo después que se pervirtieron al calvinismo. En su nuevo campo de apostolado, “cada uno de sus pasos fue marcado por conversiones. En la primera conferencia que mantuvo con los calvinistas, él recondujo a la verdad a dos nobles. ¿Quién no se convencería oyendo a ese apóstol desafiar a los ministros protestantes, haciendo caer por tierra todas sus argumentaciones? ¿Viéndolo caminar a pie enjuto catequizando a los niños, buscando a las ovejas descarriadas en medio del hielo, de las montañas escarpadas y precipicios?”.10 Claro está, que sólo eso podía suscitar odio en los enemigos de la fe. Y San Fidel no ignoraba que podía ser ultimado en cualquier momento. Por el contrario, afirmó a sus condiscípulos: “Pido a Dios constantemente dos cosas: pasar lavida sin ofenderlo, y derramar hasta la última gota de sangre por su amor y por la fe católica”.11 El apóstol tuvo hasta una premonición sobre su próximo martirio. Tomando conocimiento de varios complots para asesinarlo, “queriendo morir con las armas en la mano, comenzó a firmar: ‘Fray Fidel, que ha de ser pronto pasto de gusanos’”.12 Fortaleza frente al deseado martirio El 24 de abril de 1622, celebraba el Santo Sacrificio de la Misa en Grusch, predicando a los soldados a respecto de la blasfemia. De repente, entró en éxtasis, revelándole Dios que aquel día sería el de su glorificación. Después de la misa, permaneció largo tiempo rezando ante el altar, partiendo más tarde a Servis. En el camino, cayó en manos de soldados protestantes, dirigidos por un ministro de la misma secta. En su rechazo de abrazar el calvinismo, respondió: “Vine a ustedes para refutar sus errores, no para aceptarlos”. A tal respuesta, uno de los herejes le descargó un golpe en la cabeza. El mártir consiguió a duras penas ponerse de rodillas y decir: “¡Oh María, Madre de Jesús, asistidme en este trance!”. Otro golpe lo lanzó por tierra. Su cráneo fue despedazado por una maza y su cuerpo apuñalado repetidas veces sin piedad. En fin, le cortaron una pierna para castigarlo por sus andanzas al intentar convertirlos. Contaba este héroe de Jesucristo apenas con 45 años de edad. El cuerpo de Fidel fue llevado a Weltkirchen, con excepción de la cabeza y de la pierna izquierda, que habían sido cortadas por los herejes. Estos restos fueron trasladados a la catedral de Coira. Debido al gran número de milagros que comenzaron a operarse por la intercesión de San Fidel de Sigmaringa, fue beatificado en 1729 y canonizado diecisiete años después. El santo se convirtió en el protomártir de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide. Notas.-
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