Fundador de la Orden de la Santísima Trinidad La Providencia suscitó a este santo fundador de los trinitarios a fines del siglo XII, para romper las cadenas de los cautivos cristianos en tierras musulmanas Plinio María Solimeo La Iglesia conmemora el próximo mes de enero al gran San Raimundo de Peñafort, cofundador de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Y en este mes nos presenta a San Juan de Mata, otro gran santo que había fundado antes otra orden religiosa con la misma finalidad. Se vivía entonces en la época heroica de las cruzadas. En España y en Oriente los cristianos luchaban sin cesar contra los enemigos de la Cruz, y muchos caían vivos en su poder. Además, los piratas moros infestaban las costas del Mediterráneo, capturando navíos y atacando pequeñas ciudades del litoral, para llevar como esclavos toda persona útil que encontraban. En Túnez, en Marruecos, en Trípoli, en Egipto y en Siria los calabozos y los sótanos de las casas particulares estaban repletos de cristianos que, amontonados, maltratados, mal vestidos y peor alimentados, corrían gran peligro espiritual. Era necesario hacer algo para aliviar esta terrible tragedia. Fue lo que realizaron San Juan de Mata y San Félix de Valois al fundar la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de los cautivos. Voto de castidad a los diez años San Juan de Mata es oriundo de Faucon, pequeña ciudad de Provenza, en Francia, hijo del barón Eufemio de Mata y de Marta, descendiente de una de las mayores familias de la región. Nació el día 23 de junio, víspera de la fiesta de San Juan Bautista el año de 1160, recibiendo el nombre del Precursor. Poco antes de nacer, su madre rezaba fervorosamente a Dios pidiendo un feliz parto, cuando se le apareció la Santísima Virgen, revelándole que el niño que traía en el seno sería un señalado redentor de los cautivos. La influencia que esa madre profundamente cristiana tuvo sobre su hijo fue grande. Con apenas diez años de edad, Juan hizo voto de castidad. El barón, sin embargo, a pesar de ser muy religioso,tenía puesta su esperanza en el futuro de este hijo tan bien dotado para el estudio. Quería que estudiara humanidades e hiciera una óptima carrera en el mundo. Para eso se mudó a Marsella, donde Juan hizo sus primeros estudios, yendo después para Aix, también en la Provenza, célebre entonces por sus buenos profesores. Cursó después sagrada teología en la célebre universidad de París, donde se unió en estrecha amistad con un joven profesor italiano, Juan Lotario, a quien predijo que sería Papa. Cierta vez en que tenía que sustentar una tesis difícil y complicada, resolvió las dificultades teológicas con tal desenvoltura y precisión, que sus maestros quedaron pasmados de admiración. Al doctorarse en teología,recibió las órdenes sagradas. Cuando el obispo le imponía las manos en el momento de su ordenación sacerdotal, se vio posar sobre su cabeza una columna de fuego.Todos comprendieron que la Providencia Divina tenía grandes designios para el joven sacerdote. Dios le señala en un éxtasis su misión Cuando San Juan de Mata celebraba su primera misa —en presencia del obispo de París, de los abades de San Víctor, de Santa Genoveva y de gran cantidad de público— entró en éxtasis y vio sobre el altar un ángel vestido con un hábito blanco, con una cruz encarnada y azul sobre el pecho, teniendo a su lado a dos cautivos con gestos suplicantes.Comprendió que debería fundar una orden religiosa para redimir a los cautivos de la tiranía de los sarracenos,y después el obispo Mauricio de Sully, a quien contó la visión, también la interpretó así. El obispo le incentivó a dirigirse a Roma para presentar su pedido al Padre común de los fieles. Pero antes San Juan de Mata quiso prepararse para esa gran misión,en el aislamiento y en la meditación.Movido por un impulso interior, fue a las montañas de la diócesis de Meaux, donde encontró a un solitario, San Félix de Valois, viviendo en oración y penitencia. También éste había oído una voz interior, que le invitaba a dejar la soledad y a socorrer a los desgraciados cautivos de los moros. Al conferir el uno con el otro ese llamado sobrenatural, resolvieron dedicarse a la oración, a la espera de alguna señal que lo confirmase.
La espera duró tres años. Un día en que estaban entregados a la oración, vieron a un ciervo blanco que tenía entre los cuernos una cruz, con los mismos colores del hábito del ángel que se le había aparecido a San Juan de Mata. Vieron en ello la señal esperada, y partieron hacia Roma a fin de presentar al Papa su plan. Entretanto, fue elegido el nuevo Pontífice, Inocencio III, que era ni más ni menos que el padre Juan Lotario, antiguo profesor en París, con apenas 36 años de edad. El Soberano Pontífice sometió al examen del Sacro Colegio el proyecto, al cual dio mucha importancia. También quiso asociar la piedad de los fieles por esa obra de salvación, pidiendo oraciones especiales. Con el mismo fin, fue a celebrar la santa misa en la basílica de Letrán. Dice la tradición que, en la hora de la consagración, Inocencio III tuvo la misma visión del ángel con los dos cautivos, que tuviera San Juan de Mata, lo cual hizo que se decidiera por la aprobación de la orden. El propio Papa impuso el hábito blanco a los dos santos, naciendo así la Orden de la Santísima Trinidad para la Redención de los Cautivos. De ese modo, incluso antes que las constituciones fuesen escritas, la obra de San Juan de Mata y de San Félix de Valois fue reconocida como una de las grandes instituciones de la Iglesia. El Sumo Pontífice encargó al obispo de París y al abad de San Víctor, escribir las constituciones de la nueva orden. Además de la redención de los cautivos, los trinitarios deberían dedicarse también a los más desposeídos y al cuidado de los enfermos. Conocido como el “Apóstol de Dalmacia” Curiosamente, los primeros miembros en ser admitidos en la nueva orden religiosa no fueron franceses, sino los ingleses Roger Dees y Simón Juan Ánglico, y un escocés, Guillermo Escoto, antiguos condiscípulos de Juan de Mata. San Juan de Mata deseaba ser de los primeros en atravesar el mar para rescatar cristianos, pero el Papa, temiendo que fuese víctima de su celo, le dio otra misión: restituir la paz en las iglesias de Dalmacia y de Serbia. En virtud de ello, quedó conocido como el apóstol de Dalmacia.
Mientras tanto, Guillermo Escoto y Simón Juan Ánglico, regresaron de Marruecos trayendo a los primeros 186 esclavos rescatados. Para disponer de auxiliares que recolectaran las limosnas y ayudaran en los trabajos de apoyo, San Juan de Mata fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, constituida por laicos. Cuando la orden creció lo suficiente, el santo quiso socorrer también a los cristianos italianos encarcelados en Túnez y Trípoli. Acompañado de alguno de los suyos, partió hacia Túnez, donde pudo observar que, siendo la ciudad más pobre que la de Marruecos, sus habitantes eran aún más salvajes y primitivos, lo que redundaba en ser mucho más crueles e inhumanos con los cristianos. Viendo el celo con que el santo incitaba a los cristianos a morir antes que abandonar la fe, los sarracenos procuraron vengarse. Cierto día, cuando lo encontraron solo, cayeron sobre él con porras, dejándolo tendido en el suelo desvaneciéndose en su propia sangre. Pero Dios conservó milagrosamente su vida y él se entregó entonces con nuevo ardor al apostolado. Bendice al futuro San Fernando III El santo oyó entonces otro llamado: el de España, cuyo territorio en gran parte estaba en poder de los musulmanes, con los mismos problemas que en otros lugares, y fue hacia allá. Don Alfonso, rey de Castilla, le presentó entonces a su familia, pidiendo que la bendiga. Viendo al infante de siete años de edad, predijo que él estaba destinado a expulsar a los moros de casi toda España. Fue lo que sucedió, pues el niño no era sino el futuro Fernando III el Santo, que no perdió ninguna batalla contra los moros.
En otro viaje a Túnez, los musulmanes duplicaron el rescate que habían concertado antes por los prisioneros. En el momento en que estaban embarcados para volver a Europa, los infieles invadieron el navío, desbaratando y rompiendo todo, inclusive los remos y velas. San Juan de Mata puso entonces su manto como vela, y levantando su crucifijo, suplicó a la Estrella del Mar que les fuese propicia. Una multitud entusiasmada vio llegar la embarcación al puerto de Ostia, sin mayores problemas. En esa ocasión llegó a Roma Don Rodrigo, obispo de Toledo, con la misión de obtener refuerzos para auxiliar a los cristianos comandados por el rey Don Alfonso, contra una nueva embestida de los moros. San Juan de Mata escogió a sus más valientes súbditos para asistir a los soldados de la cruz. En aquel memorable día, 16 de julio de 1210, los dos ejércitos se enfrentaron en la planicie de Tolosa. Los cristianos, como leones, se lanzaron sobre los moros, obteniendo una estupenda victoria. Pero fue necesario después cuidar de los muertos y heridos, y de esa tarea se encargó la caridad de San Juan de Mata. Coronado de gloria, San Juan de Mata falleció el día 17 de diciembre de 1213, habiendo tenido antes la alegría de ver a sus hijos espirituales penetrar en Asia con los intrépidos cruzados de Jerusalén. Obras consultadas.- * Fray Justo Perez de Urbel O.S.B., San Juan de Mata y San Félix de Valois, in Año Cristiano, Ed. Fax, Madrid, 1945, t. I, p. 256 y ss. * Les Petits Bollandistes, Saint Jean de Matha, in Vie des Saints, Bloud et Barral, París, 1882, t. II, p. 387 y ss. * P. Pedro de Ribadeneira, San Juan de Mata, in Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de Oro, L. González y Cía., Barcelona, 1896, t. I, p. 407. * Edelvives, San Juan de Mata, in El santo de cada día, Editorial Luis Vives,Zaragoza, 1946, t. I, p. 393 y ss.
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