Santoral
San Luis María Grignion de MontfortArdiente misionero popular apasionado por la Cruz de Nuestro Señor y doctor marial por excelencia, su doctrina sublime de la Sagrada Esclavitud a Nuestra Señora fue reconocida y asumida por el Papa San Pío X. |
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Fecha Santoral Abril 28 | Nombre Luis |
Lugar + Francia |
Doctor de la Devoción Mariana Uno de los misioneros de la devoción mariana más conocidos, incansable predicador de la sagrada esclavitud de amor a María Santísima, apóstol de la Contra-Revolución. Plinio María Solimeo
Segundo de los dieciocho hijos del abogado Juan Bautista y de Juana Roberta de la Vizeule, Luis Grignion nació el 31 de enero de 1673, en Montfort-la-Cane (hoy Montfort-sur-Meu), en la Bretaña. Por la devoción que ya tenía hacia la Santísima Virgen, en la confirmación añadió a su nombre el de María. Luis heredó del padre un temperamento colérico y arrebatado, y dirá después que “le costaba más vencer su vehemencia y la pasión de la cólera que todas las demás juntas”. Pero lo consiguió tan bien, que un sacerdote compañero suyo, en los últimos años de su vida, atestigua que: “Realizó esfuerzos increíbles para vencer su natural vehemencia; y lo consiguió, y adquirió la encantadora virtud de la dulzura”,1 que atraía tanto a las multitudes. El pequeño Luis Grignion de Montfort sentía también mucha inclinación por la soledad, siendo común que se retirara a un rincón de la casa para entregarse a la oración ante una imagen de la Virgen, rezando principalmente el Rosario. En 1684 sus padres lo enviaron a estudiar humanidades como externo en el Colegio Tomás Becket, de los jesuitas de Rennes. Allí pasará ocho años, con muy buen aprovechamiento. Todos los días, antes de ir al colegio, pasaba por alguna iglesia para hacerle una visita al Santísimo Sacramento y a alguna imagen de Nuestra Señora. Muchas veces, antes de regresar a casa, hacía lo mismo. Amor por los pobres y vocación sacerdotal Creció en él un deseo innato de ayudar al prójimo. Como dice un biógrafo suyo, “su buen corazón, lleno de misericordia y de compasión hacia el prójimo, lo llevaba a ocuparse en amparar a los escolares pobres que estudiaban con él en el colegio. No pudiendo socorrerlos con sus propios recursos, solicitaba para ellos limosnas ante personas caritativas”.2 Fue eso lo que lo llevó a frecuentar un grupo de jóvenes reunidos por un sacerdote, el padre Bellier, a quienes daba pláticas sobre temas piadosos, y los enviaba después a los hospitales para consolar e instruir a los pobres. Era junto a éstos que el adolescente Luis pasaba parte de sus días de asueto. Concluidos sus estudios, decidió hacerse sacerdote, dirigiéndose entonces a París. Hizo el largo viaje a pie, pidiendo alojamiento y comida de limosna. Una bienhechora consiguió que entrase en el célebre seminario de San Sulpicio. Después de muchas vicisitudes, fue ordenado sacerdote en 1700. Intensa lucha contra los jansenistas Durante cinco años no continuos, el padre de Montfort —como era conocido— trabajó en la diócesis de Poitiers, tanto de capellán del Hospital General, como predicando misiones en los arrabales de la ciudad, combatiendo las blasfemias, canciones obscenas y borracheras. En el Hospital General le vino la idea de formar una asociación de doncellas, que “dedicó a la Sabiduría del Verbo Encarnado, para confundir la falsa sabiduría de las personas del mundo y establecer entre ellas la locura del Evangelio”.3 Seleccionó para ello doce de las jóvenes pobres más fervorosas, eligiendo como superiora a una ciega. Más tarde asoció a ese grupo a dos jóvenes de buena burguesía, la futura beata María Luisa Trichet y Catalina Brunet. “La sabiduría que pregona Montfort se inspira, de un lado, en la segunda carta de San Pablo a los Corintios: la cruz, escándalo y locura para tantos sabios, pero sabiduría de Dios, misteriosa y escondida”.4 Mientras tanto los infectados con la herejía jansenista —esa especie de protestantismo disfrazado—, junto a los librepensadores, comenzaron una campaña de calumnias contra este misionero “extravagante”, que predicaba una “devoción exagerada” a la Madre de Dios. Él tuvo que disolver su asociación de la Sabiduría y retirarse del Hospital, a pesar de las protestas vehementes de los pobres y de los enfermos. El padre Grignion de Montfort aprovechó esa ocasión para hacer una peregrinación a Roma. En la Ciudad Eterna, se puso a disposición del Sumo Pontífice para trabajar por la salvación de las almas en cualquier parte donde éste lo quisiese enviar. Clemente XI juzgó que el misionero sería más útil en su propia patria, enseñando la doctrina cristiana a los niños y al pueblo y haciendo florecer nuevamente el espíritu del cristianismo con la renovación de las promesas del bautismo. El Papa lo nombró Misionero Apostólico. Pero quedaba bajo la dependencia de los obispos, muchos de los cuales eran de tendencia jansenista.
Misionero Apostólico en Nantes Volviendo a Francia, pasó a trabajar con el padre Leuduger, que tenía un grupo de misioneros dedicados totalmente a la evangelización del campo. Fue una nueva experiencia para el padre Montfort, pues constató la importancia del canto y de las grandes procesiones en los esfuerzos misioneros. Él escribirá varias decenas de cantos populares, cuyas letras se adaptaban a melodías profanas, muy en boga por entonces. Seis meses después, lo vemos en su ciudad natal, evangelizando la región, habiendo asociado a tal labor a dos laicos, uno de los cuales será el hermano Maturin Rangeard, que continuará por 55 años evangelizando como misionero laico. Pero esta actividad también le fue prohibida a Luis Grignion por el obispo de Saint Malo, influenciado por los jansenistas. En Nantes obtuvo el cargo de director de las misiones de toda la diócesis, habiendo trabajado allí durante dos años. De aquella época tenemos la siguiente manifestación de un contemporáneo suyo: “Lo que más se destacaba en él era un don y una gracia singular para ganarse los corazones. Habiéndolo oído, se ponía en él toda la confianza. [...] La confianza pronta y fácil que las personas tenían en él era tan grande, que consiguió establecer en varias parroquias las oraciones de la noche, el rosario y la sepultura en los cementerios [contra la costumbre de enterrar en las iglesias]; lo que no se había podido conseguir, [...] él lo consiguió a la primera propuesta que hizo”.5 La construcción del Calvario de Pontchâteau En una misión en Pontchâteau, el padre de Montfort se entusiasmó con la idea de erigir un gran calvario en una colina próxima, y su entusiasmo contagió al pueblo. Durante 15 meses, de 400 a 500 personas de todas las edades y condiciones sociales trabajaron diariamente para aplanar el terreno y montar el calvario. El padre de Montfort estaba exultante. Había ya conseguido del obispo de Nantes la autorización para bendecirlo, y estaba todo preparado para el día 14 de setiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Pero, la víspera de aquel día, llegó una prohibición formal del obispo de proceder con la ceremonia. El asunto levantó polémica y llegó hasta Versalles, donde, mal informado, el rey Luis XIV ordenó que demoliesen aquello que le presentaban como una fortaleza fácilmente conquistable por el enemigo venido del mar... En seguida le vino la prohibición de predicar en aquella diócesis. Por su devoción al Rosario, el padre de Montfort entró en la Tercera Orden de Santo Domingo, queriendo pertenecer a una Orden que honraba de manera tan especial a la Santísima Virgen. Rechazado y hasta expulsado de varias diócesis —una vez le fue prohibido hasta celebrar, teniendo que partir inmediatamente para llegar a tiempo a la diócesis vecina, a fin de rezar la Misa en la fiesta de la Asunción—, supo el misionero que sería bien recibido en las diócesis de Luçon y de La Rochelle, cuyos obispos eran meritoriamente anti-jansenistas. Esas dos diócesis comprendían una parte de la región de la Vandea, que después, en 1793, se levantaría contra la sangrienta y atea Revolución Francesa. Fue en la Vandea que el padre de Montfort trabajó durante los últimos cinco años de su vida, implantando en aquellas poblaciones una sólida formación católica. Ésta fue, décadas más tarde, un decisivo hecho para la gloriosa y épica Guerra de la Vandea, contra los impíos revolucionarios de 1789. Carta Circular a los Amigos de la Cruz En aquella región, pasadas las misiones, fundaba asociaciones bajo el nombre de Hermanos y Hermanas de la Cruz, para quienes escribió su bellísima Carta Circular a los Amigos de la Cruz. En la ciudad de La Rochelle, donde aún afloraban los errores de los calvinistas, predicó sucesivamente para pobres, soldados, mujeres y hombres. Obró varias conversiones, principalmente por el ministerio de la confesión, inclusive la de una dama de sociedad que hizo su retractación pública, para edificación de los católicos y horror de los protestantes. En 1714 irguió los cimientos de la futura congregación de misioneros, la Compañía de María. El padre Grignion de Montfort predicaba una misión en Saint Laurent-sur-Sèvre, cuando fue acometido por una pleuresía que lo llevó a la tumba, el día 28 de abril de 1716.
San Luis Grignion y la Contra-Revolución San Luis María Grignion de Montfort puede ser considerado un apóstol de la Contra-Revolución. Sus libros y escritos inspiraron a grandes notabilidades católicas en el siglo XX, sobresaliendo entre ellos el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, gran devoto del admirable doctor mariano y especial difusor de su doctrina. El libro Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen orientó y condujo por el camino de la perfección a muchas almas en todo el mundo. “La originalidad mayor de Montfort consiste, probablemente, en haber descubierto a María como garantía de fidelidad, en el sentido de llevar al cristiano a liberarse del apego imperceptible que se esconde en sus mejores acciones. Desapego que consiste, probablemente, en la esencia misma de la consagración en forma de esclavitud”.6 Notas.- 1. P. Louis Perouas, San Luis María Grignion de Montfort — Obras, B.A.C., Madrid, 1984, Introducción, pp. 5 y 22.
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