PREGUNTA Motivado por su revista del mes de octubre del 2012, leí esta afirmación que me dejó desconcertado y con muchas dudas: «La devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación». No soy teólogo, ni filósofo, pero ¿afirmar que la devoción a María es NECESARIA no implica lógicamente decir que el sacrificio de Jesús en la Cruz es INSUFICIENTE? Por favor, aclárenme este punto, pues no consigo entenderlo. Soy católico y catequista, por eso, me encanta leer los Tesoros de la Fe; paso buenos momentos y encuentro en ellos materias para discutir con los catecúmenos que están a mi cargo. Tal vez hasta me encaje en la categoría de devoto escrupuloso, pero creo que es importante comprender cabalmente las ideas antes de propagarlas entre los que escuchan mis charlas, ¿no es así? Agradezco su atención. RESPUESTA Es digno de nota que al consultante le “encanta leer” nuestra revista, que pasa “buenos momentos” con ella y encuentra temas para tratar con sus catecúmenos. No obstante, quedó “desconcertado y con muchas dudas” a respecto de una afirmación sobre el papel de Nuestra Señora en la obra de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo, que leyó en el libro que homenajeábamos. El número de Tesoros de la Fe de octubre de 2012 fue dedicado a conmemorar el tercer centenario del célebre Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis María Grignion de Montfort. Esta obra fue escrita en 1712, pero permaneció inédita, oculta en un cofre hasta 1842, cuando fue descubierta por un misionero de la congregación fundada por el referido santo. La frase que “dejó desconcertado” al consultante no es de ninguno de nuestros articulistas, sino del propio santo, y se encuentra ampliamente desarrollada a lo largo del Tratado, del cual citaremos a continuación algunos tópicos, para aclaración del lector, como él apremiantemente lo pide. Así, por ejemplo, en el tópico 14, dice San Luis Grignion: “Confieso con toda la Iglesia que, siendo María una simple criatura salida de las manos del Altísimo, comparada a la infinita Majestad de Dios, es menos que un átomo, o mejor, es nada, porque sólo Él es ‘El que es’ (Ex 3, 14). Por consiguiente, este gran Señor, siempre independiente y suficiente a sí mismo, no tiene ni ha tenido absoluta necesidad de la Santísima Virgen para realizar su voluntad y manifestar su gloria. Le basta querer para hacerlo todo”.
Pero, en seguida, en el tópico 15, el santo continúa: “Afirmo, sin embargo, que —dadas las cosas como son—, habiendo querido Dios comenzar y culminar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder; es Dios, y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar”. A continuación analiza detalladamente las acciones que las tres Personas de la Santísima Trinidad operaron en María y por María: “Dios Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por medio de María. […] El mundo era indigno —dice San Agustín— de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de manos del Padre, quien lo entregó a María para que el mundo lo recibiera por medio de Ella. Dios Hijo se hizo hombre para nuestra salvación, pero en María y por María. Dios Espíritu Santo formó a Jesucristo en María, pero después de haberle pedido su consentimiento por medio de uno de los primeros ministros de su corte” (nº 16). Y después de extenderse sobre las obras que Dios Padre y Dios Hijo hicieron por medio de María, se detiene particularmente en la tercera Persona de la Santísima Trinidad: “Dios Espíritu Santo, que es estéril en Dios —es decir, no produce otra persona divina en la divinidad—, se hizo fecundo por María, su Esposa. Con Ella, en Ella y de Ella produjo su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, y produce todos los días, hasta el fin del mundo, a los predestinados y miembros de esta Cabeza adorable. Por ello, cuanto más encuentra a María, su querida e indisoluble Esposa, en un alma, tanto más poderoso y dinámico se muestra el Espíritu Santo para producir a Jesucristo en esa alma y a ésta en Jesucristo” (nº 20). Y explica: “No quiero decir con esto que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la fecundidad, como si Él no la tuviese, ya que, siendo Dios, posee la fecundidad o capacidad de producir tanto como el Padre y el Hijo, aunque no la reduce al acto al no producir otra persona divina. Quiero decir solamente que el Espíritu Santo, por intermedio de la Santísima Virgen —de quien ha tenido a bien servirse, aunque absolutamente no necesita de Ella—, reduce a acto su propia fecundidad, produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y a sus miembros. ¡Misterio de la gracia desconocido aun por los más sabios y espirituales entre los cristianos!” (nº 21). Así, cuando se lee, en el Tratado de la Verdadera Devoción, que “la devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación” (nº40), se trata de lo que los teólogos llaman “necesidad hipotética”, o sea, porque Dios quiso que así fuese, no porque fuese absolutamente necesario. De ahí la conclusión de San Luis Grignion: “Dado que la Santísima Virgen fue necesaria a Dios con necesidad llamada hipotética, es decir, proveniente de la voluntad divina, debemos concluir que es mucho más necesaria a los hombres para alcanzar la salvación” (nº39). Como el consultante puede notar, nada de lo que San Luis Grignion expone tiene que ver con la idea de que el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz haya tenido algo de insuficiente. El rumbo de su pensamiento es enteramente otro. Todo se debe al sacrificio redentor de Cristo. Pero es el Divino Espíritu Santo quien hace la aplicación de esos méritos a los hombres por medio de María, conforme lo explica por San Luis María Grignion de Montfort. Claro está que el Espíritu Santo actúa por el indispensable ministerio de la Santa Iglesia, del cual San Luis Grignion fue un ardoroso ministro. Pero este es un punto subentendido que él no necesitaba resaltar aquí. De Maria nunquam satis Ciertamente debe haber llamado la atención del lector la originalidad y hasta inclusive —¿cómo no decirlo?— la audacia del pensamiento de San Luis Grignion, que es de una ortodoxia inatacable. A tal punto de haber extasiado a las mejores almas desde mediados del siglo XIX —cuando el Tratado fue publicado— hasta mediados del siglo XX, e incluso hoy, aunque ese ardor haya decaído en muchos, por causas que más adelante señalaremos. Antes, no obstante, importa dejar consignado que de la doctrina de San Luis Grignion se puede resumidamente decir que es una aplicación, llevada al extremo, del conocido axioma de la mariología católica “De Maria nunquam satis”. Es decir, de María se pueden hacer los mayores elogios, cuanto más altos, mejor: de Ella sólo no se puede decir —como lo hacían sus adversarios con puntiaguda malicia— que es la cuarta persona de la Santísima Trinidad… Todo lo cual estremece a los espíritus “protestantizados”, que adoptan un principio opuesto: De Maria quantum minus melior… Una declaración personal sobre la penetración de este espíritu en los medios católicos, nos la ofrece el cardenal Joseph Ratzinger, en su célebre entrevista a Vittorio Messori, de la cual el periodista publicó en la revista “Jesus” (Milán, año VI, noviembre de 1984, pp. 67-81) un resumen previo al lanzamiento integral en el libro Rapporto sulla Fede (Ed. San Pablo, Milán, 1985). “Antes del Concilio —afirma el Cardenal— no comprendía absolutamente ciertas fórmulas antiguas como María es la enemiga de todas las herejías. Otras, como el célebre De Maria nunquam satis, me parecían exageradas. Variando la situación, durante y después del Concilio, y profundizando el tema, cambié de opinión, convencido de haberme equivocado. De algunos puntos, estoy ahora más que nunca convencido: 1) Reconocer a María el lugar que el dogma y la tradición católica le confieren significa estar sólidamente radicados en la cristología auténtica” (“Jesus”, p. 79). Si hasta el cardenal Ratzinger sintió en sí la penetración del espíritu que rechazaba como exagerada la fórmula De Maria nunquam satis, no debe sorprender que el lector, tan amigo de Tesoros de la Fe, haya quedado perplejo ante la afirmación tan categóricamente mariana de San Luis Grignion: “La devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación”. Esperamos que las explicaciones aquí dadas convenzan al benévolo lector de que la teología mariana de San Luis Grignion está “sólidamente radicada en la cristología auténtica”, como también de ello se convenció el Papa Benedicto XVI.
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