Es el título en castellano del «Hanaq Pachaq kusikuynin», uno de los himnos más antiguos dedicados a la Virgen en América Latina de los que se tienen notación, y maravillosa muestra de la predilección de la Santísima Virgen por el Nuevo Continente Santiago Fernández Cuando un niño comienza a hablar, sus primeros balbuceos son recogidos con avidez por la familia, como señales precursoras de lo que podrá ser su personalidad adulta. Un interés semejante pero en sentido retrospectivo, nos despiertan ciertas obras del pasado llegadas hasta nuestros días, que nos permiten conocer cómo fueron los comienzos de la vida de determinados pueblos, naciones o áreas de civilización, cuando recién entraban al escenario de la Historia. Uno de los más antiguos cánticos polifónicos
Es muy interesante, por ejemplo, conocer cómo comenzó a esbozarse aquella inmensa realidad católica y mestiza surgida en el siglo XVI, hija de la conquista y evangelización del Nuevo Mundo, que es hoy América Latina; no sólo para saber hacia dónde apuntaban esas primeras manifestaciones de su identidad cultural, sino porque tal indagación adquiere especial interés en un momento en que crece en nuestro continente la confusión general y pesadas amenazas ensombrecen su horizonte, tornando difícil discernir hacia dónde nos encaminamos. Cabe al Perú el honor de haber sido cuna de la más célebre música sacra que brotó de América recién evangelizada, con el nombre de Hanaq Pachaq kusikuynin, que en quechua significa “Alegría del Reino de los Cielos”. Es un himno procesional, uno de los más antiguos cánticos polifónicos dedicados a la Santísima Virgen en tierra americana, demostrando la temprana predilección de la Madre de Dios por aquel Nuevo Mundo que los Papas calificaron como “el continente de la esperanza”. El nombre de su autor no llegó hasta nosotros, pero por su forma de redacción, se especula que haya sido un aventajado estudiante indígena, ignorado de los hombres pero no de Dios y Nuestra Señora. Historia de “Alegría de los Cielos”
El himno fue compuesto hacia 1610. El misionero franciscano fray Juan Pérez de Bocanegra le dio la notación musical “para que lo canten los cantores en las procesiones, al entrar en la iglesia”. Figura al final de un Ritual formulario e Institución de Curas compuesto por el mismo religioso y publicado en Cusco en 1631. La letra del Hanaq Pachaq kusikuynin fue recuperada por los padres jesuitas de Urcos, especialistas en el quechua litúrgico antiguo. El manuscrito original se conserva en la biblioteca de la Universidad Mayor de San Andrés, de La Paz, y existe también una partitura impresa original en la Biblioteca Nacional del Perú. Fray Juan de Bocanegra fue párroco de Andahuaylillas, en Quispicanchis, al sur del Cusco. La parroquia se sitúa frente al monte Qoriorqo (Cerro de oro), así llamado por las famosas minas que existieron en el área. Dotado de gran talento artístico, aquel misionero amplió la iglesia de la localidad y la embelleció, al punto de ser hoy llamada la “Capilla Sixtina de los Andes”. Y hacia 1610 el mismo misionero mandó construir en el templo dos órganos que figuran entre los más antiguos de América y han sido recientemente restaurados. Todo indica que ese himno cargado de ternura y unción fue cantado por primera vez en aquella iglesia. Su letra dulce y profunda, y su música, suave y sublime revelan tanto el talento de la raza indígena como su admirable capacidad para establecer una relación intensamente filial con Nuestra Señora y su divino Hijo. Mestizaje y ennoblecimiento
Además del “Ritual formulario” que contiene el Hanaq Pachaq kusikuynin, Fray Bocanegra escribió la primera gramática fonética hispano-quechua. Fue también canónigo magistral de la catedral del Cusco y administrador de los inmensos bienes del marquesado de Santiago de Oropesa, cuyo título nobiliario fue creado por el rey Felipe III de España para la descendencia real incaica por la línea femenina de María de Loyola y Coya-Inca. Santiago de Oropesa fue uno de los grandes señoríos plenos de América. El padre de la primera marquesa de ese título, Martín García Óñez de Loyola, era sobrino nieto de San Ignacio y fue gobernador de Chile. Se casó con la princesa inca Beatriz Clara Coya, nieta de Sayri Túpac Inca, bisnieta de Manco Inca y tataranieta de Huayna Cápac. De su matrimonio nació la citada María de Loyola y Coya-Inca, quien a su vez se casó con Juan Enríquez de Borja, hijo del marqués de Alcañices. El título de Santiago de Oropesa perdura hasta hoy, siendo su actual poseedor el VIII Marqués, don Alfonso Martos y Carrión-Azlor de Aragón. La administración del Marquesado confiada a Fray Bocanegra era, por tanto, un cargo honrosísimo y de la mayor importancia. Por eso admira ver que, a pesar de sus numerosas y tan importantes ocupaciones, el erudito religioso tuvo, sin embargo, la sensibilidad de alma necesaria para entender y musicar esa tierna plegaria indígena, al mismo tiempo humilde y maravillada. El lugar que nos reservaste en los Cielos
En Hanaq Pachaq kusikuynin, los fieles preguntan a la Madre de Dios cuál es el lugar que su Hijo reserva a los mortales en el Reino de los Cielos. Los versos iniciales, los más cantados, son dirigidos a Nuestra Señora: Hanaq pachaq kusikuynin, waranqakta much’asqayki, yupay ruru puquq mallki, runakunap suyakuynin, kallpannaqpa q’imikuynin, waqyasqayta. “Oh, Alegría del Cielo por siempre te adoraré, árbol florido que nos das el Fruto Sagrado, esperanza de la Humanidad, fortaleza que me sustenta estando yo por caer”. Uyariway much’asqayta, Diospa rampan, Diospa maman, yuraq tuqtu hamanq’ayman, yupasqalla qullpasqayta, wawaykiman suyusqayta, rikuchillay. “Toma en cuenta mi veneración, Tú, mano guiadora de Dios, Madre de Dios, Floreciente amancaicito de tiernas y blancas alas, mi adoración y mi llanto; a este tu hijo hazle conocer el lugar que le reservas (en el Reino de los Cielos)”. Hacia la imagen terrenal de la “Alegría de los Cielos” En la segunda mitad del siglo pasado no faltaron tentativas por parte de la izquierda ecologista y liberacionista para sustituir la letra del Hanaq Pachaq kusikuynin por otra indigenista y neopagana. Pero felizmente, serias y meritorias investigaciones para esclarecer su contenido original permitieron identificarlo plenamente y mantener así intacta esta joya de la devoción a Nuestra Señora en Sudamérica. * * *
El renovado aprecio por nuestras raíces cristianas es una señal alentadora para nuestros días tan conturbados, cuando de México a la Patagonia, corrientes neo revolucionarias, abiertamente apoyadas por la izquierda seudo católica, intentan nuevamente precipitar a América Latina en las tinieblas del marxismo y del neo tribalismo. Pero esta arremetida viene encontrando un escollo insalvable en la fe popular, que tiene en la devoción a la Santísima Virgen y a los santos peruanos su escudo protector indestructible. Por la intercesión de Nuestra Señora, las tres Américas saldrán de las convulsiones actuales purificadas y encaminadas de lleno hacia la realización de su misión providencial, que es resplandecer como el Continente de la Fe en el Reino de María previsto en Fátima, espejo de la “Alegría de los Cielos”.
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