Plinio Corrêa de Oliveira
En su bella alocución de Navidad de 1952, el Santo Padre Pío XII puso en evidencia que el tecnicismo contemporáneo, al par de las brillantes realizaciones que ha alcanzado, crea también para el hombre complejísimos problemas. En efecto, la máquina —“alma” de casi toda la técnica— tiende a sujetar completamente a su ritmo mecánico todo el trabajo humano. El trabajo, y más que el trabajo las diversiones, la vida de familia, en fin, toda la existencia. Pues en todos los dominios el hombre va haciendo uso cada vez más considerablemente de la máquina, y aceptando adaptarse a ella, para gozar de las ventajas que proporciona. En esas condiciones, la influencia de la máquina tiende a penetrar en las esferas más delicadas y más altas de la vida humana, es decir, tiende a crear un estilo de vida, un modo de concebir los problemas y de resolverlos, en fin, una mentalidad completamente mecanizada. Hombres estandarizados, con ideas y gustos uniformes, sumergidos en un estado de espíritu caracterizado por un tedio sombrío, displicente, pesado, lleno de fatiga, interrumpido apenas por las excitaciones delirantes del cinema, de la televisión, de la radio, o de las pasiones deportivas. Nuestra primera fotografía presenta a un conglomerado de hombres en esas condiciones. Obreros a la espera de entrar en la fábrica, público aguardando la apertura de un estadio, masa humana en un andén de metro o paradero de ómnibus; por todas partes las fisonomías son éstas. Infelices multitudes viviendo bajo el yugo sombrío, nivelador, despersonalizante de la máquina. * * * Hay enfermedades que van devorando a su víctima tan poco a poco, que ella ni lo percibe. Lentamente, se va adaptando a las situaciones nuevas, y perdiendo el recuerdo de cómo se sentía cuando gozaba de completa salud. Y por ello, para que el médico consiga que una persona en estas condiciones se trate, es necesario que comience por darle entera conciencia de que su estado es anómalo. Lo que sólo alcanza reavivándole la memoria de lo que era antiguamente, y comparando ese antiguo estado con su situación presente.
Publicamos hoy un aspecto típico del ambiente popular alsaciano, aún impregnado de la atmósfera de la vida agrícola tradicional, no mecanizada. Los personajes, en una actitud plácida, distendida, afable, bien característica del campesino, conversan. Con plena naturalidad, las personalidades se manifiestan en su riqueza y diversidad. Nada ahí es uniformizado. Muy por el contrario, las diferencias de sexo, edad, temperamento personal, son evidentes. Los hombres son hombres, las mujeres son mujeres, el viejo es un viejo, y el niño, un niño. Nadie tiene la preocupación de ser joven antes… o después de tiempo. Más aún. La gran variedad de trajes que ahí se observa tiene su explicación. Cada uno de esos trajes es típico de una pequeña región, o aldea. Es que tal es la variedad de ambiente psicológico en cada una, que le fue como que necesario desahogarla en un arte local propio, del cual la indumentaria no es sino uno de sus aspectos. Cuánta riqueza de alma en esta variedad. Y cuánto empobrecimiento espiritual en nuestras modas cosmopolitas, en que el mismo corte, la misma forma, los mismos tejidos, casi los mismos colores son impuestos al mundo entero.
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