En la edición de abril, publicamos en esta sección un texto del P. Hillaire* sobre por qué no hay más que una sola religión verdadera. Ahora trascribimos, del mismo autor, la razón por la cual hay misterios en la naturaleza y en la religión.
En la naturaleza hay un gran número de cosas ocultas, cuya existencia es muy cierta, pero que los hombres no pueden comprender, porque la inteligencia humana es imperfecta. La razón, como el ojo, tiene límites más allá de los cuales no alcanza a ver. Más aún: como no todas las inteligencias tienen la misma capacidad, resulta que hay verdades comprendidas por unos que permanecen ocultas para otros, que las creen sin comprenderlas. Sólo Dios, inteligencia infinita, ve claramente todas las cosas y únicamente para Él no hay misterios. El misterio se halla en todas partes en la creación. El hombre, por sabio que sea, no sabe el todo de nada: la esencia de las cosas es para él impenetrable. ¿Qué es la materia, la atracción, la luz, el calor, la electricidad? Misterio. ¿Qué es la vida? ¿Cómo un grano de trigo produce una espiga, una semilla pequeña se transforma en sangre, en nervios, en huesos? Misterio. ¿Cómo nuestra alma está unida a nuestro cuerpo? ¿Cómo la voluntad tiene dominio sobre los órganos? ¿Cómo la palabra comunica las ideas? No es sorprendente que haya misterios en la religión Más sorprendente sería que no los hubiera. La religión tiene por autor y objeto a Dios, Ser infinito. Pero como lo infinito es incomprensible para toda inteligencia creada y limitada, no debe sorprendernos que haya misterios en la religión. Nada más razonable que creer en los misterios de la religión puesto que es Dios, la verdad por esencia, quien nos los ha revelado. Si es razonable que un niño crea, fundado en la palabra de su padre, en cosas que no comprende; que un ignorante acepte, fundado en la palabra de los sabios, las verdades científicas a las que su inteligencia no alcanza: ¿no es mucho más razonable creer en los misterios por la palabra de Dios, que jamás puede ni engañarse ni engañarnos? Dios nos revela misterios, primero, para pedirnos la humilde sumisión de nuestro espíritu por la fe, como nos pide la de nuestro corazón por el amor y la de nuestra voluntad por la sumisión a sus leyes. Hemos comprobado las siguientes verdades: 1.- Existe un Dios eterno, creador y soberano Señor de todas las cosas. La razón y la conciencia proclaman irresistiblemente la existencia de este Ser supremo e infinitamente perfecto. Para los cristianos, a este testimonio se agrega el de la Revelación, que es más seguro todavía, porque es divino. Dios se ha manifestado, ha hablado, ha hecho milagros. 2.- Dios, con su Providencia, cuida de sus criaturas, particularmente del hombre, su hijo predilecto. 3.- El hombre, compuesto de cuerpo y alma espiritual, libre, inmortal, ha sido creado por Dios para que le conozca, le ame y le sirva en esta vida y le goce luego en la vida futura. Tiene, por consiguiente, deberes que cumplir para con su Creador y su Padre. 4.- Toda religión encierra un dogma, una moral, un culto. El culto, o sea el conjunto de las prácticas mediante las cuales se honra a Dios, debe ser a la vez: interno, externo y social. Es imposible al hombre vivir como ser racional sin rendir a Dios este triple culto. 5.- No puede haber sino una sola religión verdadera, porque la verdad es una y rechaza todo error. Luego, por lo mismo, no puede haber sino una sola religión buena, porque tan sólo es bueno lo verdadero; y Dios no puede ser honrado por el error, y la mentira. * La Religión Demostrada, del padre P. A. Hillaire (Editorial Difusión, Buenos Aires, 3ª edición, 1945, pp. 120-130).
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