En la edición del mes de octubre, se trató de la necesidad que tiene el hombre de una religión. Aquí el conceptuado autor* demuestra que sin religión el hombre es profundamente infeliz, y que ella es vital para la sociedad. Indudablemente, Dios no necesita de nuestro culto. Esta palabra necesidad no puede ser empleada sino con relación a las criaturas, jamás con relación a Dios. El Ser necesario, siendo necesariamente todo lo que es y todo lo que puede ser, se basta a sí mismo. Pero es necesario determinar lo que debemos a Dios, tomando como punto de partida lo que piden nuestras relaciones esenciales con Él.
Dios no necesita, ciertamente, que honremos y amemos a nuestros padres; sin embargo, lo manda porque los deberes de los hijos nacen de las relaciones que los ligan con sus padres. Dios no precisa que nosotros respetemos las reglas de la justicia; sin embargo lo manda porque estas reglas están fundadas sobre nuestras relaciones con nuestros semejantes. Así, aun cuando Dios no necesite de nuestros homenajes, los demanda porque son la expresión de las relaciones del hombre con Dios. La religión quiere que seamos religiosos para con Dios, como la moral quiere que seamos justos para con los hombres. El hombre no es feliz en este mundo sino cuando sus facultades están plenamente satisfechas; es así que sólo la religión puede dar tranquilidad al espíritu, paz al corazón, rectitud y fuerza a la voluntad. Luego sin religión el hombre no puede ser feliz en este mundo. Ahora bien, la religión es absolutamente necesaria al hombre para vivir en sociedad con sus semejantes. La sociedad necesita: 1º En los superiores que gobiernan, justicia y pronta disposición a servir y favorecer a los demás. 2º En los súbditos, obediencia a las leyes. 3º En todos, las virtudes sociales. Sólo la religión puede inspirar a los superiores la justicia y la disposición a sacrificarse en bien de los súbditos; a éstos, el respeto al poder y la obediencia; a todos, las virtudes sociales, la justicia, la caridad, la unión, la concordancia y el espíritu de sacrificio por el bien de los demás. Luego la religión es necesaria a la sociedad. La moral sin Dios, la moral independiente, es una moral sin base y sin cumbre, una moral quimérica, que carece de fuerza obligatoria y de sanción eficaz. Dios debe ser la base y fundamento de la moral. Por eso la moral sin religión es una justicia sin tribunales, es decir, nula. Cuando la conciencia no está dirigida por el temor y el amor de Dios, no tiene más norma que sus pasiones, sus deseos, sus caprichos, sin más móvil que el antojo, el egoísmo, la astucia, el fraude. Conclusión: “Si la religión es necesaria a la sociedad, ésta debe, como el individuo, reconocer, mediante un culto público y solemne, el soberano dominio de Dios; tanto más cuanto que, particularmente por medio de sus ceremonias religiosas, eleva los pensamientos, depura los sentimientos del pueblo y lo mejora. Era menester llegar a nuestros tiempos para hallar hombres que piden la separación de la Iglesia y del Estado; esta concepción es un producto del ateísmo moderno” (Guyot).
* La Religión Demostrada, del padre P. A. Hillaire (Editorial Difusión, Buenos Aires, 3ª edición, 1945, pp. 72-76).
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