PREGUNTA Según entiendo, por lo general, el hombre no consigue en esta Tierra efectuar toda la penitencia que necesita hacer para entrar en el Cielo, y tendrá que completarla en el Purgatorio. ¿Pero qué sucederá con uno el día del Juicio Final, cuando el Purgatorio probablemente dejará de existir? RESPUESTA Cuando llegue el día del Juicio Final, todas las almas que estén en el Purgatorio deberán estar con sus “cuentas saldadas”, a fin de presentarse purificadas delante del Señor. ¿Cómo ajustar la cronología de esos eventos, dado que ciertamente habrá entonces personas recientemente fallecidas, que posiblemente no habrán tenido “tiempo” de “saldar sus cuentas”? Ésta es la pregunta del lector, la cual parte del presupuesto de que el tiempo en esta Tierra y el del Purgatorio corren paralelamente. En realidad, antes del acto creador de Dios no existía el tiempo, como también no existía el espacio. Es un error imaginar que antes de la Creación había un enorme espacio vacío que Dios llenó colocando en él las cosas creadas. El tiempo, así como el espacio, son nociones relacionadas al universo material: como lo explica la sana filosofía, y los científicos modernos lo admiten, el tiempo y el espacio comenzaron a existir en el “instante cero” de la Creación, es decir, ¡en el momento en que Dios pronunció su fiat! Así, el tiempo y el espacio proseguirán hasta que el mundo se acabe, cuando entonces se realizará el Juicio Final. Cuando alguien muere, su cuerpo es sepultado y su alma va al Purgatorio (si muere en gracia de Dios), donde pasa por un proceso purificador que se realiza fuera del “tiempo” como lo concebimos aquí en la Tierra. Esta purificación final de los elegidos es absolutamente diferente del castigo aplicado a los condenados en el infierno. En base a ciertos textos de la Sagrada Escritura (por ejemplo, 1 Cor. 3, 15; 1 Pe. 1, 7), la Tradición de la Iglesia explica que las almas del purgatorio sufren el efecto de un fuego purificador, “hasta que les sea franqueado el acceso de la Patria celestial, donde nada de impuro puede entrar” (Catecismo Romano, Parte I, cap. VI, 3). Las almas así purificadas son pues llevadas inmediatamente al Cielo, de donde volverán a la Tierra para reunirse con sus cuerpos y ver sus sentencias de salvación confirmadas en el Juicio Final. Este proceso de purificación de las almas es sin duda misterioso, tanto más para nosotros que tenemos dificultad de concebir algo sin las nociones de espacio, tiempo y materia; por lo cual también tenemos dificultad de comprender ese “fuego purificador”, ¡que no es material y actúa sobre las almas, que son espirituales! De cualquier modo, es cierto lo que el lector dice: el día del Juicio Final, el Purgatorio no tendrá más razón de existir.
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