Las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y a Nuestra Señora de Fátima presentan tres características comunes que, aunque han sido poco resaltadas, son bastante claras: reparación, consagración y proclamación de triunfo Pericles Capanema La vida religiosa del siglo XX está marcada profundamente por las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima. A partir de la Cova da Iría se desencadenó un activo movimiento de piedad, cuyas posibilidades de expansión aún hoy son incalculables. Estamos en junio, mes del Sagrado Corazón. Ésta fue la gran devoción del siglo XIX, llamado por algunos escritores eclesiásticos “el siglo del Sagrado Corazón”. 1 Colocadas estas dos situaciones, una pregunta emerge naturalmente: ¿Habrá una relación próxima entre estas dos devociones? Una renovada devoción al Sagrado Corazón de Jesús Siempre existió en la Iglesia la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. San Juan Evangelista puede ser considerado su iniciador y modelo, pues fue él quien reclinó su cabeza sobre el pecho adorable del Redentor durante a Última Cena, oyendo los latidos de su Corazón. 2 Esta devoción, practicada por personas piadosas a lo largo de la Historia de la Iglesia, tomó características nuevas y una extraordinaria fuerza de expansión a partir de las revelaciones de Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), religiosa del convento de la Visitación en Paray-le-Monial, pequeña y encantadora ciudad localizada en el centro de Francia, en las márgenes del río Bourbince. La difusión de esta devoción provocó, desde sus comienzos, reacciones furibundas de jansenistas, deístas y racionalistas, 3 además de ciertos sectores eclesiásticos y seglares que, en una especie de frente común, intentaron por varios medios, desde el ridículo hasta la calumnia, erradicarla de la piedad de los fieles. 4 Mucho después, en el pasado siglo XX, la devoción a Nuestra Señora de Fátima sufrirá un ataque semejante, por parte de un frente unido de libres pensadores, progresistas, comunistas, socialistas y ateos. Es así que, junto a la devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús, con características comunes y como medio inigualable de conducir a ella, se encuentra la devoción al Inmaculado Corazón de María. San Juan Eudes (1601-1680), gran apóstol de ambas devociones, frecuentemente utilizaba la expresión “el Sagrado Corazón de Jesús y María” para destacar, de esta forma, su perfecta sintonía. El lábaro de los Tiempos Modernos Recordemos ahora el papel primordial de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en los planes de la Providencia; hecho que por ser poco conocido cohíbe en las almas el ímpetu de conocerla y practicarla.
San Alfonso de Ligorio, con su autoridad de Doctor de la Iglesia, califica la devoción al Sagrado Corazón de “la más bella y la más sólida de las devociones”. 5 Los Pontífices Romanos no sustentan opinión diferente. Pío IX (18461878) afirmó: “La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza sino en el Sagrado Corazón de Jesús: Él es quien curará todos nuestros males”. 6 León XIII (1878-1903) expresó la misma convicción, comparándola con la aparición de la cruz a Constantino en 312 en una situación desesperada, lo que determinó su conversión, el fin de la era de las persecuciones y el inicio de siglos de esplendor para la Iglesia. “En la época en que la Iglesia —dice León XIII—, aún próxima a sus orígenes, estaba oprimida bajo el yugo de los Césares, un joven emperador percibió en el Cielo una cruz que anunciaba y que preparaba una magnífica y próxima victoria. Hoy, tenemos aquí otro emblema bendito y divino que se ofrece a nuestros ojos: Es el Corazón Sacratísimo de Jesús, sobre él que se levanta la cruz, y que brilla con un magnífico resplandor rodeado de llamas. En él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de él la salvación de los hombres”. 7 Pío XI y Pío XII hicieron suyas estas enseñanzas de León XIII, reafirmando así su importancia para la piedad y, además de ello, para la comprensión de la Historia de la Iglesia en los Tiempos Modernos. 8 La devoción a los Sagrados Corazones en Fátima Veamos ahora las relaciones que existen entre Paray-le-Monial y Fátima. Y esto en dos planos. En el primero, el más inmediato, vamos a considerar las referencias a la devoción al “Sagrado Corazón de Jesús y María”, como diría San Juan Eudes. En el segundo, consideremos características comunes a las dos devociones, que las colocan, bajo cierto prisma, como expresión de un mismo e inmenso designio providencial. 9 Alusiones a los Sagrados Corazones en Fátima Las menciones son numerosas y continuas. Por brevedad, será necesario seleccionar. Apariciones del Ángel de Portugal.- Las apariciones de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos (Lucía, Francisco y Jacinta) fueron precedidas por tres comunicaciones del Ángel de Portugal. En la primera de ellas, en la primavera o en el verano de 1916, el embajador de Nuestra Señora afirmó: “Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. 10 En la segunda, en el verano de 1916, el ángel les dijo: “Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia”. En la tercera visita, al final del verano o principio del otoño de 1916, el ángel les enseñó una oración, en la cual consta: “Y por los infinitos méritos de su Santísimo Corazón [de Jesús] y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores”. El ciclo de las apariciones de Fátima comenzaba bajo el patrocinio de las devociones al Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. 11
En 1917, entre mayo y octubre, hubo seis apariciones de la Santísima Virgen a los pastorcitos. Como ejemplo de las menciones hechas en ellas a las dos devociones, recordemos lo que Nuestra Señora afirmó en la segunda aparición, el 13 de junio, y en la tercera, el 13 de julio. Segunda aparición.- “Jesús quiere servirse de ti [Lucía] para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Estaba anunciada la misión de Lucía. Tercera aparición.- “¡Oh! Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María” (parte de una oración enseñada por Nuestra Señora). Para salvar a los pecadores, dice además la Santísima Virgen, “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Jacinta tuvo varias visiones de María Santísima, después del ciclo principal de las apariciones, concluido en octubre de 1917, que la llevaron a alcanzar un estado de madurez, seriedad de espíritu y santidad de vida sorprendentes en una niña. Conversando con Lucía, a manera de despedida, pues iría a fallecer próximamente —el 20 de febrero de 1920—, expuso la misión de su prima: “Tú te quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. [...] el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Corazón de María”. Una vez más es enunciada la misión de Lucía. Características comunes a ambas devociones La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se distingue por el culto de reparación y la práctica de la consagración. En la encíclica Miserentissimus Redemptor, dedicada al Corazón de Jesús, Pío XI dice al respecto: “Entre todo cuanto propiamente atañe al culto del Sacratísimo Corazón, descuella la piadosa y memorable consagración”. Enseguida añade: “necesario es añadir otro deber”, “aquella satisfacción honesta que llaman reparación”, pues “ya desde el principio los hombres en cierto modo reconocieron el deber de aquella común expiación”. 12 Santa Margarita María, modelo de devoción al Sagrado Corazón, tuvo una vida marcada por las prácticas reparadoras. De otro lado, por medio de ella, Nuestro Señor inició la práctica de la consagración al Sagrado Corazón, no sólo de las personas y de las familias, sino también de las instituciones de diversas naturalezas y hasta de los Estados. La costumbre de la consagración se generalizó. Millones de familias, incontables instituciones, numerosos Estados fueron consagrados al Corazón de Jesús. El 25 de mayo de 1899, por medio de la encíclica Annum Sacrum, León XIII anunció la consagración del género humano al Corazón de Jesús, realizada el día 9 de junio. Según sus propias palabras, éste fue el “mayor acto” de su pontificado. 13 Finalmente, como una especie de tercer trazo distintivo, podríamos añadir la promesa de victoria. Nuestro Señor afirmó a Santa Margarita María: “No temas nada; venceré a pesar de mis enemigos y de todos los que se opongan a esta devoción”. La santa afirmaba: “Este amable Corazón reinará, a pesar de Satanás y de sus sicarios”. 14 Pío XII, en una encíclica dedicada al Sagrado Corazón, enseña que la lucha contra los adversarios de la Iglesia debe ser colocada bajo el patrocinio de esta devoción. Todos los que “combaten por establecer el Reino de Jesucristo en el mundo, consideren la devoción al Corazón de Jesús como bandera”. Esta devoción, continúa el Pontífice, “pone una firme muralla contra las impías maquinaciones de los enemigos de Dios y de la Iglesia”. En esta práctica, “se ha de fundar aquel Reino de Dios que urge establecer en las almas de los individuos, en la sociedad familiar y en las naciones”. 15 Pasemos ahora a Fátima. Fátima también es presidida por estas tres características: reparación, consagración, proclamación del triunfo.
Reparación.- Es impresionante el énfasis en la reparación que hay en Fátima. Se puede decir que ella está bajo el signo de la devoción reparadora. En Paray-le-Monial, Nuestro Señor pidió la Hora Santa Reparadora de los jueves, la Comunión Reparadora de los viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento, e instituyó la práctica de los nueve Primeros Viernes, también comúnmente considerada bajo esta luz. En Fátima, la Santísima Virgen pidió la Comunión Reparadora de los cinco Primeros Sábados. El Ángel de Portugal al poner la vida espiritual de los tres pastorcitos bajo este prisma, les dijo: “De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación”. En el caso de Nuestra Señora, fue la primera pregunta que hizo a los pastorcitos en su primera aparición, como dando el tono del Mensaje de Fátima: “¿Queréis ofreceros a Dios, para soportar todos los sufrimientos que os quiera enviar en reparación por los pecados con que Él es ofendido?” Obviamente, éste también debe ser el espíritu de los devotos de Nuestra Señora de Fátima. Al menos tres apariciones (13 de mayo de 1917, 10 de diciembre de 1925, 13 de junio de 1929, estas dos últimas apenas a Lucía) recuerdan extraordinariamente el modo como Nuestro Señor se presentaba en Paray-le-Monial con su Corazón rodeado de espinas, en una imagen conmovedora de quien sufre injustamente y tiene el derecho de exigir reparación. En la última de las referidas apariciones, la Santísima Virgen le dijo a la hermana Lucía: “Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón; promete salvarla por este medio. [...] vengo a pedir reparación”. Consagración.- El pedido arriba expresado nos lleva a la segunda característica común a los dos sucesos providenciales: la práctica de la consagración. En el caso de Fátima, entre otros pedidos, se trata particularmente de la consagración de Rusia, o de la consagración del mundo con una mención especial a Rusia. Detengámonos rápidamente en las condiciones del pedido. Ellas repiten casi por completo las condiciones de la consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús, hecha por León XIII, y que tuvo como origen una carta del 10 de junio de 1898, de la religiosa alemana M. María del Divino Corazón Droste zu Vischering, superiora del convento del Buen Pastor en la ciudad de Oporto (Portugal), beatificada por Paulo VI el 1º de noviembre de 1975. En aquella misiva la santa religiosa relató al Pontífice una comunicación sobrenatural que había recibido de Nuestro Señor, pidiendo este acto del Papa. La hermana Lucía, a respecto de la consagración de Rusia, afirma en una carta del 29 de mayo de 1930 que la Santísima Virgen quiere “un solemne y público acto de reparación y consagración de Rusia a los Santísimos Corazones de Jesús y María”. Más tarde, en una comunicación íntima, el Divino Redentor se lamentó con la vidente portuguesa: “No quisieron atender mi súplica. Como el rey de Francia se arrepentirán y la harán después. Pero será tarde”. Era una alusión a su pedido de 1689, hecho por intermedio de Santa Margarita María a Luis XIV y que no fue atendido. 16 Triunfo.- La promesa del triunfo final característica de Paray-le-Monial, también está presente en Fátima. En la tercera aparición, el 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen afirmó: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. La hermana Lucía aún prevé que, después de un gran castigo, habrá “una vuelta más completa” del mundo a la Iglesia.
Otro anuncio de victoria en Fátima es la promesa de la conversión de Rusia. Dichas afirmaciones constituyen un estímulo poderoso para una clase de esperanza, fundada en razones sobrenaturales, que encuentra eco en las elevaciones sublimes del Trono de San Pedro. Pío XI lo expresa en la encíclica sobre el Sagrado Corazón cuando habla “de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey”. 17 Llegó el momento de resumir y finalizar. Fátima es un hito, de importancia inconmensurable, del designio divino, hecho de misericordia y advertencia, ya anteriormente manifestado en Paray-le-Monial. Son gracias intensas de oposición eficaz a las diversas manifestaciones de un mal poderoso, creciente y que tiende a dominarlo todo en los Tiempos Modernos. Tales gracias despiertan un gran dolor y disconformidad por la injusticia hecha a Dios y a la Iglesia, y lógicamente llevan a una espiritualidad reparadora, deseosa de consagración, marcada por la esperanza. Por disposición divina, tienen en sí el potencial para “renovar los efectos de la Redención”, recordando una vez más a Santa Margarita María Alacoque, la “discípula bienamada del Sagrado Corazón”. 18 . 1. Cf. Vie et Révélations de Sainte Mar-guerite-Marie Alacoque, Bar-le-Duc, Francia, 1947, p. 180.
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