Se llaman «virtudes morales», las que tienen por objeto directo o inmediato ordenar las costumbres; a diferencia de las teologales, que si ejercen sobre las costumbres poderosa influencia, es sólo de un modo indirecto, puesto que su objeto directo es el mismo Dios y sus perfecciones. Entre las virtudes morales se distinguen cuatro, que se llaman cardinales, porque son como los centros alrededor de los cuales las demás se agrupan, y ejes sobre los cuales se mueven. A la PRUDENCIA se refieren: la consideración de los acontecimientos pasados; la inteligencia de las cosas presentes; la previsión en lo porvenir; la docilidad en seguir los consejos de hombres sabios y experimentados; la sagacidad en tomar un partido justo según las ocasiones; la circunspección; con la cual se examinan las circunstancias del tiempo, de los lugares y de las personas; la precaución contra los obstáculos, los peligros y los acontecimientos engañosos; la discreción en guardar los secretos; la vigilancia; y, la actividad. Los vicios opuestos a la prudencia son: la precipitación, la inconsideración, la inconstancia, la negligencia, la torpeza, el fraude, la prudencia de la carne que lo ajusta todo a la satisfacción del orgullo y de la sensualidad, y la solicitud excesiva por las cosas temporales. La JUSTICIA se divide en: 1) justicia para con Dios, para con nosotros mismos y para con los demás hombres; y, 2) justicia legal, distributiva, vindicativa y conmutativa. A la justicia se refieren: la religión, la piedad, el respeto, la obediencia, el reconocimiento, la penitencia, la veracidad, la amistad, la afabilidad y la liberalidad. Los vicios opuestos a la justicia son: la injusticia, el robo, la impiedad, el sacrilegio, el desprecio, la desobediencia y la ingratitud. El acto más heroico de la FORTALEZA es el martirio. A esta virtud se refieren la confianza y el valor, la firmeza, la paciencia, la longanimidad, la perseverancia y la magnanimidad, virtudes que elevan los sentimientos del hombre y su amor al deber por encima de los honores y de las dignidades. A ella se oponen —ya por exceso, ya por falta— la temeridad, la audacia, la presunción, la ambición, la obstinación, la impaciencia, la flaqueza, la molicie, la pusilanimidad y la inconstancia. La regla de la TEMPLANZA no es el apetito de las pasiones ni el ciego instinto, sino la verdadera necesidad de la naturaleza. En lo necesario se incluye lo útil y conveniente, pero se excluye lo superfluo. A la templanza se refieren la sobriedad y la abstinencia, la castidad, la modestia, la humildad, la dulzura y la clemencia. Los vicios opuestos son: la gula, la embriaguez, la impureza, la inmodestia, la cólera, la disipación y en general todos los excesos en las cosas que halagan a los sentidos (cf. F. X. Schouppe S.J., Curso abreviado de religión, París-México, 1906, pp. 454-457).
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“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” |
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