Vidas de Santos Santa Jeanne-Élisabeth Bichier des Âges

Fundadora de las Hijas de la Cruz

De ascendencia noble, se comportó intrépidamente durante la impía Revolución Francesa. Después, con la ayuda de san André Fournet fundó una congregación religiosa femenina y apoyó a san Miguel Garicoïts a consolidar la suya

Plinio María Solimeo

Juana Isabel María Lucía Bichier des Âges nació el 5 de julio de 1773 en el castillo des Âges, perteneciente a su patriarcal y aristocrática familia, cerca de Le Blanc, en la antigua provincia de Poitou, en el valle del Loira, y fue bautizada ese mismo día. Única hija mujer, creció mimada por sus tres hermanos.

Su primera educación quedó en manos de su piadosa madre, que crió a sus hijos según los preceptos de la santa religión. Élisabeth, como la llamaban en su familia, tenía un temperamento agradable y despierto, aprendía con facilidad y desde pequeña le gustaba mucho rezar.

Continuó sus estudios en Poitiers, al término de los cuales regresó para ayudar a su madre en la administración del inmenso castillo familiar, en cuya escuela aprendió a dirigir a la numerosa servidumbre. El tiempo que le quedaba en las tardes lo dedicaba para ir a la iglesia del pueblo, donde pasaba largas horas en adoración al Santísimo Sacramento.

Durante la Revolución Francesa

En 1789 estalló la diabólica Revolución Francesa y, con ella, las restricciones a la práctica de la religión. Como la situación se volvía poco a poco extremadamente difícil para los nobles, Lorenzo, el hijo mayor de los Âges, decidió emigrar. A comienzos de 1792, su padre cae enfermo y muere el 16 de enero.

Los acontecimientos se precipitaron. La Asamblea aprobó la cismática Constitución Civil del Clero, que obligaba a todos los sacerdotes a prestarle juramento. Muchos de ellos —timoratos u oportunistas— así lo hicieron, por lo cual se les llamó juramentados. Pero una buena mayoría se negó a prestar juramento y pasó a vivir en la clandestinidad. Estos valientes sacerdotes recibieron el nombre de refractarios.

Cuando los revolucionarios se dieron cuenta de que Lorenzo había emigrado, empezaron a amenazar a su familia y confiscaron el castillo de los Âges. La castellana y Élisabeth tuvieron que marcharse a una casa que tenían en Le Blanc.

Un día, el comité revolucionario de la ciudad invitó a Élisabeth a representar a la sacrílega “Diosa Razón” en una celebración revolucionaria. Ante la rotunda negativa de la joven, comenzaron las represalias casi diarias contra ella y su madre. Quisieron obligarlas a jurar lealtad a la Constitución, pero ellas se rehusaron con firmeza. Fue entonces cuando los revolucionarios, al registrar el castillo, descubrieron en el desván algunas armas que habían pertenecido al castellano en su juventud. Bajo la acusación de que estaban destinadas a los contrarrevolucionarios, detuvieron a madre e hija en Châteauroux. Sin embargo, uno de los hermanos de Élisabeth, que por debilidad se había unido a las fuerzas de la Revolución, obtuvo la libertad de ambas.

Sacramentos en la clandestinidad

San André-Hubert Fournet

En 1796 se mudaron a una propiedad rural de la familia llamada La Guimetière, cerca de Théthines. Élisabeth sentía mucho la falta de la religión, especialmente la confesión, la misa y la comunión, porque el párroco local, juramentado, era rechazado por el pueblo. Como desde la infancia se había consagrado a la Virgen María, manifestaba una gran atracción por la vida contemplativa y deseaba consagrarse a Dios.

Un buen día de 1798, un antiguo criado del castillo buscó en secreto a Élisabeth y le informó de que un sacerdote refractario, el padre André Hubert Fournet, párroco de la iglesia de Maillé, iba a celebrar misa en secreto en una granja de Marsyllis, a quince kilómetros de distancia. La noche siguiente, acompañada por el criado, la intrépida joven fue a lomo de mula para asistir a la misa. Después de la celebración, el padre Fournet se puso a confesar a los numerosos penitentes.

Entonces ocurrió un incidente. Debido a su nobleza, los campesinos le abrieron paso para que se ubicara al frente. Al ver esto, el enérgico sacerdote intervino: “¿Cree usted, señorita, que para atenderla dejaré atrás a estas madres de familia y a estos campesinos venidos de varias leguas para solicitar mi ministerio?”. A lo que Isabel humildemente respondió: “Padre mío, bastará que usted acepte escucharme después que a ellos”. Y así sucedió. Esperó toda la noche y no fue atendida hasta el amanecer.

Los inicios de una gran obra

Durante la confesión, Élisabeth aprovechó la ocasión para abrir su corazón al padre Fournet, manifestándole su deseo de consagrarse a Dios. Ahora bien, como el sacerdote estaba muy preocupado por sus feligreses, que habían perdido toda posibilidad de educación religiosa y cívica para sus hijos durante el verdadero torbellino que había caído sobre Francia con la Revolución, le pidió a Élisabeth que, en lugar de consagrarse a Dios en una Orden contemplativa, abriera su casa para la catequesis de los niños del lugar. Fue así como, después de obtener el permiso de su madre, la joven fundó una pequeña escuela en La Guimetière.

Nacido en 1752 y fallecido en 1834, el padre André Fournet se exilió en España al comienzo de las persecuciones contra la Iglesia en Francia. Pero regresó a su país en 1797 para ejercer su ministerio en la clandestinidad. Al año siguiente tuvo lugar el encuentro antes relatado entre los dos fundadores. Fue beatificado en 1926 por Pío XI, quien lo canonizó el 4 de junio de 1933.

Relativa vuelta a la normalidad

El padre san André Hubert Fournet, párroco de la iglesia de Maillé, sacerdote refractario que se opuso a la Revolución Francesa, celebra una misa en secreto en una granja de Marsyllis. El cuadro representa el momento de la comunión de santa Jeanne-Élisabeth Bichier des Âges.

Mientras tanto, tuvo lugar el golpe de Estado del 18 de brumario del año VIII —según el calendario revolucionario, correspondiente al 9 de noviembre de 1799 por el gregoriano—, cuando el gobierno del Directorio fue derrocado por Napoleón y se instauró el Consulado.

Como gran oportunista, Napoleón se convirtió muy pronto en el Primer Cónsul. Entre otras medidas que tomó para remediar parcialmente los estragos de la Revolución y utilizar la religión como instrumento de poder político, firmó el Concordato de 1801 entre la Iglesia Católica y el Estado francés. Este acuerdo, aprobado por el Papa Pío VII como mal menor para conseguir que la Iglesia fuera restablecida en el país, otorgaba al gobierno el derecho a confiscar los bienes de la Iglesia, proponiendo a cambio sostener al clero. En el Concordato, Napoleón reconocía el catolicismo como religión de la mayoría de los franceses, pero se arrogaba el derecho de elegir a los obispos, que debían ser aprobados posteriormente por el Papa.

Congregación de las Hijas de la Cruz

En 1804 muere madame Des Âges. El padre Fournet propone entonces a Élisabeth que reclute a un grupo de jóvenes dispuestas a formar una congregación religiosa. Habiendo conseguido cuatro compañeras, al año siguiente fue con su criada Mariana Meunier a Poitiers para aprender los rudimentos de la vida religiosa en la Congregación de la Divina Providencia. Cuando regresaron a La Guimetière en 1806, se les unieron dos amigas más.

A petición del padre Fournet, santa Isabel abrió una escuela de catecismo para niños en La Guimetière, que era la casa familiar. En la foto, la propiedad tal como se encuentra en la actualidad.

Con el relativo restablecimiento de la normalidad en Francia, Élisabeth se valió de todos sus vínculos e influencias para recuperar los bienes de la familia confiscados durante la Revolución, con el fin de disponer de los medios materiales necesarios para llevar a cabo su obra.

En 1807, otra candidata se unió al pequeño grupo. Para alojarlas y proporcionarles un lugar de trabajo, Élisabeth adquirió el castillo local. Allí, las seis componentes de la comunidad pronunciaron sus votos religiosos, estableciendo con el padre Fournet la Congregación de las Hijas de la Cruz.

La pequeña congregación pronto comenzó a expandirse y a multiplicar sus escuelas para niñas, al mismo tiempo que crecía también la atención a los enfermos. Hacia 1820, las hermanas consiguieron un monasterio en La Puye, que había pertenecido a la Orden de Fontevrault y estaba desocupado. Los monasterios de esta Orden, nacida en la Edad Media, eran dobles, y en ellos monjes y monjas vivían en edificios separados, pero gobernados por una abadesa. Durante la Revolución Francesa, la Orden ya estaba en decadencia. Los religiosos fueron expulsados de sus monasterios y la Orden se extinguió. Santa Juana Isabel hizo de Fontevrault la Casa Madre de las Hijas de la Cruz, y así sigue siendo hasta el día de hoy.

Encuentro con san Miguel Garicoïts

San Miguel Garicoïts

Élisabeth tuvo que someterse a una intervención quirúrgica muy dolorosa en París. El médico que la operó y sus asistentes quedaron muy impresionados por el valor de la paciente, admirando su sencillez, amabilidad y fe. Esto tuvo repercusiones fuera del hospital, lo que motivó a algunas damas de la alta sociedad de la capital francesa a visitar a la santa y suplicarle que abriera una casa en la Ciudad Luz.

En 1825, un joven sacerdote, Michel Garicoïts (1797-1863), fue nombrado profesor de filosofía en el seminario mayor de Bétharram, en los Pirineos atlánticos. Su obispo llegó a decir: “El padre Garicoïts es un santo al que venero; quiero que sea el director de todas nuestras religiosas, y ya veréis cómo reavivará el espíritu cristiano y religioso en la diócesis”.1

Ahora bien, las monjas de Élisabeth estaban en ese número porque habían fundado una casa de las Hijas de la Cruz en Igon, a solo cuatro kilómetros de Bétharram. Fue allí donde, en 1828, Miguel Garicoïts se encontró con santa Juana Isabel de Bichier. En contacto con sus monjas y viendo cómo practicaban la pobreza evangélica con tanta alegría y sencillez, Miguel “comprendió que el Corazón de Jesús le llamaba al radicalismo de los santos”.2 Por otra parte, con su experiencia en la vida espiritual y en la dirección de religiosas, la santa pudo darle muchos consejos que le ayudaron a fundar la comunidad de sacerdotes dedicados al servicio misionero, la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Bétharram. De ella dirá: “Le debo mi conversión … le estoy en deuda por todo lo que he hecho bien … solo he sido el ejecutor de sus consejos”.3

De este modo, el santo llama “su conversión” a esta gracia recibida por intermedio de santa Juana Isabel. San Miguel Garicoïts tuvo también contacto con el santo Cura de Ars, que envió a santa Bernadette Soubirous —la vidente de Lourdes— para hacerle una consulta sobre su vida espiritual.

Muerte y glorificación

Los restos mortales de la santa descansan en un relicario en la Casa Madre de las Hijas de la Cruz en La Puye

El lema de santa Juana Isabel des Âges era: “Glorificar a Dios y hacerle glorificar por los pequeños y los más pobres”.4 Aunque poseía una naturaleza robusta, hacia el final de su vida se vio muy debilitada por la enfermedad y por los sufrimientos. Su muerte se produjo el 26 de agosto de 1838. En el momento de su fallecimiento, las Hijas de la Cruz contaban con 600 religiosas diseminadas en más de 100 comunidades.

Élisabeth fue beatificada por Pío XI en 1934 y canonizada por Pío XII en 1947, el mismo día que san Miguel Garicoïts. Sus restos mortales descansan en un relicario en la Casa Madre de La Puye. 

 

Notas.-

1. https://crc-resurrection.org/toute-notre-doctrine/renaissance-catholique/histoire-eglise/19e-siecle/saint-michel-garicoits.html.
2. Idem.
3. https://es.frwiki.wiki/wiki/Jeanne-%C3%89lisabeth_Bichier_des_Ages.
4. https://fillesdelacroix.com/main.php?p=226.

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Tesoros de la Fe N°260 agosto 2023


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