Hoy, más que nunca, se habla intensamente de economía, lo que deja a muchos preocupados, no solo por la gravedad de la situación económica actual, sino también sobre las concepciones marxistas de la economía. Pero para la familia católica, ¿qué importancia tienen las cuestiones económicas? ¿Qué enseña la doctrina social de la Iglesia al respecto?
Para nuestro entrevistado, Ettore Gotti Tedeschi, que es banquero, economista, profesor universitario, escritor, expresidente del IOR (Instituto para las Obras de Religión), subestimar el papel de la familia produce crisis socio-económicas y culturales; y “el detonante del colapso económico fue el colapso de los nacimientos, debido a las teorías ambientales maltusianas”, porque tuvo como consecuencia el envejecimiento de la población. El economista Gotti Tedeschi concedió la presente entrevista a nuestro colaborador en Europa, Sr. Julio Loredo de Izcue.
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Tesoros de la Fe — Como católico apostólico romano y como hombre público, ¿cuál es su enfoque de la Economía? Ettore Gotti Tedeschi — Hoy la economía parece haberse convertido en una herramienta para asustar y para distorsionar la visión moral, por lo que tengo sumo cuidado al abordar el tema. Vea usted, toda decisión económica tiene consecuencias morales y toda visión moral influye en el uso de instrumentos económicos. Pero la economía no es una ciencia [exacta]. En pocas palabras, la “manzana” de la economía no es la “manzana de Newton”; una decisión económica rara vez produce el efecto deseado. Cuando la economía está sujeta a proyectos “políticos” (para “asustar”), puede verse tentada a inventar utopías (piense en el marxismo). Pero si estas utopías se incorporan al Magisterio de la Iglesia, corren el riesgo de producir herejías (piense en la pseudoteología de la liberación). Incluso una herejía puede influir en el comportamiento económico (piense en el luteranismo). La moral y la economía están muy conectadas, por eso la Iglesia intervino, a partir de León XIII, al proponer su propia doctrina social. Hoy, como se considera que la Iglesia ya no debe dedicarse a la enseñanza y la evangelización, la antigua doctrina social católica se ha vuelto inaplicable; pero parece estar emergiendo una nueva, que tal vez sea propuesta en el evento de Asís (“La Economía de Francisco”). Como acabo de decir, la economía también puede convertirse en una herramienta aplicable para distorsionar la visión moral. En un reciente documento pontificio (Evangelii Gaudium), leemos que hay una economía que mata y el peor de los males sociales es la desigualdad —es decir la mala distribución de los recursos económicos— y no el pecado. Sin embargo, como explican con absoluta claridad Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis y Benedicto XVI en Caritas in Veritate, quien usa bien o mal el instrumento económico es el hombre, por tanto es el hombre el que debe formarse, debe convertirse. No es la herramienta lo que necesita cambiarse. Al leer aquellas consideraciones me preocupé. Y la preocupación aumentó cuando noté en el pontificado actual el énfasis puesto en los temas económicos. Hasta ayer, la Iglesia no tenía que ocuparse de la economía, sino, máximo, de las conciencias individuales. Hoy se diría que ella debe y quiere ocuparse solo de la economía, y apenas secundariamente de las conciencias. Pero parece abordar problemas económicos —tales como la pobreza, el capitalismo, las finanzas, la desigualdad, la redistribución de la riqueza, la migración, el medio ambiente, etc.— sin conocimiento de sus causas, sino solo de los efectos. La sospecha, por tanto, es que hasta se podría pensar en usar la herramienta económica para fines hasta ahora inimaginables, ¿quizás para reinterpretar el propio Génesis?
Tesoros de la Fe — ¿Cuál es el papel de la familia en la economía? Ettore Gotti Tedeschi — La familia merecería el Premio Nobel de Economía. Y la Iglesia Católica también merecería este premio, por el valor que atribuye a este indispensable núcleo social. El valor económico de la familia proviene del estímulo, empeño y acciones responsables, que buscan apoyar y organizar su propio desarrollo. En una sociedad donde no se valora la familia, los perjuicios económicos son enormes.
En una familia se originan proyectos que demandan grandes compromisos en la generación de riqueza, ahorro, inversión. En su seno surgen saludables estímulos competitivos, especialmente gracias a la educación y formación subjetiva de cada miembro que, en perspectiva, se convierte en un motor de producción de riqueza que beneficia a toda la sociedad. Además, la familia absorbe los problemas sociales y económicos de sus miembros, sin trasladarlos al Estado; tiende a ayudar y proteger a sus miembros más débiles y vulnerables, que de otro modo siempre pesarían sobre la sociedad. La familia asume así tres áreas de valor social, creando las condiciones para el crecimiento del Producto Bruto Interno, formando y educando, limitando así los costos del Estado asistencial. Por tanto, la familia es una fuente de inversión en capital humano, una fuente de gran empeño productivo, de autoproducción y de redistribución de ingresos dentro de sí misma. Por eso ocupa el primer lugar en la creación de riqueza en la sociedad. Ignorar o despreciar ese papel, en vez de incentivarlo, es una de las principales causas del declive socioeconómico y cultural de la sociedad. Si un país no cree en la familia, verá desplomarse el crecimiento de la riqueza producida y su bienestar económico y social. Si la familia cotizara en bolsa, sería la mejor inversión para crear riqueza sustentable. Por el contrario, no es amada como debería ser, porque compite en la educación con el Estado, además de ser considerada una “invención” de la religión católica. Ya solo por esta razón, la religión católica y sus valores naturales y sobrenaturales deberían ser estudiados con mayor profundidad.
Tesoros de la Fe — Antes de la pandemia del coronavirus, Europa y todo Occidente alcanzaron una situación económica insustentable. ¿Cómo fue posible eso? Ettore Gotti Tedeschi — Eso se hizo posible haciendo que Europa y todo Occidente renegaran de las leyes naturales inherentes a sus raíces cristianas, negando el principio de protección a la vida humana. Históricamente, esto sucedió a fines de la década de 1960, debido a la confluencia de tres eventos que nunca serán suficientemente explicados y comprendidos: [la revolución de la Sorbona en mayo de] 1968; la conclusión del Concilio Vaticano II; y el nacimiento del Nuevo Orden Mundial (piense Ud. en la globalización). El hecho económico más contundente, que encendió el detonante del colapso económico, fue el colapso de los nacimientos, a causa de la aplicación de las teorías ambientales malthusianas. Debido al colapso de los nacimientos en Occidente, la tasa de crecimiento del PBI se ha desacelerado. ¿Cómo puede crecer el PBI si la población disminuye? Para sustentar el PBI en Occidente, se inventó el consumismo; es decir, se compensa la falta de crecimiento natural mínimo equilibrado (por lo menos la tasa de reposición poblacional) con un crecimiento artificial del consumo per cápita. En primer lugar, la expansión del consumismo sacrificó el ahorro, para transformarlo en consumo, reduciendo la materia prima de la intermediación crediticia, con efectos imaginables. El crecimiento del consumismo exigió un aumento del poder adquisitivo, lo que se logró gracias a la reasignación del lugar de producción a países con costos laborales muy bajos. Como consecuencia, hubo una rápida desindustrialización de Occidente y una industrialización acelerada y desequilibrada de Oriente. Es curioso notar que este hiperconsumo en Occidente, junto con el hiperindustrialismo de bajo costo en Oriente, es lo que genera el fenómeno medioambiental de las emisiones excesivas de CO2... También llama la atención que algunos “sabios” de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano sean los mismos ecologistas neomalthusianos que dieron origen al fenómeno. Posteriormente, al darse cuenta de que la caída de los nacimientos generó el fenómeno irreversible del envejecimiento poblacional —con sus fenómenos inducidos, como el aumento exponencial de los costos de vejez, pensiones de jubilación, salud—, se percataron que el crecimiento artificial del consumo solo podía mantenerse haciendo que el consumidor contraiga deudas. Y el endeudamiento alcanzó niveles insostenibles, hasta que en 2007, con las quiebras bancarias, nació la crisis en curso, aún sin resolver hasta el momento de la presente pandemia del Covid-19.
Pero un segundo fenómeno, al que ya me referí, está creando las condiciones para transformar aún más a Occidente. Consiste en una modificación sustancial de los fundamentos éticos en el uso de la economía. Hasta hace unos años, estos fundamentos veían la economía como un instrumento al servicio del bienestar de la criatura. Los nuevos fundamentos éticos podrían correr el riesgo de transferir la centralidad a la Creación y ver nocividad en la criatura humana, que deberá ser contenida para salvar la naturaleza. Antes la economía debía servir al hombre, hoy tendría que servir a la naturaleza para protegerla del hombre. La criatura-ambiente podría tomar el puesto del hombre-criatura, y la naturaleza debe ser valorizada en sí misma, dejando de ser un instrumento para el hombre. Se puede especular una vez más que la economía se está utilizando para cambiar el Génesis.
Tesoros de la Fe — ¿Se define como un economista que hace filosofía en su tiempo libre? ¿O es un filósofo que trabaja en el campo económico? Ettore Gotti Tedeschi — Tuve una reunión privada hace tiempo con el entonces cardenal Ratzinger, quien se convirtió en el Papa Benedicto XVI. En la ocasión, él me preguntó para qué sirve la economía. Me fue fácil responder que servía para satisfacer las necesidades humanas. Pero me pidió que especificara esas necesidades y quién las decide. Entonces me vi forzado a reflexionar e intuir que la necesidad del hombre, además de material, es también intelectual y espiritual. Por supuesto, la economía debe limitarse a lo primero, pero debe poder satisfacer lo segundo y lo tercero. Tuve la intuición, por tanto, de que el verdadero economista es quien, sobre todo, conoce al hombre. Pero en esta tierra, y en este momento, ¿quién conoce al hombre y sus necesidades mejor que un santo? Gracias a esta reflexión, comencé a preguntarme cómo podría alguien ser un buen economista, si no entendía cuáles son las necesidades reales que el hombre debe satisfacer. En este punto, me vi obligado a “convertirme” un poco en filósofo, preguntándome a qué hombre pretendemos satisfacer materialmente. Filosofar también se convierte en una fuerte tentación. Ciertamente fue una fuerte tentación para mí poder contradecir el cogito ergo sum (pienso, luego existo) de Descartes, y también comprender el pensamiento filosófico que subyace a la teología de Karl Rahner. Me gustaría traer a la memoria que, después de dicha reunión, el Papa Benedicto XVI me llamó en 2007 para trabajar en la parte económica de Caritas in Veritate; posteriormente, me encargaron sanear las cuentas del Estado del Vaticano; y finalmente, en 2009, me nombró Presidente del IOR.
Tesoros de la Fe — ¿Podría contar a nuestros lectores algo sobre sus experiencias en el alto cargo que ocupó en el llamado Banco Vaticano? Ettore Gotti Tedeschi — Solo una consideración. En ciertas circunstancias “misteriosas”, puede ser más fácil y más gratificante en la Iglesia hacer el mal que el bien…
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