Con cierta frecuencia escucho decir que la Navidad es para los niños. Sin embargo, me parece que ésta es una afirmación errada, porque si en la Navidad conmemoramos el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Dios no se hizo hombre sólo para salvar a los niños. Por otro lado —aunque no creo que fuera la intención original— lo dicho es cierto, meditando en las palabras de Jesús a sus discípulos: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3). A ese respecto, San Jerónimo nos aclara que «El Señor no mandó a los apóstoles que tuvieran la edad de los niños, sino que tuvieran su inocencia y que obtuvieran por sus esfuerzos lo que aquellos poseían por sus años, de manera que fueran niños en la malicia, pero no en la sabiduría». Y San Hilario, al comentar el texto de San Mateo, señala que Nuestro Señor «llamó también niños a todos los creyentes, por su obediencia a la fe; éstos siguen a su padre, aman a su madre, no saben querer el mal, desprecian los cuidados de los afanes de la vida, no son insolentes, no tienen odio, no mienten, creen lo que se les dice y tienen por verdadero lo que oyen». Convirtámonos pues, como la Virgen María en Fátima también nos lo pidió, y gocemos como los niños las castas alegrías de la Navidad. Para ello desde ya preparémonos: montando en familia el nacimiento en nuestras casas, practicando algunos villancicos para cantar en la Nochebuena, leyendo algunos textos escogidos y rezando la Novena de Aguinaldos a los pies de la Sagrada Familia. ¿No tienen ustedes nostalgias de las Navidades de otrora? Hagámoslas revivir en nuestros hogares y así el Niño Jesús volverá a nacer en nuestros corazones. Les deseo a todos nuestros lectores y a sus queridas familias una feliz y santa Navidad, y un Año Nuevo bajo la especial protección de San Martín de Porres, pues el 6 de mayo del 2012 conmemoraremos los 50 años de su gloriosa canonización. En Jesús y María, El Director
|
La Santa Casa de Loreto. Donde vivió la Sagrada Familia de Nazaret |
El Sacramento del Matrimonio - III El amor sobrenatural no pregunta “¿qué recibiré yo de la otra parte?”; sino “¿qué soy yo para la otra parte?”. No busca lo que es suyo. Su objetivo es hacer felices a los demás y no hacerse feliz a expensas de los demás... | |
El Paraíso Terrenal El Señor, dice el Génesis, había plantado desde el principio un jardín de delicias, y en él había colocado al hombre que había formado (2, 8)... | |
¿Lutero fue un hombre de Dios? Para responder la cuestión, es conveniente remontarse a los principios y preguntar: “¿Qué es la religión?”. Porque sólo así podremos saber si Dios deseó vincularse con nosotros no apenas a través de una relación personal, sino también en el seno de una religión... | |
Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos San Epifanio llama a María “la de los muchos ojos”; la que es todo ojos para ver de socorrer a los necesitados... | |
La modernidad: rasgos infantiles en personas maduras Alfred Binet, célebre psicólogo, nos legó un estudio en el que estableció las pautas para comprender las diferencias intelectuales que existen entre el adulto y el niño... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino