Una advertencia para el mundo entero
El pasado viernes 11 de marzo, Japón soportó el mayor terremoto en los últimos 140 años, seguido de un devastador tsunami que conmocionó la región septentrional de Tohoku. Las imágenes de la tragedia, con sus secuelas de muerte, destrucción y angustia, han despertado un renovado interés del público católico —que se pregunta por qué ocurren estas catástrofes— por las profecías de Fátima, así como por los mensajes de la Virgen de Akita, menos conocidos entre nosotros. Pablo Luis Fandiño
Akita es una pequeña ciudad ubicada al noroeste de Honshu, la principal isla del Japón, al extremo opuesto de Sendai, la población más afectada por la reciente desgracia. Al contrario de Portugal, donde Nuestra Señora de Fátima se apareció en 1917, la religión católica ha sido invariablemente minoritaria el país del sol naciente. Sin embargo, como lo destaca la Enciclopedia Católica en su introducción al artículo sobre los mártires japoneses: “No hay en toda la historia de la Iglesia, un solo pueblo que pueda ofrecer a la admiración de los anales cristianos del mundo, tan glorioso como tan dilatado martirologio, como el de las gentes del Japón”.1 Akita fue, en el siglo XVII, efusivamente regada con la sangre de los mártires. En efecto, el 3 de junio de 1624, durante una feroz persecución que se desató contra los católicos, Masakage, hijo del señor feudal de la región de Akita, mandó quemar vivos en esta ciudad a 32 cristianos.2 La Madre de Dios escogió pues esta tierra bendita, para dar a conocer sus más íntimos pensamientos, como un complemento del mensaje revelado en Fátima. Una imagen de madera y una vidente sorda
En Akita no hubo propiamente una aparición de la Santísima Virgen como en la Cova da Iría, sino que de manera inexplicable una imagen suya cobró vida. La estatua milagrosa, de una sola pieza, fue esculpida a fines de la década de los 60 por el artista japonés Saburo Wakasa, budista de religión, tomando como modelo una estampa de Nuestra Señora de Todos los Pueblos, de Ámsterdam, y añadiéndole rasgos orientales. La imagen representa a la Virgen María con los brazos abiertos y extendidos hacia abajo —como caracteriza a la Medalla Milagrosa—, de pie sobre el globo terráqueo y delante de una gran cruz sobre la cual está apoyada. El conjunto, que mide unos 90 centímetros de altura, fue tallado en madera dura de “árbol de Judea”,3 sin ningún tipo de uniones o empalmes. María Santísima se manifestó en tres ocasiones en 1973 a la hermana Agnes (Inés) Katsuko Sasagawa, cuando ésta tenía 42 años de edad, en el convento de las Siervas de la Sagrada Eucaristía en Yuzawadai, en las proximidades de Akita, en la región septentrional de Tohoku. A raíz de una deficiente operación de apéndice, la vidente padeció en su juventud graves trastornos de salud; durante una década quedó prácticamente paralítica. En el hospital, le dieron a beber agua de Lourdes, con lo que experimentó una sensible mejoría. Convertida al catolicismo, se hizo religiosa. Preludios a la manifestación de la Virgen María Los sucesos de Akita fueron precedidos por apariciones angélicas y fenómenos luminosos como en Fátima. En 1969, la joven Inés, fue favorecida con la aparición de un ángel, simétrica a la que en 1916 tuvieron Lucía, Francisco y Jacinta. El celeste emisario recitó con ella el santo rosario y le enseñó —sugestiva coincidencia— la misma oración que la Virgen de Fátima había dictado a los tres pequeños videntes al final de su tercera aparición, el 13 de julio de 1917, para rezar después de cada misterio:“Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: ¡Oh! Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva a todas las almas al cielo, principalmente a las que más lo necesiten”.4 El 12 de mayo de 1973, un mes después de haber ingresado al convento de las Siervas de la Sagrada Eucaristía, la hermana Inés rezaba ante el Santísimo Sacramento cuando observó unos rayos brillantes que emanaban del tabernáculo. El fenómeno se repitió en los dos días siguientes. La noche del viernes 28 de junio de aquel mismo año, la hermana Inés descubrió en la palma de su mano izquierda una herida en forma de cruz, era un estigma de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que le causaba un dolor extremo. El 5 de julio, del centro de la herida comenzó a fluir sangre. Primer mensaje — Viernes, 6 de julio de 1973 Al día siguiente cerca de las tres de la mañana, el ángel se le aparece y le dice: Ángel de la Guarda: “No temas. Soy el que está a tu lado y te guarda. Ven y sígueme. No reces únicamente por tus pecados, sino en reparación por los pecados de la humanidad. El mundo actual hiere al Sagrado Corazón de Jesús con sus ingratitudes y sus ultrajes. La herida de la mano de la Santísima Virgen es mucho más profunda que la tuya. Ahora vamos hacia la capilla…” Al entrar en la capilla, el ángel desapareció. Después de rezar ante el Sagrario, la hermana Inés, que había quedado completamente sorda a raíz de una enfermedad, se aproximó a la estatua de Nuestra Señora. De pronto sintió que la imagen tomaba vida y le hablaba. Nuestra Señora: “Hija mía, novicia mía, tú me has obedecido bien en abandonarlo todo para seguirme. ¿Es dolorosa la enfermedad de tus oídos? Tu sordera será curada, te lo aseguro. Ten paciencia. Ésta es la última prueba. ¿Te causa dolor la llaga de tu mano? Reza en reparación por los pecados de los hombres. Cada persona en esta comunidad es mi hija irreemplazable. ¿Enuncias bien la oración de las Siervas de la Eucaristía? Entonces recémosla juntas: Sacratísimo Corazón de Jesús, verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía, te consagro mi cuerpo y mi alma para que sea enteramente uno con tu Corazón, sacrificado a cada instante en todos los altares del mundo y dando alabanza al Padre, implorando por la venida de su Reino. Recibe este humilde ofrecimiento de mi ser. Utilízame como quieras para la gloria del Padre y la salvación de las almas. Santísima Madre de Dios, no permitas que jamás me separe de tu Divino Hijo. Te ruego me defiendas y protejas como hija tuya. Amén”. Cuando terminaron de recitar la oración, la Santísima Virgen le dijo: Nuestra Señora: “Reza mucho por el Papa, los obispos y los sacerdotes. Desde tu bautismo siempre has rezado fielmente por ellos. Continúa rezando mucho… mucho. Dile a tu superior todo lo que pasó hoy y obedécele en todo lo que te diga. Él ha pedido que reces con fervor”. A la mañana siguiente, las religiosas descubrieron en la mano derecha de la estatua una herida similar a la de la hermana Inés, de la cual manaba sangre. El 25 de julio, el obispo de Niigata y ordinario local, Mons. John Shojiro Ito, se hizo presente en el convento para verificar el sangrado en la mano de la imagen, que se intensificó al día siguiente. El viernes 27 de julio, la herida en la mano de la hermana Inés desapareció sin dejar rastro; el ángel le dijo: Ángel de la Guarda: “Tus dolores terminarán hoy. Guarda con mucho celo el recuerdo de la sangre de María y grábalo en tu corazón. La herida de María tiene un significado muy importante: Ha sido hecha para obtener vuestra conversión, para implorar la paz, para reparar las ingratitudes, ofensas, ultrajes e injurias que Dios recibe. Tengan en gran estima la devoción a la preciosísima sangre de Cristo”. Segundo mensaje — Viernes, 3 de agosto de 1973
Nuestra Señora: “Hija mía, mi novicia, ¿amas al Señor? Si amas al Señor, escucha lo que tengo que decirte. Es muy importante… se lo comunicarás a tu superior. Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Deseo almas que lo consuelen para suavizar la ira del Padre Celestial. Deseo, al igual que mi Hijo, almas que hagan reparación con sus sufrimientos y pobreza por los pecadores e ingratos. Para que el mundo conozca su ira, el Padre Celestial está preparando para infligir un gran castigo sobre toda la humanidad. Con mi Hijo he intervenido tantas veces para apaciguar la cólera del Padre. Yo he prevenido la venida de calamidades ofreciéndole los sufrimientos del Hijo en la cruz, su Preciosa Sangre, y amadas almas que le consuelan formando una cohorte de almas víctimas expiatorias. Oración, penitencia y valerosos sacrificios pueden aplacar la cólera del Padre. Yo deseo esto también de tu comunidad… que ame la pobreza, que se santifique y rece en reparación por las ingratitudes y los ultrajes de tantos hombres. Recita la oración de las Siervas de la Eucaristía con conciencia de su significado; ponla en práctica; ofrece en reparación (cualquier cosa que Dios envíe) por los pecados. Que cada uno procure, según su capacidad y posición, ofrecerse enteramente al Señor. Incluso en un instituto secular la oración es necesaria. Ya las almas que desean rezar están en camino de ser reunidas. Sin poner demasiada atención a la forma, sé fiel y ferviente en la oración para consolar al Maestro”. Después de un silencio: Nuestra Señora: “¿Es verdad lo que piensas en tu corazón? ¿Estás verdaderamente decidida a convertirte en piedra rechazada? Mi novicia, tú que deseas pertenecer sin reservas al Señor, para ser la esposa digna del Esposo, haz tus votos sabiendo que debes ser clavada en la cruz con tres clavos. Estos tres clavos son la pobreza, la castidad y la obediencia. De los tres, la obediencia es el fundamento. En total abandono, déjate guiar por tu superior. Él sabrá cómo entenderte y dirigirte”. Las señales extraordinarias se multiplican El 29 de setiembre de 1973 desapareció también la herida en la mano de la imagen. Aquella misma noche, durante el oficio de la comunidad, una luz brillante envolvió la estatua y todo el cuerpo de la escultura quedó cubierto por una humedad, como la transpiración. El ángel le dijo a la religosa: Ángel de la Guarda: “María está aún más triste que cuando derramó sangre. Enjugad el sudor”. Las religiosas lo recogieron con copos de algodón, que exhalaron agradables perfumes durante quince días. Tercer mensaje – Sábado, 13 de octubre de 1973
En el aniversario del Milagro del Sol en Fátima, la hermana Inés escuchó también por última vez aquella voz inefable que le hablaba por medio de la imagen: Nuestra Señora: “Mi querida hija, presta atención a lo que tengo que decirte. Tú informarás a tu superior”. Después de un corto silencio: Nuestra Señora: “Como te dije, si los hombres no se arrepienten ni mejoran, el Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad. Será un castigo mayor que el diluvio, como nunca antes se ha visto. Caerá fuego del cielo y acabará con una gran parte de la humanidad, tanto a buenos como a malos, sin excepción de sacerdotes ni de fieles. Los sobrevivientes se encontrarán tan desolados que envidiarán a los muertos. Las únicas armas que subsistirán serán el rosario y la señal dejada por mi Hijo. Reza cada día las oraciones del rosario. En el rosario, reza por el Papa, los obispos y los sacerdotes. La obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia, de tal forma que uno verá cardenales oponiéndose a cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y enfrentarán la oposición de sus hermanos… saquearán iglesias y altares; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan compromisos y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor. El demonio será especialmente implacable contra las almas consagradas a Dios. El pensamiento de la pérdida de tantas almas es la causa de mi tristeza. Si los pecados aumentan en número y gravedad, no habrá perdón para ellos. Con valentía, habla con tu superior. Él sabrá como animar a cada uno de ustedes a rezar y llevar a cabo obras de reparación”. Hermana Inés: “¿Quién es mi superior?”, preguntó la novicia a la Santísima Virgen; mientras el ángel, que asistía a la escena, dijo en tono de reprensión a la religiosa: Ángel de la Guarda: “En ocasiones como ésta, deberías de tener una pregunta más importante que hacer”. Hermana Inés: “Es que, además del obispo, yo tengo tres superiores y por ese motivo creí que era importante aclarar esto”, replicó al ángel. Nuestra Señora: “Es el obispo Ito, quien dirige vuestra comunidad”, respondió. La Virgen sonrió y enseguida añadió: Nuestra Señora: “¿Tienes algo más qué preguntar? Hoy es la última vez que te hablaré de viva voz. De ahora en adelante obedecerás a aquel que te envíe y a tu superior. Reza mucho las oraciones del rosario. Sólo yo puedo aún salvarles de las calamidades que se acercan. Aquellos que ponen su confianza en mí se salvarán”. Las milagrosas lacrimaciones de la estatua
Desde el 4 de enero de 1975 hasta el 15 de setiembre de 1981, se produjo con intervalos irregulares la lacrimación de la imagen de Nuestra Señora de Akita en 101 ocasiones. Además de las religiosas, cientos de personas —creyentes y no creyentes, hasta budistas eminentes— atestiguaron los hechos. Entre ellos el capellán del convento, el obispo de Akita y el alcalde de la ciudad “La lacrimación del 8 de diciembre de 1979, fue filmada por un equipo de televisión a las once de la noche, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, y trasmitida a doce millones de personas en todo el Japón”.5 A modo de interpretación de estos hechos, nos vienen a la memoria los comentarios que Plinio Corrêa de Oliveira escribió en su columna semanal de la “Folha de São Paulo”, cuando en julio de 1972 la Imagen Peregrina Internacional de Nuestra Señora de Fátima vertió lágrimas en diversas ocasiones en la ciudad de Nueva Orleáns, Estados Unidos: “El misterioso llanto nos muestra a la Virgen de Fátima llorando sobre el mundo contemporáneo como otrora Nuestro Señor lloró sobre Jerusalén. Lágrimas de afecto tiernísimo, lágrimas de dolor profundo, en la previsión del castigo que vendrá”.6 Aprobación canónica Después de una exhaustiva investigación que duró ocho largos años, Mons. John Shojiro Ito publicó una Carta Pastoral el 22 de abril de 1984. En ella, el obispo de Niihata proclama que no se puede negar el carácter sobrenatural de los hechos ocurridos en el convento de las Siervas de la Sagrada Eucaristía en Yuzawadai, y autoriza el culto a la Santísima Virgen de Akita en toda su diócesis. Posteriormente, el 20 de junio de 1988, el Cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió el juicio definitivo sobre dichos sucesos y mensajes, declarándolos dignos y merecedores de fe.7 Notas.- 1. Japanese Martyrs in www.newadvent.org/cathen/09744a.htm
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